Cultura

Museo Picasso de la capital francesa se ha encargado de rescatar este periodo oscuro de la historia del arte

El arte que los nazis tacharon de “degenerado” protagoniza su primera exposición en París

Muestra
Arte. Un libro de propaganda expuesto durante la apertura de prensa de la exposición 'El arte degenerado, el proceso del arte moderno bajo el nazismo', en el Museo Picasso de París. (EFE)

El nazismo no fue solo un proceso político y social, sino también una estética que, en su afán de purificación, tachó de “degenerado” el arte de la época que no se alineaba con sus ideales, desde Picasso a Chagall. Esa purga, que vació museos y cercenó carreras, se expone por primera ahora vez en París.

Bajo el título ‘El arte degenerado, el proceso del arte moderno bajo el nazismo’, el Museo Picasso de la capital francesa se ha encargado de rescatar este periodo oscuro de la historia del arte que tuvo su punto álgido en la exposición propagandística ‘Entartete Kunst’ (‘Arte degenerado’), en Múnich en 1937.

El nombre venía de la obra de Max Nordau ‘Entartung’ (‘Degeneración’, publicada entre 1892 y 1893) y de los preceptos retomados después por autores como Paul Schultze-Naumburg en ‘Kunst und Rasse’ (Arte y raza, 1928) sobre la supuesta contaminación social que provocaba el arte moderno.

Así, la muestra de Múnich reunió unas 600 obras de un centenar de artistas modernos -como Paul Klee, Vassily Kandinsky, Otto dix o Max Beckmann- para ridiculizarlas y provocar el rechazo social en favor de la estética nazi, dentro de una campaña más amplia para confiscar, prohibir y vender o destruir cualquier expresión artística que no secundara los preceptos del III Reich.

“Los nazis veían la modernidad artística como una forma de enfermedad. Una forma de enfermedad que se apodera del cuerpo social del pueblo y lo arrastraba por una pendiente de degeneración”, explicó a EFE el conservador Johan Popelard, comisario de la muestra junto al investigador François Dareau, durante la presentación a la prensa de esta exposición, que abre sus puertas el 18 de febrero.

“En otras palabras -añadió Poperland-, en estas obras, en estas imágenes, en estas esculturas hay algo que contamina a la sociedad. Y precisamente por eso hay que limpiar el templo del arte, como decían los nazis”.

Eso lo hicieron purgando las colecciones, el espacio público y los museos germanos, que hasta entonces habían sido un modelo en cuanto al seguimiento del modernismo.

La purga de los museos

Se estima que se confiscaron de las pinacotecas unas 20.000 obras modernistas, que acabaron destruidas, en exposiciones de propaganda o subastadas en diversos países, ya que como no eran solo síntomas de la enfermedad mental de sus autores, sino vectores de contaminación, creían que sería una ventaja venderlas a los enemigos de Alemania para propagar ese mal.

Entre ellas había cuadros de Vincent Van Gogh, Pablo Picasso o Marc Chagall, exponente este último de los más perseguidos entre los perseguidos, al tratarse de un artista no sólo modernista, sino además judío.

Su obra ‘La Prise (Rabbin)’, que por si fuera poco evoca una obra del escritor yídish Isaac Leib Peretz, fue objeto de una intensa campaña de difamación y una de las protagonistas de la exposición de Múnich de 1937.

Por eso ocupa un lugar destacado en esta pionera exposición en París, entre otros cuadros que igualmente fueron objeto de mofa por presentar personajes alejados de el canon de pureza nazi.

Picasso fue uno de las dianas más notables de la campaña sobre el arte degenerado, de ahí el interés del museo parisino, que es la institución pública dedicada al legado del pintor malagueño en la capital francesa, por el tema de esta muestra.

“Picasso ocupa un lugar central en la historia del arte de principios del siglo XX. Es el artista observado por otros artistas y por los políticos”, indicó Popelard. La campaña contra el “arte degenerado” lo mantuvo en esa posición eminente.

Se convirtió, por tanto, en un arquetipo de la degeneración, dentro de esta concepción biologicista que asimilaba lo estético con las aspiraciones de purificación de la raza, pero igualmente por reacción un símbolo de la resistencia contra los totalitarismos en ascenso.

Prueba evidente de ello es el ‘Guernica’, bandera por excelencia de cómo los artistas, los intelectuales y parte de la opinión pública trataron de resistir a esta deriva reaccionaria.

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