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Para la escritora e investigadora mexicana Ana Clavel, la dicotomía entre cuerpo y mente que ha predominado en los paradigmas occidentales es una escisión artificial.
“Somos seres de piel, de cuerpo, y el mundo nos entra a través de los sentidos. Sucede que también el cerebro es cuerpo, se nos olvida”, comenta.
En conversación por su recentísima novela “Autobiografía de la piel” (Alfaguara, 2025), Ana Clavel reitera las nociones conductoras de este relato narrado por la piel.
“Por allí cuando uno se entera que tanto la piel como el cerebro se forman de la misma capa embrionaria -el ectodermo-, uno entiende por qué la piel puede ser pensante y el cerebro sintiente”, indica.
Anteriormente, la escritora ha referido que una de sus inspiraciones de partida fue el hallazgo de ‘El yo-piel’ (1947) del psicoanalista francés Didier Anzieu, que la inspiró a crear una piel como personaje ficticio, que pudiera pensar y hablar de su experiencia. Poco a poco esa “Ana-piel” fue tocando los temas que atraviesan a la autora: libros, cuerpos enamorados, escritura, la relación con el Padre (con mayúsculas de arquetipo), transgresión y deseo, por ejemplo.
“Necesito descansar porque este proyecto también tuvo una parte autobiográfica de la autora Ana Clavel que me requirió mucha energía. Ahorita quiero una pausa”, confiesa Ana Clavel.
DESEO, INCESTO Y TRANSGRESION.
La protagonista de la novela es una piel pensante que reflexiona sobre el mundo y sobre sí misma. Habla de su memoria, de su pasado, heridas, deseos, violencia, el acoso y los feminicidios.
“Todo esto para conformar un horizonte narrativo y poético que diera cuenta de la piel como personaje que no se había contado, pero que tiene derecho a también tener su propia voz”, apunta la autora.
–Tú has dicho que el deseo es fundamental, ¿por qué entonces hemos hecho tantas construcciones para limitarlo?
–Conceptualizaciones del bien y del mal, de lo moral, lo incorrecto, de dicotomías que nos dividen porque los poderes fácticos e biológicos siempre han buscado someter al individuo para que no sea libre, para que esté opacado y lleve una existencia mediocre sin apelar a sus deseos más íntimos, que se convierta en una máquina de producción, que se despersonalice, se invisibilice. En la medida en que recobremos el sentido del cuerpo, de la piel, de los sentidos, también nos permitimos ser seres más llenos.
"¿Hay algo más profundo que la piel?"
— Ana Clavel (@anaclavel99) February 15, 2025
Autobiografía de la piel
Presentación: Martes 18 de febrero, 19 horas
Comentarios: Rosa Beltrán y Guadalupe Alonso
Casa Universitaria del Libro - UNAM
Orizaba 24, Col. Roma Norte, CdMx@casulunam @AlfaguaraMex pic.twitter.com/Zia9nfq3TV
Desde su perspectiva, esta plenitud no le conviene a las idiosincrasias vigentes porque un individuo que se asume rebelde y feliz, dueño de su placer, es una persona con va a tener conciencia de sí misma “y eso puede resultar hasta peligroso”
“Entonces, por ahí ha habido siempre esa necesidad de ocultar el placer, el cuerpo de restarle importancia o incluso estigmatizarlo”, observa.
“Ahora se nos vende mucho la imagen de que somos libres, que podemos ejercer nuestros deseos y que los cuerpos están allí y podemos tener acceso; pero a la vez está la carga de culpa, de que es un sentido del mal, el cuerpo siempre ha estado asociado a la idea de pecado y eso contribuye a esta negación de lo humano, de lo vital”, continúa
Por eso, Ana Clavel defiende que el placer es una fuerza fundacional y la posibilidad de sentirse a uno mismo en cuerpo y piel es una suerte de bienestar: el placer mina las fuerzas negativas y destructivas del ser.
Sin embargo, por ahí también se cuelan algunos temas polémicos y complejos, como el incesto y deseo del incesto que aparece reiteradamente en la novela: en la figura de un primo y en el padre que murió cuando la protagonista era pequeña.
–Imagino que ha causado mucha controversia, ¿te han preguntado mucho al respecto? ¿Consideras que te mantienes en el ‘límite’ respecto de lo que se puede decir sobre este tema?
–En realidad, poca gente me ha preguntado sobre el incesto. Pues son justamente la parte de los deseos prohibidos, de los tabúes que nos marcan y que la gente suele obviar, dejar de lado o negar francamente: el deseo en una niña, eso es pecado, ¿cómo es posible?
En obras anteriores de Ana Clavel también se encuentra la huella de la transgresión real e imaginaria, de modo que la escritora siente este tema suficientemente masticado para abordarlo con responsabilidad.
“La protagonista asume sus propios deseos y no se siente víctima, ni cuando es pequeña y tiene la relación con el primo, ni cuando después fantasea con la idea del padre… Esos deseos están allí y es por lo menos reconocerlos, sentir cómo se articula de una manera libidinal, pulsional que nos da aliento más allá de lo que luego nos imaginamos”, detalla .
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Este deseo incestuoso se resuelve a través de la escritura “deseante” sobre la pérdida del paraíso que encarna la figura del padre.
“Es una fuerza que le impulsa a abrirse a sus deseos, a su placer, a reconocer que la idea de la transgresión está allí y a tomarla en sus propias decisiones, por ejemplo, cuando invita ya de adulta al primo y consuman el incesto”.
– ¿La relevancia de narrar ese deseo en la literatura es la rebeldía? ¿o quizás apunta a una conversación que nos falta tener?
–Se trata de ser auténtico y honesto con los propios deseos, la propia líbido, el propio impulso que conlleva todo este asunto de asumir el deseo. Entonces, no es nada más querer transgredir o hacer algo diferente, se trata de ser coherente con lo que sí eres, consciente de ti misma y de tus deseos e instintos. Uno no puede dejar de reconocerlo, por más que políticamente no sea correcto o pueda incluso incidir en una suerte de cultura de la cancelación.
Son temas polémicos porque en general la gente no los toca, asegura la escritora, quien encuentra reflejos en otras escrituras, como la de Anaïs Nin, cuyos fragmentos sobre el incesto consumado con el padre son un paralelo reflexivo en esta novela.
“Da pie a la narradora para reflexionar si se hubiera atrevido, ¿no? Si estando el padre presente -que no hubiera muerto- ¿lo hubiera deseado igual? o si el hecho de haberlo perdido es lo que agiganta el deseo… pero en general es un tema que no se toca, se evade lo mismo que los juegos de la Caperucita con el Lobo o de la Nínfula con su perpetrador”, agrega.
Hoy en día, que se habla de la violencia contra los menores y se advierte sobre la pederastia, a Ana Clavel le parece importante notar que se deja de lado la participación infantil en el juego, de seguir los impulsos vitales y se trata sobre todo de negar el placer cuando se produce.
“De allí es que la literatura que yo hago de algún modo resulta escandalosa, porque no estoy circunscribiendo a los límites habituales, hago que la gente se ponga en el papel de deseos oscuros que nos habitan y que yo creo que no por esconderlos desaparecen. Al contrario, se vengan de nosotros como si fueran fruta envenenada que se está pudriendo en el interior”, expresa.
No se trata de hacer un llamado para que la transgresión sea el vehículo, ni para sacralizar o darle un mayor valor al deseo, enfatiza, “pero sí por lo menos de asumir que los deseos están allí. ¿Cómo se canalizan? ¿Cómo se les busca una salida inofensiva, creativa, que no dañe a los otros ni a uno mismo? Eso es lo que cada uno de nosotros tiene que lidiar”.
La escritora desea por lo menos invitar a la conciencia de la gama de matices, de penumbras y bosques interiores que nos habitan. “Figuras amenazantes, incluso dentro de nosotros mismos”.
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LA ESCRITORA.
Ana Clavel (Ciudad de México, 1961) es Maestra en Letras Latinoamericanas por la UNAM. Además de publicar novelas, cuentos y ensayos,ha colaborado también con revistas y periódicos como Diluvio de pájaros, Dosfilos, El Cuento, El Independiente, El Nacional, El Universal, La Jornada, La Orquesta, Nexos, Letras Libres, Tierra Adentro y Unomásuno.
A lo largo de su trayectoria ha obtenido el Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen 1991 por su obra Amorosos de Atar; el Premio de Novela Corta Juan Rulfo 2005 de Radio Francia Internacional por su obra Las Violetas son flores del deseo (2007); el Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2013.
La novela más reciente, antes de “Autobiografía de la piel” es “Breve tratado del corazón” (Alfaguara, 2019).