Cultura

“Me causaba una curiosidad infinita por qué y cómo una mujer con cuatro hijos criados en plena dictadura decide sentarse a escribir el diccionario de la A a la Z, ella sola, y con esa brillantez”, dice Andrés Neuman

La vida de novela de María Moliner, “devorada” por su diccionario y rechazada por la Real Academia Española

Estudio.
Libro. María Moliner comenzó con 50 años el que para muchos es el mejor diccionario de la lengua española. (Archivo)

María Moliner comenzó con 50 años el que para muchos es el mejor diccionario de la lengua española, una aventura que “devoró” una vida que da “para muchas novelas” y en la que sufrió un “injusto y escandaloso” rechazo de la Real Academia Española (RAE), explicó E Andrés Neuman.

“Me causaba una curiosidad infinita por qué y cómo una mujer con cuatro hijos criados en plena dictadura decide sentarse a escribir el diccionario de la A a la Z, ella sola, y con esa brillantez”, subraya el escritor hispano-argentino, autor de la novela ‘Hasta que empieza a brillar’.

La novela, publicada cuando se cumplen 125 años del nacimiento de María Moliner (Paniza, Zaragoza, 1900-Madrid 1981), está basada en hechos documentados, pero también es un ejercicio de imaginación literaria para rellenar huecos biográficos de la infancia, las emociones o las ideas.

Para ello, Neuman (Buenos Aires, 1977) se inspira en el propio diccionario, que ha leído casi por completo durante años, y en los ejemplos que incluyó su autora para palabras como “cuidar”, “libre” o “exilio”.

“Empecé a ver que además de un monumento a la lengua, en el diccionario de María Moliner había una puerta de entrada secreta a su vida”, relata.Su título proviene del pensamiento de Emily Dickinson: “A veces escribo una palabra y me quedo mirándola hasta que empieza a brillar”, algo que, según el autor de ‘El viajero del siglo’, Moliner debió hacer 80 mil veces durante los 16 años en los que levantó una titánica obra con ese número de términos.

Uno de los acontecimientos más significativos que retrata es el rechazo de la Real Academia de la Lengua a su candidatura en 1972, propuesta por el presidente, Dámaso Alonso -que también propició la publicación del diccionario-, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo.

La lexicógrafa Moliner hubiera sido la primera mujer en entrar en la institución, en la que había una tradición exclusivamente masculina no escrita, pero la oposición de otros académicos, como Camilo José Cela, lo impidió. El “bochorno del error” predispuso a que seis años más tarde la pionera fuera su amiga Carmen Conde.“Salvando todas las distancias, María Moliner es a la Real Academia Española lo que Jorge Luis Borges a la Academia sueca cuando no le dio el Nobel.

Ese reconocimiento no dado a quien más lo merecía ha terminado marcando más la historia de la institución que toda la lista de concedidos”, reflexiona Neuman al respecto.

Solo entre la publicación del diccionario en 1966 y su candidatura a un sillón en la RAE, Moliner adquirió cierta notoriedad pública, una discreción para la que tenía motivos personales pero también políticos.

Antes de empezar el diccionario que le acabó “devorando” y “postergó el resto de su biografía”, en palabras de Neuman, Moliner había vivido años decisivos de su juventud en Valencia en los que creó una red pionera de bibliotecas rurales y dio forma al plan nacional de bibliotecas del entonces gobierno republicano.

Unos cargos a los que accedió sin una vinculación dogmática, pero sí comprometida cultural y afectivamente con la República (1931-1936), y que tras la Guerra Civil (1936-1939) le costó, igual que a sus hermanos y a su marido, profesor de Física, juicios, vigilancias y degradación pública y profesional.

Antes de eso, María perteneció a una de las primera generaciones de mujeres universitarias, y se graduó en la ciudad de Zaragoza con el mejor expediente en la carrera de Historia, bagaje que se percibe en su diccionario.

Compañera de instituto del cineasta Luis Buñuel y del escritor Rafael Sánchez Ferlosio, fue una mujer que “pensó con sumo cuidado y cuidó con suma inteligencia la lengua” y que con su diccionario “continuó su lucha por otros caminos llenos de sutileza”, concluye Neuman, que ha buscado en su novela reflejar no tanto a la lexicógrafa como a la “María Moliner de carne y hueso”.

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