
Una escopeta que dispara pintura al suelo, la imagen de un coche instantes antes de sumergirse en un lago o una escalera que no lleva a ninguna parte son algunas de las obras que componen la exposición ‘Éramos felices y no lo sabíamos’, una retrospectiva de arte contemporáneo mexicano de los años noventa del siglo pasado.
A través de un recorrido por 65 piezas de 28 artistas, en su mayoría mexicanos, la muestra busca reflexionar sobre la evolución en su obra cuestionando la idea nostálgica de que “todo tiempo pasado siempre fue mejor”.
Durante la visita inaugural de la exposición, que se estrena este martes en la Casa de México de Madrid, su comisaria, Ixel Rion Lora, aseguró que partió de su propia nostalgia por la década de 1990 para hacer la selección de las obras, que proceden de la colección del Museo Jumex (Ciudad de México), una de las más importantes de arte contemporáneo en América Latina.
Ruptura y evolución
Instalaciones, fotografías, esculturas y piezas de vídeo se dividen en cinco ejes temáticos de gran importancia para el desarrollo del arte contemporáneo en el México de los noventa: la ciudad, el espacio, el contexto social, la identidad y lo material.
Rion explicó que, durante los años noventa, los artistas jóvenes mexicanos buscaron romper con el movimiento del neomexicanismo, que era altamente pictórico, para generar “una nueva identidad mucho más contemporánea”.
Aunque el foco de la muestra es la década de 1990, las obras que se exponen en Casa de México llegan hasta finales de los años 2000, precisamente para reflejar la maduración de los artistas durante esos años.
“En un primer momento, las piezas partían más de una necesidad de experimentar para encontrar el lenguaje plástico y las ideas que querían desarrollar, mientras que las últimas piezas ya están mucho más aterrizadas tanto en los materiales que usan como en lo que están planteando”, señaló la comisaria.
Obras únicas
La comisaria destacó dos piezas de los Abraham Cruzvillegas y Sofía Táboas por ser únicas.
La instalación de Cruzvillegas, ‘Haussmannian Leftovers: Richard Lenoir’ (2007) está integrada por cajas de cartón pintadas con acrílico negro, cuya composición varía en función del lugar donde se exponga, mientras que Táboas presenta un muro de una de las salas recubierto de material impermeabilizante.
Las carretillas llenas de palomitas de maíz y de esferas de aluminio de Gabriel Kuri o las coloridas fotografías de Melanie Smith y Miguel Calderón son otras de las protagonistas de ‘Éramos felices y no lo sabíamos’.
Otras de las obras que se podrán ver hasta junio en Madrid son ‘El sueño de la razón todavía produce monstruos’ (2006) de Rubén Ortiz, un vídeo-montaje de fotografías deformadas, o ‘Estudio para una biblioteca sobre el amor’ (2009), de Jorge Méndez Blake, una colorida instalación de vinilo adhesivo.