
Un manuscrito de José Saramago o la pluma de color púrpura de la escritora Lídia Jorge son algunos de los secretos que esconde la Librería Buchholz en Lisboa, un “refugio cultural” fundado en plena Segunda Guerra Mundial por un librero alemán que acaba de ser reconocida por el Ayuntamiento lisboeta por su relevancia histórica.
Karl Buchholz huyó a Lisboa en 1943 y abrió las puertas de esta librería, a la que sucederían varias más en Madrid, Nueva York y Bogotá, inaugurada en el número 50 de la Avenida da Liberdade, una de las principales arterias de la capital portuguesa.
“Inmediatamente atrae a la élite lisboeta, desde la política a la cultura, pero también a una élite más joven, que se siente atraída por el hecho de que se venden sobre todo libros extranjeros, lo que no era muy común en aquella época”, explicó a EFE Maria Garcia, directora de Nuevos Negocios del Grupo LeYa, editorial propietaria de la librería en la actualidad.
Las paredes de Buchholz acogieron en aquella época “arte degenerado, como lo llamaban los nazis”, continúa Garcia, obras clandestinas prohibidas por el régimen de Adolf Hitler que eran vendidas por el librero alemán, algo que ha sido motivo de controversia en los últimos años.
Algunas voces y estudios señalan que Buchholz utilizó sus librerías y otros espacios culturales para vender este tipo de arte porque fue uno de los marchantes autorizados por los nazis.
Más tarde, en los años 60, la librería se trasladó hasta su actual sede, en la calle Duque de Palmela, junto a la plaza de Marquês de Pombal, y desde entonces “respira historia”.
Algunos de sus clientes habituales fueron el expresidente Mário Soares, el ex primer ministro Francisco Sá Carneiro o el actual jefe de Estado luso, Marcelo Rebelo de Sousa, así como los escritores António Lobo Antunes, Vergílio Ferreira y David Mourão-Ferreira, entre muchos otros.
Actualmente, la Librería Buchholz, con 82 años de antigüedad que la convierten en una de las más antiguas de la capital portuguesa, ha sido reconocida como ‘Tienda con Historia’, un título que concede el Ayuntamiento de Lisboa para preservar el patrimonio de comercios de la ciudad.
Libros en un mundo de ‘likes’
La fachada de la librería da la bienvenida a los visitantes avisándoles de que se adentran en una Galería de Arte, Música Clásica y Folclórica.
Y es que el ADN de este espacio va más allá de los libros, incluso llegó a ser considerado “la mejor discoteca de Lisboa” por sus conciertos en vivo, en palabras del director y compositor portugués Victorino de Almeida, recordó Garcia.
En un mundo de ‘likes’ y redes sociales, Buchholz tiene el reto de seguir siendo un foco de cultura “sin descuidar esta historia que es muy rica, y que es incluso patrimonio” pero sin perder de vista “el presente y el futuro para que la librería siga viva”.
En este empeño, la planta -1 está dedicada a las artes, con vinilos a la venta en colaboración con la tienda de discos Flur -uno de los mejores establecimientos de discos en el mundo-, serigrafías, ilustraciones y cerámicas de artistas portugueses. También es donde se celebran los conciertos en vivo.
En la parte literaria, más allá de los libros físicos, la librería cuenta con una exposición permanente que explora el proceso creativo de escritura a través de objetos pertenecientes a autores portugueses como Saramago, cuyos textos “no necesitaban apenas enmiendas”.
A lo que se suman las habituales presentaciones y lanzamientos, pero también dos clubes de lectura: uno para adultos, al que asisten unas cien personas cada mes y que en marzo estará dedicado a mujeres poetas portuguesas, y uno para niños.
Todo este esfuerzo pensando en “estar al día” y tratar de atraer a las generaciones más jóvenes, que son precisamente las que mayores tasas de crecimiento en los niveles de lectura registran en Portugal, celebró Garcia.
Rodeados de un silencio envolvente, los suelos de madera y las bibliotecas que recubren las paredes con miles de libros narran la historia de una librería que ha sido testigo de primera mano de los cambios del último siglo en Lisboa y que lucha para no quedarse obsoleta.
Y de momento va ganando.