Cultura

En esta perseverancia cotidiana y activa, las mujeres han tenido un papel preponderante, siendo ellas mismas el símbolo de la resistencia palestina

La tenacidad de las mujeres palestinas

Palestina.
Visión. Madleen Kullab, de 21 años. (UNRWA España)

Entre el pueblo palestino cada vez es más socorrida la palabra soumoud, que en sí misma, sintetiza su historia de los últimos cien años. Se puede traducir al español como tenacidad, resistencia o perseverancia, es una palabra que ha adquirido un significado cada vez más amplio y abarca todas las actividades cotidianas que se realizan para sobrevivir, para permanecer, para lidiar con la ocupación israelí. No desde la lucha armada sino desde la cotidianidad.

Escribía la poeta palestina Fadwa Touqan nacida en la ciudad de Nablus en 1917:

“Me basta morir en ella (Palestina) y ser enterrada en ella,

derretirme y perecer bajo su suelo,

sembrar hierba y flores

para que jueguen con ellas las manos de un niño concebido en mi país.

Me basta permanecer en el abrazo de mi tierra

como polvo, hierba y flores…”

Es decir, soumoud es permanecer en la tierra, como dice Fadwa, a pesar de todo. Pero también, su significado amplio abarca acciones desafiantes como las manifestaciones, las conferencias o hasta un pequeño grupo de teatro.

El término fue adoptado políticamente por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en las décadas de 1970 y 1980. Primero utilizando el sustantivo “samidin” derivado del verbo samad (resistir, permanecer, tener esperanza), para nombrar a los palestinos que vivían en campos de refugiados en Jordania, Líbano y aún en Israel. Después para llamar a todos los palestinos que vivían en Cisjordania, Jerusalem Oriental y Gaza. La OLP lo utilizó como lema de la resistencia, haciendo énfasis en el compromiso que significaba el permanecer en tierra palestina o en campos de refugiados a pesar de todas las dificultades.

En esta perseverancia cotidiana y activa, las mujeres han tenido un papel preponderante, siendo ellas mismas el símbolo de la resistencia palestina. Uno de los testimonios que dan cuenta de ello es el de las presas palestinas liberadas recientemente por Israel, como parte de la primera etapa del acuerdo de alto al fuego firmado con Hamas a principios de año, en el que se pactó la liberación de cerca de 200 mujeres que permanecían en cárceles israelíes.

Una de estas mujeres es la activista feminista Khalida Jarrar, que ha trabajado arduamente por los derechos de los presos palestinos y la conformación de un Estado para su pueblo. Nació en Nablus en 1963 y ha sido una de las figuras más destacadas de la lucha palestina. Trabajó como directora de la Asociación de Apoyo a los Presos y Derechos Humanos Addameer entre 1994 y 2006, cuando fue elegida miembro del Consejo Legislativo Palestino. Después fue nombrada vicepresidenta de la Junta Directiva de Addameer. Además, como diputada, Khalida Jarrar fue responsable del expediente de los presos en el Consejo Legislativo Palestino y miembro del Comité Nacional Supremo para el seguimiento del expediente de adhesión de Palestina a la Corte Penal Internacional.

Ha sido detenida en cinco ocasiones acusada de pertenencia y participación en una organización prohibida, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), que forma parte de la Autoridad Palestina, así como por su intervención en sentadas y actividades para apoyar la causa de los presos y detenidos en las cárceles de la ocupación israelí.

Israel prohibió a Khalida Jarrar viajar desde 1998, tras su participación en las reuniones preparatorias de la Declaración Universal para la Protección de los Defensores de los Derechos Humanos en París. Después del 7 de octubre de 2023 fue detenida bajo la figura de “detención administrativa” por medio de la cual Israel puede detener a una persona sin presentar cargos por tiempo ilimitado. Durante su encarcelamiento se le mantuvo en aislamiento total, en una celda de 2 metros, con la posibilidad de salir al patio apenas por 15 minutos al día. Diversas asociaciones de derechos humanos israelíes y palestinas han condenado duramente el trato dado a Khalida (Haaretz, 30/08/2024).

Abla Sa’adat es otra activista que también fue privada de su libertad en Cisjordania bajo el mismo concepto de detención administrativa después del 7 de octubre. Es dirigente del FPLP y miembro de la Unión General de Mujeres Palestinas (UGMP) que busca “elevar el nivel de la conciencia de las mujeres a nivel político, y ayudarles a salir adelante en lo económico y en lo laboral. En el terreno político una mujer palestina está sufriendo la ocupación además del machismo familiar. La UGMP ayuda a las mujeres a que puedan tener un medio económico para sostener a su familia, a ayudar a buscarles un trabajo en el sector que crean más apropiado. Les enseñan cómo mantener un rebaño de ovejas, extraer la miel, dirigir una tienda o un supermercado y les proporcionan el material para hacerlo” (Mundo obrero 28/02/2015).

Sa’adat denunció las condiciones inhumanas a las que estuvo sometida en prisión, al igual que Jarrar incluyendo 12 días en confinamiento solitario. Su testimonio ejemplifica las prácticas de castigo colectivo en las prisiones que según un informe sobre la Prisión de Ofer realizado por Addameer (2025), tienen que ver con cortes de agua, alimentos no preparados, negligencias médicas, falta de higiene, esposamientos permanentes y golpizas que provocan trastornos físicos y mentales. Prácticas que violan los acuerdos de la Convención de Ginebra.

Rose Khwais de 17 años, era la prisionera palestina más joven del grupo de las que fueron liberadas en este acuerdo, cuya sentencia consistía en diez años de prisión tras, supuestamente, haber atacado a un agente israelí en Jerusalem. Durante los meses que estuvo en prisión vivió un pesado proceso de interrogatorios que le provocaron una afectación cardiaca. (Andolu, 20/01/2025).

Las condiciones del encierro en las cárceles israelíes son solamente la continuidad de un dispositivo de vigilancia y control en los territorios ocupados donde según Achille Mbembe en su libro Necropolítica (2011), en ellos se presentan las tres condiciones del necropoder: la fragmentación territorial, el acceso prohibido a ciertas zonas y la expansión de las colonias. Además, a todo esto se suma la amenaza de la violencia sexual en los centros de detención, utilizada por Israel como forma de control de las mujeres activistas (Bracco, 2020).

Además de esta lucha en el terreno público, las mujeres palestinas deben dar una lucha en dos sentidos, contra la ocupación y contra el machismo de sus familias. Ante ello han desarrollado algunas formas de soumoud, formas de resistir en la cotidianidad y desde abajo. Un interesante proyecto es el que impulsa Vivien Sansour con la Biblioteca de Semillas de la Herencia Palestina, con el que contribuye no solo preservar el patrimonio agrícola palestino —“los rituales, prácticas, métodos que hemos usado durante siglos, que hemos heredado de nuestros antepasados”, explica—, sino también revivir variedades de semillas que alguna vez fueron nativas de Palestina y que ya no se cultivan ampliamente (+972 Magazine, marzo 2018).

Así las mujeres palestinas luchan diariamente pequeñas batallas cotidianas, desafiando las hostilidades de la ocupación, los convencionalismos tradicionales de sus sociedades, desarrollando estrategias de apoyo mutuo y de colaboración.

*Seminario Universitario de las Culturas del Medio Oriente. UNAM)

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