Cultura

El Colegio Nacional nos comparte un fragmento de de “Conversaciones con Fernando González Cortázar”, con motivo de una nueva conferencia del ciclo Las otras arquitecturas, encabezado por Felipe Leal

“Las Otras Arquitecturas” en El Colegio Nacional

El escritor Mario Vargas Llosa
El arquitecto Felipe Leal. El arquitecto Felipe Leal. (Colnal)

El miércoles 19 de marzo, a las 18 h, continúa en El Colegio Nacional (Donceles 104, Centro Histórico, CDMX) el ciclo Las otras arquitecturas. Coordinado por el arquitecto y colegiado Felipe Leal, esta sesión ahondará en la “La arquitectura comunitaria” en compañía de los arquitectos Gerson Huerta, Enrique Ortiz e Isadora Hastings. En el marco de esta nueva conferencia, compartimos algunos fragmentos de Conversaciones con Fernando González Cortázar (COLNAL, 2024), de Felipe Leal.

INTRODUCCIÓN

Hacer y pensar son virtudes que no escaparon a la sensibilidad y quehacer de Fernando González Gortázar, personaje de enormes habilidades, extraordinario pensador, narrador, arquitecto, escultor, paisajista y musicólogo; hombre renacentista que habitó tanto en el valle de México como en Jalisco y sus Altos [...].

Con delicadeza, supo detonar el potencial de cada lugar para convertirlo en remanso estético, recinto del saber, de la reflexión, del conocimiento, de la convivencia y del trabajo. Su capacidad para entender los entornos donde llevaba a cabo su labor lo condujo a erigir en ellos obras que se sumaron a lo original y lo mejoraron.

Sus conjuntos de edificaciones, jardines y esculturas se inscriben en la sana tradición del vínculo con la naturaleza, con los espacios abiertos y con las construcciones previas. Sus propuestas de edificios pabellón distan mucho de ser soluciones simétricas y de plantas rígidas; son, en cambio, cuerpos y elementos con formas curvas, oscilantes y de amplia libertad de trazo, propios de su obra creativa y escultórica, que desvanece la frontera entre la arquitectura y la escultura. Ejemplos de esto son el acceso a la zona arqueológica de Dzibilchaltún, en Yucatán, así como el edificio de la policía en la barranca de Oblatos y el Centro Universitario de los Altos en Tepatitlán, Jalisco; todos ellos paseos donde la arquitectura se funde con la naturaleza en beneficio de los habitantes.

La conexión entre naturaleza y arquitectura resultó siempre familiar a González Gortázar, pues su infancia y formación estuvieron impregnadas de experiencias estéticas e influidas por personajes que ahondaron en esa línea de pensamiento y contribuyeron a ella con obras señeras. Fue cercano a la Escuela Tapatía de Arquitectura, y a creadores de la estatura de Luis Barragán, Ignacio Díaz Morales, Mathias Goeritz, Erich Coufal, Rafael Urzúa y Pedro Castellanos, por mencionar algunos.

Además de estas obras, su corpus incluye edificaciones con geometrías que podríamos considerar más “regulares”. Tal es el caso de Las pistolas, en el acceso al parque González Gallo; la espléndida Fuente de la hermana agua, evocadora de los fascinantes prismas basálticos en el estado de Hidalgo, y La gran espiga, en la Ciudad de México.En lo tocante a su labor reflexiva, Fernando González Gortázar sostenía que, si bien la arquitectura es muy importante, en ocasiones el pensamiento tiene mayor peso. Así, ponderó como pocos la imaginación, la creación, la fantasía, el deseo, el anhelo y el amor como motores de vida.

Por si fuera poco, era dueño de una voz única, con la cual nos deleitó en conversaciones sobre arte y música, llegando al punto de compartir su conocimiento y pasión por la música popular en la serie radiofónica Cancioncitas. Fernando era un hombre orgulloso de sus tradiciones y su cultura, y lo demostraba, desde luego, con su arquitectura y su arte, pero también con el resto de sus quehaceres.

Esta obra reúne una serie de conversaciones que sostuvimos entre 1996 y 2007. La primera de ellas, “Reflexiones sobre las Torres de Satélite”, tuvo lugar en 2007 en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México; las tres siguientes formaron parte de La arquitectura en el espacio y en el tiempo, programa que conduje durante dieciocho años en la radiodifusora de esta misma casa de estudios.

REFLEXIONES SOBRE LAS TORRES DE SATÉLITE 9 DE OCTUBRE DE 2007

Felipe Leal: El conjunto de las Torres de Satélite es una obra que rebasa tanto a quienes habitamos la Ciudad de México como a expertos en arte urbano del mundo entero; detonó la creación de grandes piezas, como las que conforman la Ruta de la Amistad. Hablemos de su propuesta, su vigencia. ¿Qué le dio origen y cómo se inició este proyecto?

Fernando González Gortázar: Creo que en buena medida su origen se remonta a una serie de situaciones políticas que comenzaron con la Ley de Rentas Congeladas, alrededor de la década de 1950, y continuaron con la prohibición del entonces regente de la capital, Ernesto P. Uruchurtu, de hacer nuevos fraccionamientos en la Ciudad de México, así como con su negativa a proveer servicios a las urbanizaciones irregulares. Todo ello —complementado con un aumento en la disparidad de la distribución de la riqueza y con una recién aprobada Ley sobre Propiedad en Condominio, promovida por Mario Pani— propició que los fraccionadores empezaran a migrar al Estado de México, donde encontraban una legislación muy laxa y una corrupción galopante que les facilitaban todo. Ante esos escenarios, el propio expresidente Miguel Alemán y un banquero muy poderoso llamado Luis Aguilar, homónimo del actor y cantante, lanzaron esta promoción urbanizadora de Ciudad Satélite, que contaba con el antecedente de Jardines del Pedregal, proyecto de la familia Bustamante y Luis Barragán que había sido un enorme éxito, apoyado a partes iguales por una urbanización relativamente novedosa y buena, y por una campaña publicitaria en la prensa que enfatizaba mucho la originalidad del sitio y la presencia del arte, en concreto de la escultura urbana.Era natural que Mario Pani, quien era el urbanizador, fuera, con su taller, el encargado del diseño. Y como era tan buen hombre de negocios, de inmediato pensó en prolongar un poco aquella experiencia de Jardines del Pedregal. Sin embargo, había grandes diferencias: por un lado, de escala, porque Ciudad Satélite era enorme, pretendidamente autosuficiente, mientras que el Pedregal tenía un carácter mucho más intimista; por otro lado, Ciudad Satélite estaba abiertamente hecha para el automóvil, con un diseño urbano a base de circuitos ininterrumpidos, continuos. Aun así, yo pienso que la idea de Mario Pani de hacer un gran símbolo escultórico para Ciudad Satélite nació del Pedregal, y fue muy lógico entonces que diera el encargo a Luis Barragán, quien a su vez invitó a Mathias Goeritz, del cual se había hecho íntimo amigo desde su llegada a la Ciudad de México —de paso a Guadalajara en octubre de 1949— y con el que había trabajado también los accesos monumentales del Pedregal. El dueto Barragán-Goeritz se complementaba con un hombre de una sabiduría y estéticas infalibles, Jesús Reyes Ferreira, especie de duendecillo que decía palabras maravillosas al oído y, cual rey Midas, convertía en oro todo lo que tocaba. Estoy convencido de que, durante muchos años los límites entre Barragán y Goeritz, y en menor grado también con Reyes Ferreira, estaban desvanecidos; sus obras se hacían casi en una triple coautoría. Son muchas las anécdotas de ese trío haciendo travesuras, forrando paredes con papeles de China de colores para ver cómo se veían, cubriendo ventanas con tablones. (Esto último se cree que lo hicieron incluso en la maravillosa casa criminalmentete desfigurada del Gringo del Moral, frente a la de Barragán, en Tacubaya; al parecer este proyecto tenía unos ventanales muchísimo mayores de los que quedaron, y en una ocasión que Del Moral no estaba, el trío llegó y tapó las ventanas para demostrar al arquitecto que la casa se veía mejor así).

Barragán, Goeritz y Reyes Ferreira vivían en una camaradería, una generosidad, una fraternidad en la que no aparecían envidias ni competencias, y en la que todos opinaban sobre la obra de todos. Por desgracia, esto después cambió y dio lugar a situaciones, desde mi punto de vista, muy tristes y trágicas.

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