
A diferencia de la complejidad que presenta Hegel o Kant, Friedrich Nietzsche (1844–1900) fue “un gran escritor” que supo interpelar a sus lectores mediante un género que practicó “con absoluta maestría”: el aforismo. Así lo determinó el crítico literario Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, durante la conferencia que ofreció como parte de su ciclo Grandes críticos literarios.
Con el título “Nietzsche y la literatura”, el colegiado se refirió al importante papel que jugó el filósofo y poeta alemán para la crítica literaria al poner al centro “el problema de la interpretación a partir de la frase ‘No hay hechos, hay interpretaciones’, lo cual hizo que se le arrojaran encima los defensores de la metodología científica, diciéndole, ‘señor, también hay interpretaciones falsas’”.
La mayoría de la obra de Nietzsche, afirmó Domínguez Michael, “se compone de fragmentos o de aforismos que son muy fáciles de leer, muy fáciles de memorizar, y extremadamente ambiguos a la hora de entender. Uno se puede quedar frente a los fragmentos de Nietzsche patidifuso, pero no es la complejidad que nos presenta Hegel o Kant, tiene una cosa que se llama estilo, que atrapa al lector, que lo arrulla, que lo asquea, que lo indigna, y que hace que se vuelva un problema para todos”.
Sobre todo, en la juventud, dijo, la escritura del alemán increpa al lector de la misma forma que lo hacen escritores como Fiódor Dostoyevski. “No en balde, Nietzsche se enamoró de Dostoyevski, de sus novelas, y, como Dostoyevski, murió en 1881.
“Nietzsche es un escritor que interpela y, sobre todo, interpela al lector joven, al adolescente, porque las preguntas que hace son muy sofisticadas. Cuando lo somos adolescentes, nos hacemos preguntas sobre el ser y la nada, sobre Dios y el mundo, sobre cuál es el sentido de la existencia terrena, sobre si hay una existencia celeste u otra vida, o en qué medida debemos obedecer los valores que la sociedad nos impone”.
A diferencia de otros filósofos, “como sería el caso de los filósofos de la izquierda, sobre todo de Marx y de sus discípulos, su crítica no va en contra de la estructura económica de la sociedad, que le tiene sin cuidado, sino va en la manera en que la conciencia religiosa ha encarnado en cada individuo. Y, curiosamente, en el siglo XX hay algo muy influyente que se llama nietzscheanismo de izquierda, que con mucho éxito agarró algo de Marx, algo de Nietzsche, e hizo una combinación muy exitosa, quizás la más exitosa de las combinaciones de este nietzscheanismo de izquierda sea Michel Foucault”.
En el aforismo, género que “practicó con absoluta maestría”, Nietzsche “se reconoce como un discípulo del moralismo francés. Es decir, los grandes autores del siglo XVII, como La Bruyère o la Rochefoucauld, que se expresaron, hicieron crítica de las costumbres morales, por eso se llaman moralistas, no en el sentido mexicano de moralinos o beatos, sino que ejercían la crítica de las costumbres, por eso eran moralistas”.
Estilísticamente, “Nietzsche es un escritor de aforismos, quizás el más grande de la historia. Todos los que han venido después, como Cioran o como el gran colombiano Nicolás Gómez Dávila, se reconocen deudores de Nietzsche. Él fundó un tipo de escritura que, de alguna manera, es inigualable. Así como un poema de Baudelaire es inigualable, o una novela de Balzac, bueno, los aforismos de Nietzsche, como literatura o como escritura, no tienen rival”.
No hay hechos sólo interpretaciones: un jingle que se repite
Una de las afirmaciones “más polémicas” de Friedrich Nietzsche “es una idea que ha sido como un jingle, que se repite y se repite por todos lados y que parece que corresponde al sentido común, que es aquella que dice: ‘no hay hechos, hay interpretaciones’, es una idea muy difundida”, señaló el crítico literario.
De acuerdo con Domínguez Michael, el intercambio que se genera entre quien defiende los hechos y quien afirma que se trata de una interpretación, “llevado a todas las áreas del pensamiento y de la vida humana es extremadamente interesante, porque pone el dedo en la llaga sobre dónde empieza y dónde termina nuestra interpretación del mundo: Yo puedo decir ‘la tierra es redonda’ y me pueden decir, ‘ah no, pues esa es tu interpretación’. ¿Y los astronautas que la vieron desde la luna o la astronomía moderna?, pero no deja de ser una interpretación”.
“Ahí es donde entra la ciencia dura y la filosofía analítica a decir: ‘no señores, hay hechos’, cuando llueve, llueve, de arriba para abajo; el Sol es una estrella, en el planeta Tierra sale todas las mañanas, una vez, 365 días al año; o la mayoría de los seres humanos tienen dos brazos y dos pies; o la mayoría de los estadios de futbol tienen dos porterías, etcétera”.
Así, “hay hechos de la realidad que parecen ser incontrovertibles, pero reduciendo al absurdo la afirmación de Nietzsche, pueden ser puestos en duda”. Ya en el terreno de la crítica literaria, la afirmación del filósofo alemán, explicó el colegiado, la obra artística resulta objetiva y susceptible de ser vista como algo único para cada lector, “si llevas esto a la teoría literaria, toda interpretación de la literatura es una interpretación más”.
“La categoría de verdad, de alguna manera fue expulsada por los nietzscheanos de la crítica literaria: o sea, no hay verdades en la crítica literaria. Quien llevó esto al extremo es el escritor francés Jacques Derrida, que aboga por la absoluta autonomía del texto: El texto es un fragmento que puede ser analizado, desconectado de todo lo que la rodea y generará una interpretación, y esa interpretación convivirá con otras interpretaciones”.
De esta manera, expresó, “la crítica literaria es entonces, o la teoría literaria, que es otra cosa, será entonces un combinado de interpretaciones que pelean, que entran en contradicción, pero que subsisten unas a las otras, conviven unas junto a las otras. Esto, en la vieja crítica literaria, provocó una reacción furibunda, en la literatura, como en cualquier otra cosa, hay hechos”.
“Las obras de Shakespeare, aunque no sepamos muy bien quién las escribió, lo cual en realidad no importa mucho, porque como decía Borges, las obras de Shakespeare las escribió alguien llamado William Shakespeare, en la época en que vivió Shakespeare, pero no cambia la realidad textual, de las obras dramáticas de Shakespeare o de los sonetos, y lo mismo ocurre con las novelas, pueden ser interpretadas de manera múltiple, pero sujetas a marcos de referencia que tienen que ver con la realidad”, dijo.
Creado el embrollo, “la importancia de Nietzsche para la crítica literaria es que puso en el centro el problema de la interpretación a partir de la frase ‘No hay hechos, hay interpretaciones’, lo cual hizo que se le arrojaran encima los defensores de la metodología científica”.
El otro elemento que tiene que ver con la literatura en el tiempo del poeta alemán, señaló Domínguez Michael, es que fue “un hombre extremadamente ligado al movimiento romántico”.
“Lo que Nietzsche tomó del romanticismo fue la esencia, es decir, que los valores de la sociedad burguesa y cristiana, si no habían sido pervertidos ni habían desaparecido, estaban sometidos a una dura crítica. Y por eso sus escritores favoritos fueron Stendhal, quizás el último de los moralistas franceses; el filósofo anterior a él, su maestro Schopenhauer y, finalmente, Dobstoyevski”.
La idea del romanticismo que tenía Nietzsche, que no es una sola, “era la posibilidad de reinterpretar infinitamente los hechos y reinterpretar la historia de algo que a él le parecía abominable, que era la cristiandad. Es decir, un movimiento que iba a las raíces del problema moderno, el problema del siglo XIX”, sostuvo el colegiado.
Para seguir con el acercamiento al personaje, la conferencia “Nietzsche y la literatura”, como parte del ciclo “Grandes críticos literarios”, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución: elcolegionacionalmx.