
Memoria de restauración
En la Ciudad de México, más de 250 fuentes, antiguas y modernas, han sido testigos silenciosos del paso del tiempo. Muchas han caído en el abandono, perdiendo su función y su belleza. En respuesta a esta realidad, en 2014 surgió Fuentes México, una iniciativa dedicada a la recuperación de estos espacios, devolviéndoles su esencia sin alterar su historia.
Uno de los proyectos más significativos dentro de esta misión ha sido la restauración de El Bebedero y El Campanario, dos fuentes emblemáticas ubicadas en Las Arboledas, conjunto residencial diseñado por Luis Barragán entre 1958 y 1961. Este lugar, concebido con una profunda vocación ecuestre, integró desde sus inicios el agua, la luz y la naturaleza en una composición atemporal.

El proceso de restauración se planteó a partir de dos preguntas fundamentales: ¿Qué significa restaurar? ¿Qué significa preservar? Restaurar no es simplemente reparar lo que el tiempo ha desgastado; es un acto de respeto, un diálogo con el pasado. Es devolverle a un espacio su dignidad original, permitiéndole seguir contando su historia con autenticidad.
La última vez que estas fuentes estuvieron en funcionamiento fue en 2002, durante la conmemoración del centenario de Barragán. Desde entonces, el abandono fue profundo. La restauración no solo buscó recuperar su funcionalidad, sino también resguardar la esencia de un paisaje diseñado para dialogar con la luz y el entorno.
La intervención en El Bebedero y El Campanario implicó un trabajo meticuloso para recuperar los materiales originales y garantizar la conservación a largo plazo. Entre las acciones clave se encuentran:
- Estabilización estructural de la pileta de la fuente de El Bebedero.
- Restauración de muros y aplanados, eliminando capas de pintura erosionada y recuperando su textura original.
- Reintegración de morillos, rescatando su función estética y estructural.
- Instalación de un sistema hidráulico moderno, asegurando el correcto flujo del agua.
- Conservación de los pavimentos, respetando su diseño original para mantener la armonía del conjunto.
Más que una restauración arquitectónica, este proyecto ha sido un rescate de la atmósfera y la experiencia sensorial que Barragán imaginó al concebir estos espacios.
En japonés, la palabra “Komorebi” (木漏れ日) describe la imagen de la luz del sol filtrándose a través de las hojas de los árboles. Este concepto es la esencia de El Bebedero y El Campanario, donde la interacción entre el agua, la sombra y el reflejo transforma cada instante en una composición efímera de luz y color.

Plaza del Bebedero: Un lienzo en movimiento
Ubicada al final del Paseo de los Gigantes, una avenida escoltada por eucaliptos centenarios de más de 30 metros de altura, la Plaza del Bebedero es un espacio donde el tiempo parece detenerse. Aquí, el muro que enmarca la fuente se convierte en un lienzo vivo, reflejando las sombras de los árboles a lo largo del día.
El agua, la luz y el sonido convergen en una danza silenciosa, amplificando la experiencia sensorial de quienes se detienen a observar. En este espacio, cada sombra proyectada es una obra de arte en constante transformación.
Plaza del Campanario: Intimidad y monumentalidad
Desde su concepción, la fuente de El Campanario fue ideada como un elemento central dentro del paisaje. Su cuerpo de agua rectangular, flanqueado por altos muros, genera una sensación única de intimidad y monumentalidad.
En el corazón de la pileta, una gárgola introduce el sonido continuo del agua fluyendo, creando una atmósfera envolvente que invita a la contemplación. Al atardecer, los reflejos del sol tiñen el espacio con tonos cálidos, mientras las sombras de los árboles se proyectan en los muros como una pintura viva.
Para Barragán, el agua y el color no eran solo recursos estéticos, sino elementos fundamentales en la creación de atmósferas y emociones. Su visión trasciende el tiempo, y con esta restauración se ha buscado preservar ese legado para las generaciones futuras.

Esta intervención no solo ha rescatado dos fuentes icónicas; ha recuperado un paisaje completo. Gracias al apoyo de Fundación Coppel, este proyecto ha sido posible, reafirmando el compromiso con la conservación del patrimonio arquitectónico y el fortalecimiento del espacio público.
La restauración de El Bebedero y El Campanario es una declaración de principios: preservar el patrimonio no es solo un acto de conservación, sino un compromiso con la memoria, la identidad y la inspiración que estos espacios continúan generando.
Con este proyecto, el agua vuelve a fluir, las sombras vuelven a danzar y la historia sigue viva.
Jorge Covarrubias
Marzo, 2025