
Antonio Machado fue elegido académico de la Real Academia Española (RAE) en 1927 pero nunca llegó a leer su discurso de ingreso. Casi un siglo después, la Academia celebrará un acto “simbólico” y de “homenaje” en el que se leerá el discurso que el poeta de ‘Campos de Castilla’ dejó inacabado.
El próximo 29 de abril, el actor José Sacristán se encargará de leer el documento, que será contestado con un texto de José Martínez Ruiz, Azorín, en boca del académico y dramaturgo Juan Mayorga, según ha informado la Real Academia Española.Joan Manuel Serrat ofrecerá un recital con poemas de Antonio Machado para cerrar el acto, que permitirá también exponer en Madrid ‘Los Machado. Retrato de familia’.
Antonio Machado no llegó a tomar posesión del sillón V, que había dejado vacante Miguel Echegaray, “debido a las circunstancias políticas de aquellos años”, según indica la RAE en su página web, aunque pudo haber otros condicionantes.Lo cierto es que el poeta tardó en ponerse a escribir y, cuando lo hizo, acabó dejándolo inconcluso, en 1931.
En una carta a Miguel de Unamuno, el escritor sevillano le comunicó sus reparos: “es un honor al cual no aspiré nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca, pero Dios da pañuelo a quien no tiene narices.”.En su discurso, publicado en la Revista Hispánica Moderna (Nueva York, XV, 1949), Machado dice no creer tener “las dotes específicas” del académico.
El poeta Ángel González, que le dedicó su propio discurso de ingreso en 1997 (‘Las otras soledades de Antonio Machado’), recordó “la falta de simpatía” de Machado por lo académico.Su hermano Manuel Machado, sin embargo, sí llegó a ingresar en la RAE. Fue elegido en enero de 1938 para ocupar la silla “N”, escribió en tiempo récord su discurso de ingreso, titulado ‘Unos versos, un alma y una época’ y lo leyó el 19 de febrero del mismo año.
Antonio Machado partió al exilio en enero de 1939 por el avance de las tropas franquistas. Empobrecido y enfermo, murió un mes después en la pequeña localidad francesa de Colliure, donde se conserva su tumba.En un bolsillo de su abrigo guardaba su último verso: “Estos días azules y este sol de la infancia”.