Cultura

Este sábado 26, a partir de las 10:30 horas, El Colegio Nacional organiza la Jornada por el Día del Niño y de la Niña: Letras y colores. El universo de Fernando del Paso. Habrá visitas guiadas, lectura dramatizada de un cuento de Del Paso y un taller de pintura textil. La cita es Donceles 104, Centro Histórico, CDMX.

La literatura infantil de Fernando del Paso

Autor Francisco del Paso. (Colnal)

Fernando del Paso (1935-2018) fue escritor de oficio de tiempo casi completo, dibujante y pintor en sus ratos de ocio, poeta los domingos y días festivos y dramaturgo cada Corpus y San Juan. Al menos así se concebía a principios de la década de los 2000, cuando reunió 2000 caras ilustradas para marcar el inicio de esta nueva era.

Del Paso nació el primero de abril de 1935 en la Ciudad de México. Su carrera profesional comenzó en el ámbito publicitario como copywriter de 1955 a 1969, años en los que también fue productor de radio y escritor para la BBC de Londres, y de 1985 a 1986, para la Radio France Internationale.

De 1986 a 1989 Fernando del Paso continuó en el otro lado del Atlántico como consejero cultural en la Embajada de México en Paris. Ese mismo año fue nombrado cónsul general, cargo que desempeñó hasta 1992, cuando volvió a México para asumir el puesto de director de la Biblioteca Iberoamericana Octavio Paz en la Universidad de Guadalajara, donde permaneció hasta su fallecimiento, el 14 de noviembre de 2018. Hombre cultural multifacético de finales del XX y comienzos del XXI.

Su primera obra, José Trigo (1966), se fermentó en sus años publicitarios y se concluyó gracias a la beca del Centro Mexicano de Escritores. También escribió Palinuro de México (1976) y Noticias del Imperio (1987), además de cuentos, sonetos, teatro y hasta un libro de recetas de cocina en colaboración con su esposa, Socorro Gordillo. Poco después, el 12 de febrero de 1996, ingresó a El Colegio Nacional con el discurso Yo soy un hombre de letras.

Para Del Paso, la familia, la cercanía, la unión, los sueños, así como la mirada hacia el porvenir, parecen ser temas importantes y recurrentes en su quehacer literario. Parte de su diversidad artística también miró a un sector de suma importancia en toda época, en todo tiempo y en toda sociedad y al que, con frecuencia y de forma errónea, no se le concede la seriedad que merece: las infancias.

Algunos datos sobre la niñez y los primeros acercamientos literarios de Del Paso los debemos a una entrevista con Dulce María Zúñiga, el 26 de septiembre de 2007 en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. En esta, recordaba que su interés por la literatura comenzó con la lectura de cómics dominicales como El príncipe valiente, Pancho Ramona y muchas otras historietas que hoy ya no existen. El pequeño Del Paso tenía un objetivo claro: leer esas historias por sí mismo, sin esperar que su padre se las leyera. Por eso, aprendió a leer rápidamente en su primer año de escuela.

Como recompensa, recibió su primer libro de regalo: una versión infantil de Las mil y una noches. “Evidentemente, muchísimo más breve que la edición regular, pero conservando la fantasía original. Esos cuentos, con su mezcla de culturas árabe y persa, llenaron mi vida de una imaginación muy especial”, recordó.

Un breve recorrido por su literatura infantil

Fernando del Paso escribió cinco obras dirigidas a la infancia, o al menos, cinco de ellas fueron publicadas. La primera, De la A a la Z por un poeta (Diana, 1988), es un ligero recorrido por el alfabeto donde la lingüística y poesía se entrelazan para enseñarle a los más pequeños la riqueza de las palabras en español.

La primera edición para la editorial Origen, publicada en 1990, incluye ilustraciones del madrileño Ignacio Junquera (1963), cuyo estilo recuerda a las coloridas miniaturas medievales. En sus páginas también se encuentra una dedicatoria: “Para los nietos que Socorro y yo tenemos: Ixel, Alejandro y Estefanía, y para los que vengan después”, además de un vocabulario con el uso de cada letra en diferentes palabras.

En 1990 —aunque algunas fuentes mencionan 1992—, Del Paso presentó Paleta de diez colores (CIDCLI), un libro donde la poesía y el arte visual se unen para acercar a los niños al universo de los colores. A través de cuartetas poéticas, el autor explora cada tono con ingenio y sensibilidad, mientras que las ilustraciones de Vicente Rojo (Barcelona, 1932), también miembro de El Colegio Nacional, potencian la imaginación de los lectores.

En 2002, Del Paso recurrió nuevamente a las metáforas visuales en Encuentra en cada cara lo que tiene de rara (Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2002), pero esta vez acompañó sus versos con sus propias ilustraciones. A través de relaciones juguetonas y divertidas despierta la alegría en los ojos infantiles y la sensibilidad en la mirada de aquellos más adultos, y con rimas como “De ensalada de espinaca/ tiene el pelo doña Urraca”, y “Vaya fuente de alegría/ ¡Con la boca de sandía!”, Del Paso nos muestra que la poesía, al igual que la vida, puede ser sencilla y llena de magia.

Fernando del Paso continuó escribiendo para niños en 2005, esta vez con el cuento Maricastaña y el ángel (CIDCLI), ilustrado por Aurora Escobar Cuevas y dedicado a sus hijas, Adriana y Paulina. El relato, profundo pero accesible gracias a la fantasía, une la ficción con ecos de la vida personal del autor.

Maricastaña, una niña curiosa, sueña con aprender a leer y escribir. Su padre le consigue un maestro del pueblo que le presta hojas, tinta y plumas. Cuando, ya sabiendo escribir, recibe su primera pluma como regalo de cumpleaños, se siente triste por haberla arrancado de un ganso y decide no volver a escribir si eso implica quitarle la dignidad a un animal.

Una noche, un ángel desciende y le ofrece sus propias plumas, asegurándole que a los ángeles no les duele perderlas. Maricastaña escribe sin descanso hasta dejarlo calvo y, como el ángel no puede regresar al cielo sin sus alas, convierte sus historias en un enorme papalote que lo lleva hasta las alturas. Cuando el ángel llega y deja caer los escritos sobre la tierra, cae tanta nieve como nunca. Al derretirse, emergen los seres fantásticos de sus cuentos, y dicen que Maricastaña siguió narrándolos a sus hijos y nietos, como si siempre hubieran estado allí, ante sus ojos.

Dos años después, en 2007, Del Paso escribió su último libro infantil, ¡Hay naranjas, hay limones! Pregones, refranes y adivinanzas en versos (CIDCLI), dedicados a su hijo Fernando, cuando era niño. La obra, ganadora del Premio de Literatura FIL, e ilustrada por “Josel”, representa un clásico material lúdico para los más pequeños, invitándolos a pensar, reflexionar, jugar con el lenguaje y encontrar lo extraordinario en lo cotidiano. El libro cierra con la definición de un término lingüístico complejo, transformado en una bella metáfora que facilita su comprensión: “El alfabeto pone los colores/ y las palabras son el arcoíris”.

La literatura infantil de Del Paso nos deja una valiosa enseñanza: el lenguaje es un juego, un descubrimiento constante y una poderosa herramienta para construir la identidad y alimentar la imaginación. Para él, leer no era una obligación ni una tarea solemne, sino una forma de disfrutar y explorar nuevos caminos: “Yo creo que leer es básicamente una diversión. No es algo tan serio ni tan solemne, es para divertirse. La palabra diversión significa salir de un cauce para tomar un atajo hacia lo diverso, alejarse de las vías y olvidarse de todas las cosas”, afirmó ese mismo año.

A través de su poesía, cuentos y una exploración única de la palabra, Del Paso enseñó que la literatura infantil tiene que ser un espacio donde la belleza, la reflexión y el aprendizaje puedan unirse con naturalidad. Su obra, pensada por y para las infancias, nos recuerda que el arte y la literatura pueden cambiar la realidad desde la niñez y que, en cada palabra, se puede abrir un camino hacia lo maravilloso.

Actividad. Cartelera de El Colegio Nacional. (Conal)

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