
La libertad en la obra de Cervantes se entiende desde el “trauma” de su cautiverio en Argel y desde la riqueza de sus personajes, inspirados en personas que conoció en aquella urbe “corsaria” y “cosmopolita” del siglo XVI, argumenta el hispanista argelino Benhafri Chakib, que recorre junto a EFE la gruta donde el afamado escritor intentó su tercera fuga.
Situada en un alto del barrio de Belouizdad, a las afueras de la Casbah -ciudadela otomana-, desde allí se divisa el puerto donde Cervantes fue vendido junto a su hermano Rodrigo en 1575 pero, a diferencia de los esclavos, podía moverse por las calles de una ciudad multilingüe, multiétnica y con una libertad de culto que “no existía en la otra ribera del Mediterráneo, describe Chabik.
En una época de “alta conflictividad” en el Mediterráneo occidental, entre el imperio español y el turco, y “de la limpieza de sangre” cuando España expulsó a los diferentes grupos étnicos, “Argel en el siglo XVI era el arca de Noé”.
Con 80.000 habitantes congregó a “moriscos, judíos, renegados, comerciantes, frailes y espías”, unos ingredientes que marcaron la producción literaria de quien se convirtiera en un escritor universal.
“Lleva al teatro muchas figuras de esta dimensión mediterránea, de esos hombres que se mueven entre las dos riberas. De la gente que va y viene”, valora el profesor de la Universidad de Argel.
El doble trauma del cautivo cristiano
El escritor y su hermano Rodrigo fueron apresados en 1575 cuando regresaban a España bordo de la galera Sol tras haber participado como soldados durante casi cinco años en diferentes batallas, entre ellas la emblemática de Lepanto (1571).
Con él llevaba una carta de recomendación de don Juan de Austria y del Duque de Sessa, que hizo pensar a su captor, Mami Arnaut, que Cervantes era un hombre importante. Entregado a un renegado griego conocido como Dali Mamí, su rescate fue fijado en 500 piezas de oro, una alta suma para entonces.
Hasta su liberación en 1580 intentó fugarse en cuatro ocasiones y fue en la tercera donde se escondió en una gruta, hoy visitable, con otros compañeros a la espera de un barco que llegaría de las Islas Baleares. Pero fueron delatados.
Sus cinco años de cautiverio marcaron su sentido de libertad, “uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos”, y como fiel creyente, su religiosidad en tierras musulmanas le llevaron a padecer el conocido como “doble trauma del cautivo cristiano”.
“Cervantes era un fiel cristiano que estaba manchado por la cultura musulmana. Tuvo que mostrar su fidelidad a la Iglesia”, como prueba ‘El trato de Argel’ (1582) acerca del cautiverio de los cristianos Aurelio y Silvia.
Una ciudad corsaria
Chakib aclara que aquella Argel no era una ciudad de piratas, como arrastra la leyenda de los turcos, ni de esclavos, ya que los cautivos europeos podían frecuentar tabernas y templos. Como hacía Cervantes, que se relacionaba con sus gentes.
“La Iglesia vivía de esa imagen de horror, de torturas, de esclavitud, para poder recaudar fondos en las sociedades europeas, tenían que transmitir el sufrimiento de estos esclavos”, dice.
Porque Argel era corsaria, una “actividad legal” que tenía en el cautiverio su mayor fuente de financiación, por lo que la mayoría eran liberados por rescates.
Como Cervantes, que fue liberado el 19 de septiembre de 1580, cuando su madre consiguió reunir el dinero y enviarlo a través de religiosos.
Durante su cautiverio, al escritor le llamó la atención la coexistencia de aquella ciudad, el “tejido social” que alimentaría sus obras y que hoy son “un testimonio de esa urbe cosmopolita”.
El baño de la Bernarda, donde estuvo apresado, ya no existe, pero es posible volver a aquel exotismo en el palacio otomano de Mustafa Pachá, tío de Hasan el Veneciano, regente de la ciudad entre 1577 y 1580 y amo de Cervantes durante sus últimos años de cautiverio. O en las serpenteantes callejuelas de la Casbah.
“Cervantes está en deuda con Argel como Argel con Cervantes”, considera Chakib, aunque reconoce que los argelinos apenas están familiarizados con sus obras, solo con su nombre.
‘Los baños de Argel’, ‘El gallardo español’ y ‘La gran sultana’ contienen elementos biográficos de aquellos años que para el hispanista rebaten la “imagen negra y negativa” que se construyó de la cuenca sur.
“Ese complejo lenguaje social ha sido una de la líneas de sus escritos literarios y un testimonio que sigue dándonos pistas de reflexión sobre lo que es la sociedad mediterránea”, valora.