Cultura

“Cuando era pequeña yo me decía que estaba en un país colonizado, lleno de violencia, brutalidad y racismo. Siempre me decía: no olvides que aquí, aunque te digan que es Francia, es África”, rememora

Hélène Cixous, premio Formentor 2025: “El nacionalismo es el enemigo”

Premio. La escritora Hélène Cixous. (Zenda)

Hablar con etiquetas de la francesa Hélène Cixous, premio Formentor 2025, es intentar tapar el sol con el dedo. Referente del feminismo francés, nacida en Argelia y descendiente de judíos sefardís y askenazís (procedentes de España y Alemania), ella misma se considera plural y afirma que el nacionalismo “es el enemigo”.

“Cuando era pequeña yo me decía que estaba en un país colonizado, lleno de violencia, brutalidad y racismo. Siempre me decía: no olvides que aquí, aunque te digan que es Francia, es África”, rememora en una entrevista con EFE sobre su infancia en Orán, donde nació en 1937.

Acompañada de sus dos gatos, Cixous vive en París, pasa sus veranos en el suroeste francés, y lamenta no haber aprendido el español, la lengua que sonaba en su casa y en todos los rincones de Orán. La misma que su abuela paterna usaba para regañarla, diciéndole que era su “jaqueca”.

“Soy varias desde el principio”, afirma, porque en ella habitan “una pluralidad, una multiplicidad y una heterogeneidad enormes”.

De su madre, cuya familia pudo huir a tiempo del nazismo, Cixous aprendió que “el nacionalismo era el enemigo” y que había que aspirar a ser “europeo”. Es algo que nunca dejó de pensar, ya que el nacionalismo, aunque ahora parezca reemerger, nunca se fue.

A los 87 años continúa escribiendo porque es su forma de existir, su voz es delicada y su pensamiento es agudo. El de alguien que a lo largo de casi un centenar de obras tocó todos los palos, desde la novela al ensayo, pasando por el teatro o la docencia.

Fue, de hecho, la fundadora en 1974 del primer centro de estudios femeninos dentro de una universidad europea (la de Vincennes, a las afueras de París).

Por esa amplitud de espíritu y de pensamiento recayó sobre ella el veredicto del jurado del premio Formentor, que Cixous recogerá en octubre en el Teatro Real de Madrid.

Ella admite que no conocía el galardón y que al principio, tras el primer mensaje que le planteaba si le gustaría postularse, fue casi como un “juego de pistas” en el que todo era secreto.

“Era como si se hubiera escrito en la época de la novela gótica del siglo XIX. Y en un momento dado me dije: ¿Existe este premio?”, recuerda entre risas, sin dejar de apuntar que es un reconocimiento muy “honorable”.

No es una mujer obsesionada con los premios, pero reconoce también que “la literatura necesita que se la ayude”.

Prueba de ello es que, en su caso, el Formentor servirá de excusa para reeditar su escrito más famoso, el manifiesto ‘Le rire de la méduse’ (‘La risa de la medusa’) de 1975, que volverá a las librerías españolas con el sello de Cátedra.

La medusa, una figura política

El manifiesto, un texto esencial del feminismo francés en el que Cixous llama a practicar la escritura femenina, una en la que las mujeres se apropien de sus voces -de las que han sido tan violentamente despojadas como de sus cuerpos- frente a la impostura masculina dominante en el discurso cultural.

Y no es tanto una escritura firmada simplemente por mujeres, sino una “que explota” y que de pronto “es libre”, precisamente porque siempre estuvo reprimida, y que vale en el fondo para todos los grandes poetas.

El manifiesto prácticamente tiene vida propia y resurge cada tanto, dice Cixous, como ahora en España.

 “Me di cuenta -razona- de que es un texto que tiene una fuerza muy singular y que efectivamente atraviesa el tiempo, el mundo y se encuentra en este país y en otro. Y eso es un signo del estado cultural, político y literario de esos países”.

Dicho de otra manera, la medusa se ha convertido, según la autora, en un personaje “que va más allá de la literatura”: es “una figura política” y es capaz de emerger incluso en la música, habitando en canciones.

Cuando empezó a escribir, en los años 60, apenas había mujeres que escribieran y menos que fueran figuras “notables” -con excepciones como Nathalie Sarraute o Marguerite Duras, precisa- y ella misma de niña, cuando sentía “la necesidad de escribir”, se decía a sí misma “¿pero quién te lo permite? Eres una chica”.

Desde entonces “ha habido un progreso fulgurante”, opina, con centenares de mujeres que son grandes escritoras.

“Lo cual no quiere decir -matiza- que la lucha por las mujeres esté ganada. No, vuelve a empezar cada veinte años. Cada generación tiene que empezar de nuevo y cada vez adopta una forma ligeramente diferente, dependiendo de la época y del país, porque es una cuestión cultural”.

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