Cultura

La 9 sinfonía de Beethoven: 200 años de una herencia espiritual de la humanidad

La alta sociedad Vienesa, presente en el recinto, le ha solicitado a Ludwig Van Beethoven, en la cumbre de su carrera musical, que les favorezca con el estreno de su más reciente obra

opinión

Ludwig Van Beethoven.

Ludwig Van Beethoven.

Imaginemos una noche de estreno, es el año 1824, la fecha 7 de mayo, el lugar el Teatro de la Corte Imperial de Viena que está a reventar. La alta sociedad Vienesa, presente en el recinto, le ha solicitado a Ludwig Van Beethoven, en la cumbre de su carrera musical, que les favorezca con el estreno de su más reciente obra. El compositor, completamente sordo ya desde hacía 20 años, accede al sentirse profundamente halagado y desiste de su deseo de hacer el estreno en Berlín, ciudad que consideraba tendría un gusto más afín a su estilo musical.

Tan solo después de dos ensayos generales la orquesta está lista para interpretar por vez primera la partitura que sería inscrita, en el 2001, en el Registro Memoria del Mundo por la UNESCO y consagrada como herencia espiritual de la humanidad. En el escenario frente a la orquesta, que por la complejidad de la obra ha debido combinar a la orquesta del teatro imperial, a la de la Sociedad Musical de Viena y complementarse con instrumentistas adicionales, se encuentran dos directores: el propio compositor y el maestro de capilla del Teatro Imperal, Michael Umlauf, quien será el conductor ante la efusiva pero confusa dirección de Beethoven.

La pieza consta de varias innovaciones en la música de concierto, a saber: la obra trastoca el orden clásico de los movimientos y añade un quinto movimiento: un coral, algo totalmente inusitado en piezas sinfónicas y el cual se consagrará, desde esta noche histórica, en la composición más destacada de la musica occidental: el Himno a la Alegría.

Dato curioso, de las dos cantantes principales del coro, personalmente seleccionadas por Beethoven, una de ellas, la soprano Henriette Gertrude Sontag, años más tarde será la primera persona en interpretar al Himno Nacional Mexicano al ser elegida para estreno el 15 de septiembre de 1853 en el Teatro Santa Anna. La gira de una de las más reconocidas cantantes de su tiempo culminaría en una trágica muerte por cólera algunos días después en nuestro territorio nacional.

Pero regresemos a la noche vienesa, a esa pieza, a la inspiración de su origen y a las profundas implicaciones de su trascendencia.

A lo largo de la vida de Beethoven, Europa estaba atravesando cambios políticos profundos, convulsos y dramáticos. El colapso del Sacro Imperio Romano, la agitación de la Revolución Francesa, el ascenso y caída de Napoleón, la separación de las colonias americanas de Gran Bretaña y el nacimiento de la Revolución Industrial sucedieron en su tiempo de vida. En una carta escrita por Beethoven en 1800 a su amigo Franz Wegler se evidencian las inclinaciones liberales de Beethoven: “en tanto la prosperidad de nuestra patria haya mejorado, entonces mi arte deberá dirigirse hacia el beneficio de los pobres. ¡Oh momento feliz y qué afortunado me considero de poder contribuir a este objetivo, de poder realizarlo yo mismo!” Beethoven se veía claramente a sí mismo como parte de un movimiento para mejorar la condición humana.

De este espíritu apasionado y benéfico se entiende que haya encontrado en el poema “An die Freude” (A la Alegría) de Friederich Schiller la inspiración para conjugar un himno no solo a la felicidad como un sentimiento o una emoción pasajera, sino al estado trascendente de liberación de las diferencias y los desacuerdo, donde las ideas de armonía universal respondieran a la alta misión de conquista de los ideales de la fraternidad romántica y la unión eterna con un destino divino.

Al poema original Beethoven agrega una estrofa inicial:

¡Oh amigos, dejemos esos tonos!

¡Entonemos cantos más agradables

y llenos de alegría!

La idea es clara, por encima del pesimismo que impera en épocas de confusión y conflicto, el la voluntad del espíritu, el cambio de animo la puerta a la trascendencia del malestar que nos hunde en la pesadumbre.

¡Alegría, hermoso destello de los dioses,

hija del Elíseo!

Ebrios de entusiasmo entramos,

diosa celestial, en tu santuario.

Tu hechizo une de nuevo

lo que la amarga costumbre había separado;

todos los hombres vuelven a ser hermanos

allí donde tu suave ala se posa.

Se penetra en la alegría apasionadamente y en ese sentimiento compartido se reúne lo que las morales, las creencias disímbolas y las polarizaciones ideológicas habría desunido, ya que la esencia de lo humano es la relación fraterna en el reconocimiento común.

La poderosa lírica y la contagiosa armonía del quinto movimiento, el Himno a la Alegría, conmovió no solo a la audiencia del Teatro Imperial que reaccionó eufórico y ovacionó extasiado al autor. El mensaje y la música se viralizaron por el mundo manteniendo su actualidad y vigencia 200 años después y, esperanzadoraente en tanto haya humanidad, por miles de años más.

A lo largo de la historia desde el estreno de la Novena Sinfonía múltiples movimientos e ideologías políticas han buscado apropiarse del Himno para suscribir a su causa, algunos francamente tergiversando su mensaje considerando que el concepto de hermandad solo podría aplicarse a la igualdad de raza o credo, a la adscripción nacionalista o bandos políticos. Tanto el nazismo hitleriano como el estilismo comunista buscaron apropiarse de la obra para su propio beneficio, pero el poder de la obra superó esos intentos reduccionistas.

En 1971 el comité permanente del Consejo de Europa declaró que la Novena “es representativa del genio europeo y era capaz de unir los corazones y las mentes de todos los europeos”. El Consejo convirtió la melodía de la “Oda a la Alegría” en el himno oficial europeo. Sin embargo, incómodo con la idea de un himno alemán para una identidad paneuropea, el Consejo decidió tener un himno sin palabras.

Pareciera así que la fuerza espiritual de la Novena escapa a toda intención de constreñimiento ideológico, que como todo gran arte alcanza la universalidad al evidenciar una vida propia que escapa a las intenciones mismas del autor y sus circunstancias.

¿Fue el tiempo de Beethoven una era de concordia y paz mundial más estable, menos desigual o violento que el nuestro? ¿Careció de conflictos y desacuerdos políticos o ideológicos? ¿Estuvo libre de guerras, injusticias o tragedias colectivas?¿Es nuestro presente diferente en esencia a las complejidades del siglo XIX? ¿Conserva vigencia el poder del Himno a la Alegría en su música y la fuerza del poema romántico para superar el actual estado de desunión social y polarización ideológica?

Se antojan múltiples respuestas, pero me resulta imposible negar que a la escucha del himno, ya sea en sus versiones sinfónicas, desprovista o no de letra o popularizada a través de las adaptaciones traducidas a lenguas democráticas y locales; algo se conecta y cambia, algo se eleva y crece en al alma y transmuta en el ambiente. Por unos minutos la vida renueva la esperanza en la utopía de la reconciliación humana se hace posible: la resolución de los conflictos, el reconocimiento de la dignidad de las personas, la reconciliación de las enemistades.

Este 7 de mayo celebremos nuestra humanidad escuchando la Novena Sinfonía, porque todos tenemos derecho a la esperanza, la alegría y la concordia. Es en ese tiempo de mayor conflicto cuando debemos recordar que, como diría Fichte, “El propósito de la vida no es solo encontrar la felicidad, sino darle un significado”, y ese significado pasa por unir nuestra voluntad a la de nuestros semejantes en la conquista del bienestar común y la reconciliación de las diferencias artificiales que nos separan.

*Dr. Luis Alonso Herrera Montalvo

Doctor en Investigación Biomédica por la UNAM. Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y la Academia Nacional de Medicina. Desde 2003 ha ocupado puestos directivos en el Instituto Nacional de Cancerología (INCan) así como en el Instituto Nacional de Medicina Genómica de la Secretaría de Salud, entre otros. Actualmente es Decano en la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, TecSalud del Tecnológico de Monterrey