El historiador Alfredo López Austin (Chihuahua, 1936- Ciudad de México, 2021) falleció el día de ayer a los 85 años de edad. Fue investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y un importante estudioso de la antigua religión mesoamericana y de sus representaciones simbólicas.
La muerte del autor de Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitología mesoamericana y El conejo en la cara de la Luna. Ensayos sobre mitología de la tradición mesoamericana fue hecha pública por su hijo, el arqueólogo y director del Proyecto Templo Mayor, Leonardo López Luján.
“Och bi: ingresó al camino, inició su ruta... Con profunda tristeza, Martha Rosario Luján, sus hijos, nueras y nietos hacen de su conocimiento la culminación de la vida plena y fructífera de este hombre excepcional”, escribió en Twitter.
Alfredo López Austin fue un investigador de las manifestaciones míticas y rituales del mundo prehispánico, en sus trabajos siempre reflejó interés por entender la cultura mesoamericana desde la visión indígena.
En sus propias palabras, fue un hombre que miró su vida como un árbol al que cuidó lo mejor que pudo.
“Hago el balance frente a mi árbol: muchos números rojos; muchos negros; los negros superan a los rojos. ¡Estoy contento! Es que el árbol se dio en buen terreno: un bosque tupido, de oxígeno denso. Lo cuidé mejor que peor, y mucho mejor que peor lo rodearon los árboles vecinos. Me fue bien y el deseo que me queda es que igual les vaya a los siguientes, a los que siguen”, escribió el historiador a petición de su amigo, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, en el libro Alfredo López Austin. Vida y obra.
El también Premio Nacional de Artes y Literatura 2020, en el campo de Historia, Ciencias Sociales, siempre recordó Ciudad Juárez, su tierra natal donde pasó su infancia, adolescencia y juventud temprana.
“Cuando el diálogo del desayuno se vuelve nostálgico, Martha y yo recordamos también aquel año 1947, en particular un día tranquilo y caluroso de finales de mayo. Un error de los americanos al estar experimentando con sus armas destructivas dejó escapar un misil balístico V2 (en su versión B1-Hermes). La enorme bomba nos cayó en el desierto, en un lugar próximo a la ciudad, y el impacto, además de su estruendo, cimbró la tierra, rompió vidrios y derrumbó algunos viejos muros”, narró.
El pánico desató nuestras más descabelladas suposiciones —no faltó el Diablo— y nos lanzamos a la calle para descubrir la naturaleza, el lugar y los daños mayores causados por el desastre, recordó en el libro coordinado por Eduardo Matos Moctezuma y Ángela Ochoa.
En esa autobiografía, López Austin reconoció una gran deuda con sus profesores de secundaria y preparatoria, lugar donde escuchó a Carlos Graef Fernández explicar qué es un átomo y donde conoció la virtud del violinista Yehudi Menuhin.
A sus maestros de secundaria y preparatoria, les agradeció su formación. “Mi deuda es enorme y son muchos ellos, los acreedores. He ido pagando; pero sé que ya no podré cubrir toda la deuda. Terminaré como un deudor, pero no me preocupo: es de las deudas largas, ‘deuda de larga duración’. Otros que vengan pagarán por mí. Como dijo el sabio Perogrullo: siguen los siguientes”.
ADIÓS A UN MAESTRO. Guilhem Olivier, historiador de la UNAM, expresó que López Austin es uno de los investigadores más importantes de la segunda mitad del siglo XX e inicios del siglo XXI para la historia de los pueblos indígenas de México.
“Destacó la importancia de la lengua náhuatl para conocer la cosmovisión de los pueblos nahuas y la importancia del trabajo multidisciplinario, es decir, utilizando a la vez la arqueología, la historia, la lingüística y la antropología, lo cual fue novedoso porque fue uno de los primeros investigadores que usó la etnografía para conocer el pasado”, recordó.
Patrick Johansson, historiador de la UNAM, lamentó la noticia y expresó sus condolencias a la familia.
“El doctor López Austin fue uno de los más destacados investigadores del mundo indígena prehispánico. A través de sus obras, escritor, y de sus alumnos cambió notablemente la imagen que tenemos del mundo indígena. Tamoanchan y Tlalocan es una de las obras que me marcaron. Todo el departamento de historia y de estudios mesoamericanos de la UNAM estamos de luto”, dijo.
Manuel Hermann Lejarazu, investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), destacó que López Austin heredó un concepto fundamental para los mexicanos: la cosmovisión.
“Comprendió la parte más importante del pensamiento religioso mesoamericano, fue una aportación fundamental. Observó que todos los modos de vida, de creencias y de organización social funcionaban alrededor del concepto de cosmovisión, él lo acuñó y aplicó a todas las sociedades mesoamericanas. Nos ayudó mucho para ir explorando en otro tipo de documentos y manifestaciones sobre todo, en mi caso, en los códices mixtecos”, destacó.
La directora del Museo Templo Mayor, Patricia Ledesma, señaló: “hoy todos nos quedamos huérfanos. Profesor ejemplar. Académico riguroso comprometido y enamorado del mundo prehispánico”.
La historiadora del arte, Diana Magaloni, agradeció la dedicación que el historiador dio a sus alumnos. “Fue también un profesor dedicado y nos entregó en sus clases su conocimiento. Su ejemplo como persona fue también determinante en las vidas de sus estudiantes. Vive en nosotros sus alumnos”.
Claudio Lomnitz, antropólogo y miembro de El Colegio Nacional, comentó que Alfredo López Austin fue un investigador enorme, “y nos va a hacer mucha, mucha falta”.
Cuauhtémoc Medina, curador en jefe del MUAC, destacó que el país perdió a uno de los pensadores más importantes.
“Alfredo López Austin transformó de raíz nuestra idea del pensamiento mesoamericano, el entendimiento de lo que llamamos mito, y la comprensión de las ideas del cuerpo en el mundo náhuatl. Pocos académicos han vivido con mayor congruencia la intención de sumar ética, saber y política; pocos han tenido más respeto por el interlocutor, el vivo y el que pervive en los textos. Mi pesar a Marta Luján, sus hijos Alfredo y Leonardo, sus familiares, y muchos que le debemos”, dijo.
MIRADA CRÍTICA.
En entrevista con Crónica, Alfredo López Austin expresó que la educación es la vía por excelencia para la formación nacional de cualquier país y se autodefinió como alguien sin atracción por la historia de bronce, por tanto, pensaba que el gobierno tiene tareas más urgentes que instalar nuevas esculturas sobre Avenida Paseo de la Reforma.
“La educación, en todos sus niveles, es la vía por excelencia para la formación nacional de cualquier país. Por medio de una formación educativa bien encauzada, el ser humano, como colectividad y como individuo, adquiere su dignidad, la conciencia de su pertenencia y responsabilidad sociales, la libertad de criterio para ser el propio conductor de su destino, el amor a la ciencia y al arte, y muchas otras facultades que le permiten convertirse en un ciudadano capaz de dirigir, desde su base social, un país verdaderamente democrático”.
La profesión de la historia tiene muchos y diversos fines, y cada fin abre un abanico de vías de ejercicio, dijo.
“Cada historiador es libre de elegir fines y vías. Nunca me ha atraído la historia de bronce, que es la de los héroes y villanos, las fechas conmemorativas y efemérides, las fiestas y celebraciones. He preferido la historia de la creación del pensamiento humano, con base en la idea de la diversidad de las tradiciones culturales, misma idea que aparta de la concepción hegemónica de una sola forma de pensamiento válida”.
Despiece
Educación
La formación académica
De Alfredo López Austin
Alfredo López Austin estudió derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, se interesó por la historia prehispánica y la lengua náhuatl. Realizó su tesis La constitución real de México- Tenochtitlan (1960). Después de ejercer pocos años la abogacía, se decidió por la historia, así que inició la licenciatura, maestría y doctorado en dicha disciplina. En ese momento se convirtió en un lector de la obra de fray Bernardino de Sahagún.
Su tesis de maestría Hombre-dios (1973), aborda la estrecha relación entre poder y religión, mientras que su disertación doctoral Cuerpo humano e ideología (1980), explora la relación del hombre prehispánico entre cuerpo, sociedad y cosmos.
Además de ser investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, fue profesor invitado y conferencista en París, en la École des Hautes, Études en Sciences sociales y en el Institut des Hautes Études de I´Amérique Latine, así como en Japón.
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