Cultura

Antropofagia y descarne mexicas son identificadasen el Templo Mayor

Investigadores del INAH hallan restos de huesos hervidos de humanos y animales que además serían empleados para elaborar artefactos autosacrificiales

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 Cráneos y fragmentos óseos hallados en la Ofrenda 151
No debemos desdeñar la posibilidad de que las cabezas hayan sido cocidas para facilitar su descarne y esqueletización, dice Karina López. No debemos desdeñar la posibilidad de que las cabezas hayan sido cocidas para facilitar su descarne y esqueletización, dice Karina López. (INAH)

La identificación y análisis de huesos hervidos de humanos y animales que fueron colocados en 20 depósitos del recinto sagrado de Templo Mayor, hoy zona arqueológica, evidencian prácticas rituales de antropofagia, de descarne y de elaboración de artefactos autosacrificiales por parte de los mexicas. Así lo detalló Karina López Hernández, arqueóloga e integrante del Proyecto Templo Mayor del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

“Son restos óseos excavados en diferentes momentos, una parte fue hallada en la primera temporada de exploración (1978-1982) bajo la dirección de Eduardo Matos Moctezuma, mientras que un segundo grupo procede de las excavaciones entre la séptima y novena temporada bajo la dirección de Leonardo López Luján. Sumamos a nuestra colección de estudio un par de depósitos rituales explorados durante el Proyecto de Arqueología Urbana bajo la coordinación de Raúl Barrera”, destacó la experta.

De los restos óseos hervidos identificados, 10 fueron localizados en el recinto ceremonial Templo Mayor, nueve en la Plaza Oeste y uno en el Edificio J, comentó la investigadora durante el Coloquio Coyolxauhqui, organizado por el Museo Templo Mayor.

“Estaban concentrados en la capilla del dios Huitzilopochtli, lo cual tendría lógica porque los huesos localizados pertenecen a individuos que fueron sacrificados, además encontramos artefactos con huesos de animales que también eran utilizados para rituales de autosacrificio”, dijo.

Para analizar los huesos hervidos, López Hernández dividió la muestra en restos humanos y de animales. En el caso de humanos, fueron registrados en diez depósitos y corresponden a nueve cráneos de tzompantli, siete mandíbulas, tres máscaras-cráneo, dos cráneos efigie y más de 2 mil fragmentos de cráneo localizados en rellenos constructivos.

En el caso de huesos de animales fueron localizados en 12 depósitos y se trata de 38 punzones elaborados con huesos de lobo, jaguar, puma, venado y águila; los huesos que estaban fragmentados se ubicaron en relleno constructivo sin que se logre aún identificar la especie; y 123 huesos corresponden a un esqueleto incompleto de jaguar.

“El hervido de huesos, en Tenochtitlan, se llevaba a cabo en cuatro momentos específicos: en las ceremonias en honor el dios Mictlantecuhtli y al Sol; en la celebración del Fuego Nuevo, en la fiesta de las veintenas; y a veces se llevaba a cabo en algunos funerales de ciertos personajes importantes”, detalló la arqueóloga.

Por ejemplo, para la fiesta de Mictlantecuhtli, las fuentes históricas mencionan que la cocción se llevaba a cabo en diferentes vasijas, que la carne era repartida entre personajes principales quienes expresaban que la carne humana tenía un sabor especial y que era muy deseada por los personajes de alto rango.

“Este acto también se realizaba cada 52 años con la ceremonia del Fuego Nuevo, una de las ceremonias principales que se llevaba a cabo un número de sacrificios y el consumo ritual de la carne de estos individuos. Y el periodo en donde más se efectuaba la cocción de individuos era la fiesta de las veintenas que las fuentes históricas indican que en siete de ellas se realizaba la cocción”, expresó López Hernández.

En esas ceremonias se consumían mujeres, esclavos, cautivos de guerra y a representantes de deidades como Xipe Tótec, Tezcatlipoca y Chicomecoatl.

“Sobre los sitios de cocción, las crónicas nos indican que uno de los lugares era el calpulli, donde el cuerpo del individuo sacrificado era llevado y puesto a cocer. El captor no consumía la carne del cautivo, pero consumía la carne de otros cautivos. El consumo se llevaba a cabo por familiares y amigos del guerrero”, destacó.

En el recinto sagrado Templo Mayor había dos edificios donde se hacía la cocción: un cuauhcalli o casa de las águilas (que aún no se ha identificado) y en el adoratorio Ácatl Yiacapan Hueicalpulli. Los ingredientes con los que se preparaba la carne eran: chile, sal, maíz y flor de calabaza.

“Podían ser ingeridos por comensales selectos, entre éstos, el tlatoani, la nobleza, los sacerdotes, los mercaderes y los guerreros”, indicó López Hernández. La arqueóloga explicó que casi no existen relatos sobre el destino de los huesos una vez consumida la carne, sólo hay algunas descripciones sobre fémures y cráneos.

“Al fémur después de consumirlo, el captor colocaba un poste de madera en medio del patio de su casa en cuyo extremo colgaba, con ayuda de una soga, el hueso descarnado, decorado con papeles y una máscara. La cabeza podía quedarse con los sacerdotes que habían hecho el ritual o con el dueño del cautivo, que se llevaba el cuerpo y regresaba el cráneo con los sacerdotes del templo, por eso entendemos la localización de cráneos (y no el resto de los huesos)”, dijo.

López Hernández infiere que algunos de los huesos analizados provenían de banquetes antropofágicos. “No debemos desdeñar la posibilidad de que las cabezas hayan sido cocidas para facilitar su descarne y esqueletización para realizar modificaciones posteriores”.

Sobre los huesos hervidos de animales, la especialista señala que demuestran consumo alimenticio con fines medicinales y elaboración de artefactos. Los mexicas ingerían aves, conejos, tlacuaches, serpientes, venados, peces y perros, especies que eran preparadas con chile, tomate, pepitas de calabaza molida y maíz.

“La cocción de felinos se realizaba con fines rituales y curativos, de acuerdo a lo descrito por Sahagún no tenían buen sabor, causaba ardor en la boca y en la garganta, (la carne) era un poco amarga, pero útil para dar fortaleza al tlatoani. Los restos del jaguar hallado en la ofrenda 126, es posible que hayan sido empleados para este tipo de prácticas”, indicó. 

De acuerdo con la arqueóloga hay evidencias de huesos hervidos, en su mayoría de animales, en Tlatilco, Teotihuacan, Xochicalco, Calakmul, Tikal, Cantona, Cuautitlán y Zultepec. Esos restos óseos se usaban para manufacturar punzones, agujas, cinceles e instrumentos. “En Oaxaca y algunos sitios del centro de México se menciona que se utilizaba el fémur hervido para la manufactura de omichicahuaztli”.

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