El mundo está lleno de paredes pintadas, pero no todo es muralismo. “Si hablamos de arte urbano, yo tengo unas 30 obras en la calle, y ahí están, pero yo hago muralismo mexicano, que es nuestra esencia”, declara Ariosto Otero Reyes (1949).
Este año, Ariosto cumple 43 (años) haciendo “solamente muralismo”.
“Mi obra es muy limitada”, confiesa. “Hago muy poca obra de caballete porque me gusta, porque no quiero perderla, hago un poco de grabado, algo de escultura, pero no me queda el tiempo porque el mural me atrapa. Así es que lo único que tengo son los murales”.
Admite que podría venderlos en forma de fotografía, o algo así, “pero no puedo ir más allá… a menos que alguien me diga, bueno, le compro el muro y se lo llevaran con grúa”.
Además de sus obras en Argentina, Colombia, Paraguay, Guatemala, Ariosto Otero Reyes es particularmente conocido por sus múltiples murales en la delegación Magdalena Contreras y el Metro de la Ciudad de México.
En 2014, la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México decidió reconocer su trayectoria y alrededor de 26 de sus obras como Patrimonio Cultural de la Ciudad de México; “Monstruos de fin de milenio”, (estación La Raza del STC Metro) y “Los pueblos no guardan memoria”, (estación Xola del STC Metro), entre ellas.
“Lo que queda en la calle no tiene nada que ver porque lo que se hace con la conciencia del muralismo es otra cosa diferente al paredismo. Hay talento en los muchachos, el arte urbano es bonito, viste las calles y eso, pero no tiene nada que ver con el muralismo, es el diseño urbano y ya, se acabó”, opina Ariosto, entre bocetos, sentados en su taller.
Sus obras tienen relieve, están hechas con distintos materiales y, según asegura, no trata de apropiarse de nada que venga de afuera.
“Tengo una raíz profunda mexicana, que es lo que me hace que la obra funcione. Están hechas con el sistema de lo que somos nosotros, entre 1700 años de muralismo. Lo otro es la transculturación: pintar manotas, cabezotas, cosas lindas de color, no es el muralismo, ese es el arte urbano y está bien”.
Para él, lo que hace al muralismo no son los símbolos patrios o las caras de próceres o de mujeres que se plasman para recordarnos temáticas sociales.
Tampoco es el tamaño, ni los materiales lo que definen que algo sea un mural, sino un conjunto de estructura creativa y códigos necesarios “para mostrar que no es una pintura grandota, sino que es una película fija, narrativa y escenográfica”.
“Si no tienes esa narrativa, es un cuadro grandote. Se pueden pintar mil kilómetros, si quieres de pintura en una barda, en una calle y seguirá siendo una pared grandota pintada”.
Asegura que una hoja tamaño carta puede contener un mural, “pero la cuestión es el visual, porque se multiplica dimensionalmente en la construcción arquitectónica del espacio visual”.
Ariosto opina que México no tiene más que ofrecerle al mundo que cultura. “El oro y la plata ya se la robaron y el petróleo también. Entonces el ataque más bien es a la cultura y la cultura es identidad”.
En términos de lo que el muralismo significa para la identidad mexicana, Ariosto apunta que en el estado de Guerrero, en nuestro país, están los primeros vestigios de pintura al fresco, que datan de más de 3 mil 700 años.
“De ahí viene el muralismo mexicano. La cuna del muralismo universal es México, con todas las pruebas”.
“La vestidura de los templos, de las pirámides, de las estelas, o era pintura al fresco o eran estucos -que es lo que yo estoy usando- relieves de estucos hechos con pegamento, con óxido de la tierra, con arena, con cal, eso era el vestimiento y ese es el muralismo y seguimos en esa misma línea”, continúa.
ATENTADOS AL MURALISMO.
El muralista destaca la participación de algunas autoridades en el rescate de sus murales, como fue el caso en la Alcaldía Magdalena Contreras. Sin embargo, parece haber una falta de interés por parte del resto de autoridades culturales del gobierno, según acusa Ariosto.
“O sea, porque a veces mi obra la protejo yo mismo, que no es justo”.
Como ejemplo, apunta que en 2008 realizó un mural en el Mercado Melchor Múzquiz (San Ángel, CDMX), el cual actualmente se encuentra abandonado y lleno de mugre.
“Están grafiteadas las columnas, tiene golpes. Le hablé a la alcaldesa y dijo no, está muy bien. Yo lo veo perfectamente bien. Así es la respuesta. El despotismo y el menosprecio por el muralismo fluye por todas partes”, se queja.
-Cuando llamaste a la alcaldesa para pedirle que le echara un ojo, ¿cuáles son las medidas que esperabas para cuidar tu trabajo?
“No espero nada. Si me pongo a esperar, no hago nada. Durante la pandemia, toda la pandemia, me la pasé encima de los andamios, hice seis murales: los muros de la Secretaría de Gobernación, en Bucareli, tienen más de mil metros y son seis murales míos”, responde y adelanta que se encuentra trabajando en el Planetario de Ecatepec: 480 metros.
“Yo estoy trabajando sin esperanza ninguna. No estoy a la espera de que me den, me apoyen. No, yo sigo en el muralismo, tengo una responsabilidad con mi país, con la sociedad, con el pueblo y con el mundo, por eso hago muralismo”.
-¿Consideras que el muralismo es una responsabilidad?
“El muralismo es una responsabilidad de los mínimos, porque también hay que decir que somos una especie en extinción, y es una responsabilidad seguir con la línea del muralismo. Se podrían contar con los dedos, no es cierto que por ahí dicen que hay cientos de muralistas, ¿dónde? Yo no los veo por ninguna parte, veo gente que está haciendo arte urbano, cosas así grandes, pero no quiere decir que sea mural”.
PLANETARIO EN ECATEPEC.
Uno de los posibles nombres para el planetario es “Ehécatl”, como el parque donde se ubica. Sobre este proyecto en proceso, Ariosto comenta que lleva casi un año trabajando en él y posiblemente se inaugurará en agosto.
“Hice mi códice: el códice Ariosto Otero, 480 metros sobre la cosmogonía de los antiguos mexicanos. Me falta el 5%, tengo un equipo de albañilería importante y en lo de mosaico tengo un magnífico asistente”.
-¿Cómo es tu rutina de trabajo? ¿Tu relación con la inspiración?
“La inspiración es permanente. No necesito que venga la musa, vive conmigo y estoy en el mural y eso es lo que hago. Entonces mi rutina no es una rutina, es una forma de ser, es una forma de pensar y actuar, frente al mural y frente a la vida misma”, responde Ariosto.
Agrega que escucha música clásica todo el día. “Si las cosas van muy bien en la tarde oigo corridos -antiguos corridos, no la apología del desastre y de la muerte, no me gusta- , oigo boleros, sobre todo música clásica, ópera. De las 24, por lo menos puedo hacer 20 horas de música clásica todos los días”.
Y asegura que no le afecta si desayuna poco o no desayuna porque no hay tiempo, o si come poco o a veces tampoco tiene tiempo. “No hay hambre, no hay desesperación”.
“Se entra en el Nirvana, casi, y entonces todo está tranquilo. Las cosas cotidianas seguramente serían las que más molestan, ¿no? Esas pequeñas cosas, como que de pronto hay que ir a pagar el agua”.
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