
Un ejemplo de globalización en época prehispánica es Aztatlán, una red de asentamientos articulados alrededor del siglo X al XII de nuestra era, abarcando las regiones del Occidente y parte del Noroccidente de México, desde Colima, Michoacán, Jalisco y Nayarit, hasta el sur de Zacatecas, centro y sur de Durango, y Sinaloa.
Los patrones de asentamientos, la producción de metales, las representaciones simbólicas en cerámica, así como el intercambio de bienes son analizados en el libro “Aztatlán. Interacción y cambio social en el Occidente de México ca. 850-1350 d.C.” a través de 12 artículos escritos por 13 arqueólogos, entre éstos, los coordinadores de la obra: Laura Solar Valverde y Bren A. Nelson.
“Los sitios de la red compartieron muchos elementos de su cultura material, a la vez distinguiéndose de otras regiones. Sin embargo, no se trata de un sistema aislado, sino que a una escala suprarregional esta red se articuló con otras, lo que permitió que algunos materiales y conceptos transitaran por todas estas áreas que alcanzar una distribución que llegó hasta el suroeste de los Estados Unidos y el norte de Sudamérica”, explica Solar Valverde.
La investigadora del Centro INAH Zacatecas detalla que los bienes de alto valor como los metales, la turquesa y la concha, alcanzaron esa distribución macrorregional.
Algunos artículos del libro coeditado por El Colegio de Michoacán A.C. y Arizona State University analizan la vida de las sociedades costeras quienes aprovecharon la flora y fauna marina.
“Son evidencia de una adaptación exitosa al medio por parte de estas comunidades, a partir del aprovechamiento óptimo de los recursos naturales para el autoconsumo, pero también mediante la obtención de bienes que eran comerciados tierra adentro, como la sal y alimentos como pescado, moluscos y frutos tropicales”, señala la arqueóloga.
Las sociedades costeras desarrollaron técnicas complejas para la obtención de recursos marinos, que en algunos casos demandaban buceo profundo, como es el caso del caracol Strombus gigas sp., apreciado por su valor simbólico y ornamental.
¿La red Aztatlán comprende a partir del año 850 d.C.?
Sí, más o menos en ese periodo (siglo IX de nuestra era), pero esto no quiere decir que las sociedades que participaron en esa red no hubiesen interactuado antes.
El uso de los metales se generalizó en Mesoamérica a través de esa red y durante ese periodo, pero es bien sabido que el conocimiento de la metalurgia no se desarrolló en México, sino que fue un conocimiento adquirido por las mismas vías de contacto con el sur del continente.
Solar Valverde explica que en la mayoría de los sitios en Mesoamérica se obtuvieron artefactos terminados, y solamente en algunas regiones del Occidente de México y posiblemente en la Huasteca se implementó su fabricación.
¿Qué tanto se sabe de la práctica de decapitación en Aztatlán?
No existe un estudio que haya enfocado este tema de manera general y sistemática en las regiones que estuvieron articuladas por la red Aztatlán, solamente se cuenta con análisis bioarqueológicos particulares en algunos sitios, y solamente en algunos de ellos se ha documentado la práctica de la decapitación en restos humanos.
Donde más se percibe esta práctica es en la iconografía de la época, aunque se debe ser cauto en que mucha de la gráfica prehispánica transmitía mensajes ideológicos y no necesariamente se trataba de una narrativa histórica.
Mi propia contribución al libro toca el tema del sacrificio ritual como una herramienta del discurso ideológico de la época, y explora una posible explicación de la frecuencia con la que aparece representado el tema de la muerte y el sacrificio en la región.
Lo mismo sucede con la representación de cráneos y huesos largos cruzados en cerámicas, añade. “Es una de las más frecuentes en la iconografía que caracteriza a la red Azatatlán. Su combinación con imágenes de cuchillos sacrificiales y ojos desorbitados también es frecuente”.
ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE
Solar Valverde expresa que el norte del país ha recibido menos atención en cuanto a la investigación del pasado prehispánico y la conservación del patrimonio arqueológico.
“Eso se debe a las dimensiones territoriales de esas entidades, su geografía accidentada y clima desértico, que vuelven muy complicado el trabajo institucional. Además, los vestigios arqueológicos son menos cuantiosos y de menor tamaño que en otros estados del centro y sur del país, lo cual no les resta importancia histórica pero sí ha sido un factor determinante en la decisión de hacia dónde se orientan los recursos económicos y humanos”.
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