Cultura

"Bitácora de la hoja. Ensayo biográfico sobre Mariano Azuela", fragmento

Con motivo del natalicio de Mariano Azuela, el 1.º de enero de 1873, compartimos con los lectores de "Crónica" un fragmento de la biografía de este>miembro fundador de El Colegio Nacional>>

Retratos de hombres con gafas
Mariano Azuela también fue autor de "Los de Abajo". Mariano Azuela también fue autor de "Los de Abajo". (La Crónica de Hoy)

Primavera de la hoja

Juventud y primeros años

Fragmento*

9

La casa donde Azuela nació es sólo uno de los territorios de su infancia. Hay otros dos lugares fundamentales: la tienda de abarrotes “El Tigre”, negocio familiar dirigido por su padre (todo el mundo, Evaristo Azuela incluido, le decía “El Tíguere”, resarciendo en plenitud la vocal epentética, por alguna especie de aspiración eufónica), y el modesto rancho de “La Providencia”.

Entre la niebla confusa de los primeros recuerdos, el niño Azuela recorre la primera casa y la tienda como si fueran un mismo habitáculo. “La Providencia” no se incorporaría a su memoria sino hasta unos cuantos años después: del dinero ganado en la tienda, la familia Azuela podrá comprar el terreno que se convertiría en aquel rancho pequeño.

***

16

A la par de la casa donde nació, del amontonado y vital inventario de “El Tigre”, de la diversión asociada con el viaje a “La Providencia” y la estancia allí, en medio del campo abierto y del cielo asombroso, es en Lagos donde a Azuela se le abriría otro espacio más para su infancia: la literatura.

Él recuerda dos lecturas fundamentales de esa época —hablamos aquí de sus once o doce años—: los siete tomos “pésimamente impresos” de La envidia, de Enrique Pérez Esrich, novela lacrimosa, hondamente patética, del romanticismo español, cuyas hojas “recogieron las primicias” de las “lágrimas apasionadas y románticas” del niño Azuela, y El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, comprada a los agentes de publicaciones del Ferrocarril Central Mexicano, junto a otras “novelitas” no identificadas, “en ediciones económicas y reducidas de Barcelona”, que costaban “un tostón”.

La lectura era un mínimo acto de rebeldía: en los cajones del jabón, ocultos por el olor sanitario a lejía, o entre “pilones de cascalote y garrafones de membrillo y anisete”, escondía sus libros el niño Azuela, que aprovechaba las largas siestas de su padre para, silencioso en la trastienda, recorrer la vida ardorosa y felizmente vengativa de Edmond Dantès. Ésa fue la “educación sentimental” infantil de toda una época, antes de la televisión —es decir, llega hasta bien entrado el siglo XX—: las novelas de aventuras, las novelas cursis de amor y desamor.

17

A leer, Azuela aprendió en la escuela primaria de la profesora Concepción Toral, de donde pasó al Liceo de Varones Miguel Leandro Guerra (el Liceo del Padre Guerra, como Azuela le decía). No era, según parece, muy buen estudiante: el primer año —estuvo cuatro en esa “facultad menor”— reprobó filosofía y se la vivía de pinta con un par de compañeros suyos. Al final, y gracias a la observancia de su padre, acabaría la escuela y se iría a

Guadalajara a continuar con sus estudios. Llevaba dentro la vocación de médico (“apenas se abrieron mis ojos a la luz de la razón y yo sabía con seguridad matemática que tenía que estudiar medicina”) y la inquietud novelesca, aunque aún no asumida ni consciente (serán tus primeras experiencias como médico las que despertarán ese anhelo, Mariano, junto con esos otros libros que llegarán a tus manos allá, en Guadalajara, y que te hicieron ver lo que sentías desde hacía tiempo sin saberlo).

18

Esa primera partida de tu pueblo, Mariano, no fue definitiva, a diferencia de la mayoría de quienes lograban estudiar fuera. Tu arraigo era mucho; por eso, aunque Guadalajara —que al principio te pareció grande, fría, desencantadora— terminó por seducirte, acabada la carrera decidiste volver a Lagos de Moreno. Querías llevar de vuelta lo que aprendiste y ponerlo al servicio de los habitantes de tu pueblo. Además, sin tu papá quedaba en ti la responsabilidad de ver por tu familia (¿por eso la mencionas poco, Mariano?; ¿era mucho ese peso sobre tus hombros de joven?).

De vuelta a tu pueblo, te casaste, al poco tiempo, con Carmen. Allí tuvieron su primera casa —también era tu consultorio—, donde vivieron de 1900 a 1908, en esa calle que hoy lleva tu nombre. Allí, en esa casa, nacieron tus primeros hijos, igual que tú, en el lugar donde vivían, en la cama —la misma cama en que habían sido gestados— donde sus padres pasaban la noche.

* Fragmento del libro "Bitácora de la hoja. Ensayo biográfico sobre Mariano Azuela", de Emiliano Álvarez, publicado por El Colegio Nacional en 2018. Se encuentra disponible en versión digital e impresa en la página libroscolnal.com.

Copyright © 2022 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México