Cultura

La capilla del Pocito tiene daños que se deben resarcir

Sus muros y cúpulas tienen grietas y fisuras, señala la arquitecta y experta del INAH Lucía Ezeta López

Templo de San Francisco Acatepec
Esta capilla de estilo barroco se construyó de 1777 a 1791 a cargo del arquitecto Francisco Guerrero y Torres. Esta capilla de estilo barroco se construyó de 1777 a 1791 a cargo del arquitecto Francisco Guerrero y Torres. (Arquidiócesis)

Además de un hundimiento y presencia de vegetación enraizada, la capilla del Pocito, ubicada en la Villa de Guadalupe, presenta grietas y fisuras tanto en muros como en sus cúpulas, daños que deben resarcirse. Así lo expresó la arquitecta Lucía Ezeta López en su conferencia Análisis y diagnóstico de la capilla del Pocito. Una perspectiva integral para su valoración y conservación.

“Los trabajos que requiere este inmueble para atenderse son meramente el resarcimiento de los daños que se perciben: grietas y fisuras en muros, grietas y fisura en cúpula central, resanes de cemento y fragmentos faltantes en chapa de tezontle”, indicó la especialista del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Con resarcir esos daños, además de atender la presencia de humedad y retirar vegetación enraizada, “el inmueble quedará bien, se le devolvería el estado de consolidación que lo mantiene en pie”, añadió.

Para realizar el análisis y detectar los puntos sensibles del Pocito, Ezeta López realizó un escaneo 3D del inmueble con lo que, aunado a la revisión de bibliografía y archivos históricos, pudo realizar una cronología de los anteriores trabajos de restauración.

Esta capilla de estilo barroco se construyó de 1777 a 1791 a cargo del arquitecto Francisco Guerrero y Torres, siendo en 1959 cuando recibió labores de renivelación por parte del ingeniero Manuel González y en 1966, Pedro Ramírez Vázquez realizó la construcción de los andadores y del espacio urbano en un área superior a los 1.7 kilómetros.

“En la re cimentación de los años 60 a cargo del ingeniero González se generó una especie de charola que sostiene al inmueble. Actualmente el Pocito se comporta como una especie de barco, por eso todos los empujes que vienen de la parte alta del terreno hacia el lado sur, han generado que el terreno se esté deslavando, sin embargo, el inmueble tiene pilotes de control y esa charola”, detalló.

Ezeta López añadió que los pilotes están anclados en la parte estable del terreno, pero al presentar deslave genera que en la parte norte haya una grieta sobre el nivel del terreno, y en la parte sur la grieta está debajo del terreno. El entorno se está hundiendo.

“Mi propuesta es asumir primero que ese comportamiento seguirá presentándose y, segundo, promover la contención de las obras del ingeniero González mediante una estructura perimetral paralela a la estructura del ingeniero. Además, una integración de rejillas metálicas que permitan la permeabilidad del suelo, lo importante es devolverle al suelo las condiciones hidrométricas naturales”, indicó.

Sobre la grieta provocada por los hundimientos alrededor del templo, la arquitecta precisó que en el perímetro la charola hay separación de alrededor de 80 centímetros, con diferencias entre el lado norte lado norte donde parece que el terreno emerge y en el lado sur parece que el terreno se está hundiendo.

En cuanto a las grietas y fisuras, la propuesta de conservación y restauración de Ezeta López implica restitución de aplanados, resane con cal y arena, retiro de acabados de talavera y realizar un análisis de la pintura mural que existe en la cúpula central.

De acuerdo con la página de la Arquidiócesis, El Pocito se encuentra en restauración. La primera etapa de estas labores inició en octubre de 2022 con el trabajo de las tres cúpulas. Y la segunda fase es la restauración del retablo que implica limpieza, resane y reintegración cromática.

DESECACIÓN DEL MANANTIAL

Ezeta López platicó que desde tiempos prehispánicos, la actual Villa de Guadalupe ya era un santuario y una zona de adoración y peregrinación. En 1521 era llamada Tepeaquilla y ya tenía un pueblo a sus faldas, era la orilla del Lago de Texcoco, una especie península donde existían calzadas que conectaban a la actual Calzada de los Misterios, mucho tiempo conocida como Calzada de las Rocas.

“A diferencia de las calzadas de Tacuba y otras en Tenochtitlan, ésta no contaba con puertas para que pasarán embarcaciones, eso nos habla de que era un lugar de peregrinaje. Después, cuando llegaron los españoles fue modificada y surgieron las peregrinaciones. Con la gran inundación del siglo XVII, de 1629 a 1634, la calzada se destruyó y se volvió a construir”, indicó la experta.

Entrando siglo XVIII, ya estaban de pie la antigua Basílica y el templo de Jesús de Nazareno, fue hasta 1777 cuando se construyó el Pocito, debido a que en ese lugar se encontraba un manantial de aguas minerales, que se pensaba eran milagrosas. Ahí se dice que ocurrió la cuarta aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego.

“La gente iba a recoger agua y en los archivos se comenta que varios presenciaron los milagros del manantial, gente enferma tomaba el agua y se curaba”. Era una fe extraordinaria y además todos estaban convencidos de las propiedades milagrosas del agua, pero en el siglo XIX la analizaron y había restos de alumbre y hasta de petróleo”, narró.

Actualmente el pozo está seco, desecación que existe desde el siglo XIX. Uno de los registros obtenidos por Ezeta López fue un reporte de 1947 donde un sacerdote solicita permiso para hacer obras de desazolve en el pozo ya que estaba muy contaminado.

“A principios del siglo XX todo esto estaba saturado de construcciones, entonces la delincuencia generó muchos conflictos, al igual que las construcciones aledañas a la Villa, empezaron a afectar mucho el conjunto arquitectónico, entonces en 1952 se adquirieron los predios para delimitar la zona federal, posteriormente 1966 se demolieron algunos predios para iniciar la intervención de 1966 que es la traza que actualmente se conserva”, dijo.

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