Cultura

Concepción Company: El continente americano simplificó y adelantó la lengua española

Con al fonema ‘z’, la lingüista  destacó que “a todos los americanos les da exactamente lo mismo ‘irse de caza’ que ‘irse de casa’”.

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La lingüista Concepción Company Company.

La lingüista Concepción Company Company.

Colnal

Saber cómo hablamos y con qué gramática, tener esos conocimientos, nos va a dar identidad, porque sabremos mejor quiénes somos, aseguró la lingüista Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional, al dictar la cátedra “Los niveles de la lengua. Fonología, morfología, sintaxis, semántica y pragmática”, como parte del curso Lengua, gramática y percepción del mundo.

Durante una sesión celebrada de forma presencial, en el Aula Mayor de la institución, la catedrática de la UNAM resaltó la importancia de tener un ámbito familiar, un ámbito social cotidiano, donde se crea que la educación sirva para algo, “estandarizarnos sí va a tener mejores consecuencias para la vida y no es saber gramática, sino usarla bien para comunicarnos con precisión, adecuadamente y hacer que el otro reaccione convenientemente y haga lo que yo le solicito”.

“De hecho, dime cómo hablas y te diré quién eres, con quién te juntas, dónde naciste: hablar es como una firma, es un sello de identidad”.

El objetivo central de la conferencia impartida por la especialista fue reflexionar sobre los niveles de la lengua, a los cuales “hay que pensarlos como capas, porque todos arropan a todos y se requiere de todos para cualquier acto de habla, para cualquier comunicación que queramos, por pequeña que sea, se requiere de cinco: morfología, fonología, sintaxis, semántica y pragmática”.

Al ser las lenguas un constructo genético, una capacidad genética de los seres humanos, también se le considera un conjunto de herencias, de hábitos, que viven y se sedimentan en una memoria colectiva, “de la que somos partícipes como chilangos o mexicanos, como hispanohablantes en general”.

“Los chistes, los refranes, las frases hechas están en la memoria colectiva y disfrutamos, las usamos, funcionamos con ellas, porque somos seres históricos que hemos heredado de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros tatarabuelos ese acervo histórico, que es un ADN cultural”, explicó la lingüista en el Aula Mayor de la institución.

De esta manera, para fines de estudio, los lingüistas dividen la lengua en niveles, las cuales son muy específicas e indispensables una de otra, al grado de que quien se dedica a la fonología no podría dedicarse a otra cosa, “porque la vida es breve; si me dedico a la sintaxis, morfosintaxis y semántica, lo que yo hago, prácticamente no me puedo dedicar a la morfología, porque también la vida es breve y lo mismo sucede si me dedico a la pragmática, aunque todos los lingüistas terminamos por llegar a ella, porque es la intención comunicativa con la que hablamos”.

La fonología es el mundo de los sonidos y es un nivel que no opera con significado: qué significa ‘p’, pues nada; qué significa ‘Ch’, pues nada. Pero sí contribuye a generar, en palabras o sonidos unidos, un significado con formas distintas explicó Concepción Company Company.

La morfología se dedica a estudiar la palabra hacia adentro: qué cosas hay dentro de la palabra que dan pistas al oyente y pistas de significado. La sintaxis es cómo unimos palabra —“estoy haciendo una definición simplificada, porque entre morfología y sintaxis hay cosas que no se sabe muy bien si son de uno o de otro nivel”—.

La semántica es el mundo del significado, el léxico de una lengua es un mundo de la semántica, aunque también es cómo percibo ese significado: “si digo: ‘que Juan vaya a la escuela es necesario’, ese vaya es un significado de ir, pero si digo ‘¡Vaya! Con que llegando tarde’, no es un significado de movimiento, sino que estoy valorando”.

“La pragmática es la intención comunicativa con la que hablamos, no hay que habla por hablar, ni emisiones, ni enunciados, sin intencionalidad. Puede estar subsumida, escondida, pero nadie habla por hablar; aunque vemos a muchos de nuestros políticos, en distintas partes del mundo, que pareciera hablan sólo por hablar y eso no es así. Siempre, absolutamente siempre, hay intencionalidad”.

La importancia de los sonidos

Al referirse a los niveles de lengua que tenemos como hablantes, la especialista señaló que, cuando oímos a alguien o hablamos con alguien, lo primero que nos llega es la parte externa, la fonología, la cual nos permite saber de dónde viene una persona, dónde nació; luego viene el léxico, las palabras que usamos, convertidas en un medio de diagnóstico para conocer al otro y para comunicarnos.

“Del mundo de los sonidos, fonología y fonética, a los lingüistas les interesan sólo aquellos sonidos que logran diferencias de forma y significado, esos sonidos se llaman fonemas; en sí mismos, los sonidos no tienen significado, nadie dice cosas como ‘qué significa ‘pe’ o qué significa ‘te’. Así, los fonemas no tienen valoración, ni se pronuncian mejor o peor”.

El español general tiene 24 fonemas, es decir, entendemos palabras construidas con 24 sonidos. El de España tiene 25, porque los españoles castellanos se inventaron por allá del siglo XVII un sonido “zeta”, y no es lo mismo irse de caza que irse de casa, se pueden ir a las dos cosas.

De acuerdo con Company Company, el español de México tiene 26 fonemas, “porque posee ‘tla’, como Tlanepantla o Tláhuac, y tiene ‘tz’, como Tzin Tzun Tzan, ese pueblo hermoso de Michoacán, y no tiene ‘zeta’, porque el español de América nunca tuvo ‘zeta’, es un invento que se dio 100 años después de la llegada de los primeros españoles”.

“Tampoco traían ‘j’, es un invento posterior, traían un ‘xa’ —’x’ o ‘g’— y cómo lo sabemos, porque en muchas lenguas mesoamericanas aún se dice Xuan, tixeras, muxer, muger. América simplificó todo; además, adelantó la lengua y confundió la ‘ts’ con ‘s’ para decir saltar, asar, socavar. Se quedó con una sola: el seseo no es la falta de ‘z’, sino la confusión de este sonido anterior al siglo XVI con el que estuvo siempre en la lengua española como herencia directa del latín, como lo es la ‘s’.

“A todos los americanos les da exactamente lo mismo ‘irse de caza’ que ‘irse de casa’. Tener una ‘cenaduría’ que una ‘senaduría’. Los americanos deben usar contexto para saber a cuál ‘senaduría’ se están refiriendo y si es una ‘caza’ o una ‘casa’”.

Para la colegiada, algo que llama la atención de los americanos es por qué los españoles tienen una “s” tan rasposa, tan fuerte, y por qué tienen una “j” igual, lo que a su parecer se debe a la inexistencia de la “z”, con lo cual la “s”, en vez de estar muy adelantada en los alveolos, pegando los dientes, está atrás de los alveolos: cuando pronunciamos la “s” ponemos la punta de la lengua hacia arriba y rozamos atrás de los alveolos.

“En el siglo XVII es cuando el sistema articulatorio de la lengua española queda fijado en América y en España, lo que no significa que no podamos desplazar, modificar, inventar con sonidos nuevas palabras, sino que esa idea del sistema norma-habla, esa norma fónica de la lengua española, nadie la quiere cambiar”, destacó.

En la mayoría de las lenguas del mundo, alrededor de seis mil cien de acuerdo con el Instituto Max Planck, el promedio de sonidos que tienen está sobre 30. El español está en el promedio, pero un poco abajo; las lenguas con menos fonemas en el mundo son las de la Polinesia, que tienen 15 o 16, lo cual no significa que les cueste expresar su mundo con la misma fluidez del que tiene 60 sonidos; por otro lado, las lenguas que más sonidos tienen son las del Cáucaso, “el georgiano es endemoniado”.