Compartimos con los lectores de Crónica una entrevista con Pablo Rudomin, miembro de El Colegio Nacional, institución que prepara el VIII Encuentro Libertad por el Saber, dedicado al papel que esta institución ha jugado en la construcción del México moderno.
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Pablo Rudomin es uno de los neurofisiólogos de mayor prestigio de la comunidad mexicana e internacional. De rostro fino y mirada serena, podría decirse que su imagen es la del científico clásico: alto, lleva el cabello tupido, blanco y alborotado; su barba, también encanecida, es prolija. Habla despacio, como para enfatizar cada una de sus palabras.
Entre sus trabajos más importantes se encuentran investigaciones sobre cómo perdura el dolor en el cuerpo. Analiza cómo el tallo cerebral y la médula ósea reaccionan al proceso inflamatorio cuando se utilizan anestésicos como la lidocaína. El impacto de su trabajo es relevante para entender el dolor y su tratamiento.
Rudomin nació el 15 de junio de 1934. Ha vivido tiempos convulsos y de cambio, no solo a nivel nacional, sino mundial. Durante su infancia, escuchó noticias sobre la Guerra Civil Española, fue testigo indirecto de la Segunda Guerra Mundial e inició su vida académica durante la Guerra Fría.
Después de graduarse como biólogo, en 1956, trabajó en el departamento de fisiología del Instituto Nacional de Cardiología con Arturo Rosenblueth. Colaboró en esta institución durante varios años, hasta que realizó un periodo sabático en Estados Unidos durante el macartismo, época marcada por la persecución política y una fuerte propaganda anticomunista.
“En esa época, a mi esposa –la pintora Flora Goldberg–, no le dieron la visa porque era alumna de Diego Rivera. A todos los tenían marcados de rojitos. Por lo tanto, tuvimos que irnos a Italia. Regresamos a México en 1961, cuando se fundó el Cinvestav. Rosenblueth fue su primer director. Él me invitó a unirme a la institución como estudiante y me dijo que tenía cuatro años para obtener mi doctorado, y hoy en día sigo investigando. Llevo 60 años de trabajo continuo en el Cinvestav”, dice con satisfacción.
Su labor académica ha sido reconocida, entre otros galardones, con el Premio Príncipe de Asturias (hoy Princesa de Asturias) en 1987. Seis años más tarde, fue elegido miembro de El Colegio Nacional, ingresando el 25 de febrero de 1993.
A pesar de su destacada trayectoria académica y su labor como miembro de El Colegio Nacional, Rudomin recuerda con afecto cuando asistía como oyente, durante su etapa de estudiante, a las conferencias de esta institución: “En esa época, Rosenblueth comenzaba a dar conferencias en El Colegio Nacional. Era maravilloso escucharlo. Fue así como me di cuenta de que existía una institución de alto nivel que transmitía información a los estudiantes y al público en general”, relata.
Treinta años después de su ingreso, Rudomin observa que esta institución ha experimentado grandes cambios: “Anteriormente, la única mujer era doña Beatriz de la Fuente. Ahora contamos con las doctoras Concepción Company Company, Susana Lizano Soberón, Julia Carabias Lillo, María Elena Medina-Mora, Susana López Charretón, Linda Rosa Manzanilla Naim y, recientemente, Gabriela Ortiz; una pléyade de investigadoras muy destacadas”.
En relación con la correspondencia entre humanidades, ciencias y artes que existe en El Colegio Nacional, Rudomin hace énfasis en el carácter multidisciplinario de la institución. “Esto me parece muy estimulante”, confiesa, ya que representa “una oportunidad magnífica para entablar conversaciones con otras personas. Así pude conocer a personalidades como Octavio Paz o José Emilio Pacheco, con quien establecí una amistad muy sólida”.
EL FUTURO DE EL COLEGIO NACIONAL
En su opinión, aunque en esta época el conocimiento científico no es apreciado, El Colegio Nacional vive un momento prometedor debido a que “la ciencia está experimentando un cambio acelerado que ni siquiera habíamos imaginado, como en la capacidad para computar y procesar datos con la inteligencia artificial”.
Rudomin comparte que la divulgación de la ciencia, las artes y la cultura es una tarea a largo plazo, pero es una actividad de suma importancia para el desarrollo de una nación. Por este motivo, recuerda las palabras de Alfonso Reyes, miembro fundador de El Colegio Nacional: “El trabajo realizado en esta institución es para que el futuro no esté ligado a la desesperación ni a la violencia”.
El neurofisiólogo está convencido de que el futuro de El Colegio Nacional se encuentra en su lema: Libertad por el saber. “El conocimiento es el camino hacia la libertad. En esta época, sólo a través del conocimiento podemos generar una vida más armoniosa, no sólo en lo económico, sino también en lo social e intelectual. Debemos luchar por el conocimiento y por la libertad de expresión, tal como se encuentra presente en El Colegio. Deseo que la institución siga creciendo, fortaleciéndose. Busquemos el conocimiento, porque a través de él podemos ser más libres”, concluye.
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