Cuando era estudiante de la ENP, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, el poeta y periodista mexicano, Efraín Huerta (1914-1982) preparó una monografía sobre los murales de Diego Rivera, para la materia de Historia del Arte impartida por Agustín Loera y Chávez.
“En ese rompecabezas [de la obra de Efraín Huerta] falta una pieza: el joven preparatoriano que admira a Diego Rivera, pero es muy crítico con él”, comentó el promotor cultural, escritor y editor, Eduardo Vázquez Martín.
A 110 años del nacimiento de Efraín Huerta, Emiliano Delgadillo, Verónica Loera y Chávez y Eduardo Vázquez Martín, presentaron el libro “Las tendencias sociales de Diego Rivera”, el texto más antiguo de Huerta, escrito en 1931.
“En este texto se da por terminado el comunismo de Diego, se ha convertido en un burgués. Le ponen una paliza nomás de pasadita”, destacó Eduardo Vázquez Martín, para quien uno de los aspectos más interesantes de esta publicación es la perspectiva que revela.
A la vez de dar a conocer la mente de un joven Efraín Huerta, este libro remite a ese momento en que amor, revolución y arte eran, para toda una generación, lo mismo. “Es un momento de oro de la cultura y literatura -con sus pasiones y desgracias, diría Miguel Hernández- pero formó una generación de poetas y pensadores de los que nos seguimos alimentando”.
Sobre todo, esta publicación es una pieza que permite construir la relación de Efraín Huerta y Diego Rivera, quien muchos años después pintaría a su paisano Huerta en el centro del mural desmontable “Pesadilla de guerra, sueño de paz” (un mural que se ha perdido) y que podría haber sido uno de los mejores retratos del poeta.
UN TEXTO PREMONITORIO.
Difícil hubiera parecido que aquel joven estudiante hubiera tenido la paciencia y autoestima de guardar su trabajo preparatoriano para leerlo años después. Por ello, la posibilidad de leer este texto se debe a la generosidad del profesor Agustín Loera y Chávez.
Apareció entre libros de Agustín Loera y Chávez que se trasladaron a Oaxaca temporalmente. Al desempacar la mudanza, se encontró junto con la primera edición de Absoluto amor.
“Primero dice que no quiere hablar del mural de Diego Rivera en la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) porque es de un simbolismo sin ningún compromiso social… y es cierto. Rivera es el primero en querer representar la idea de mundo que quería dar a conocer Vasconcelos”, introduce Eduardo Vázquez Martín.
“Pero lo que le interesa tampoco es el Palacio Nacional, dice que eso es una reseña histórica -de pasada y con poco aprecio- y me parece interesante porque ese mural es el que más ha influido en la visión de México que tenemos todos”, continúa.
Desde su perspectiva, aquel mural representa al “México Antiguo”, prehispánico, clásico y maravilloso;luego viene “la noche negra” de la conquista y la colonia; las luces del liberalismo y heroísmo de la independencia; así como la justicia revolucionaria.
“Ese orden se sigue contando en la historia oficial, y yo creo que la cuenta así por ese mural”, apunta.
Aunque hasta la fecha el último informe del presidente sea frente a ese mural, en su ensayo, Efraín Huerta dice que eso no tiene valor más que ser una especie de nota histórica y decide hablar de la Secretaría de Educación Pública.
“De principio tiene una visión muy profunda, es un joven de unos 16 años, pero tiene sensibilidad para decir que la obra interesante está ahí”, observa Eduardo Vázquez Martín.
A lo largo del ensayo se puede apreciar la temprana perspicacia de Efraín Huerta, quien se siente comprometido a defender el arte mural de Diego Rivera de ataques y vituperios de sus detractores.
En tanto que edición facsimilar, el ensayo está acompañado de dibujos y acuarelas que venían en el texto original y son autoría de un amigo del autor, otro estudiante que después se convertiría en el dramaturgo Rafael Solana. Aunque no hay evidencias, sería lindo pensar que en el trabajo de Rafael Solana también había dibujos de Efraín Huerta.
Asimismo, Edurdo opina que este texto permite adentrarse en un momento crucial de la historia mexicana en los años 30s, así como en personajes cuya postura política estuvo en boca de todos: Efraín Huerta era un buen stalinista, mientras que Diego Rivera fue “el centro del mundo”.
“No simpatizaba ni con Stalin, ni Trotski, solo consigo mismo y era otra idea, no un militante como sí era Efraín, alguien más humilde y que tuvo la fe del comunismo en el siglo xx”, agrega.
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