Cultura

Estudian clavecín del siglo XVIII que tiene el Museo Casa de la Bola en resguardo

El instrumento es replicado por Ramsés Juárez Callejas, constructor de clavecines y doctorando de la UNAM · “El clavecín sigue siendo poco conocido en nuestro país y somos pocas personas quienes lo tocamos”, dice

Familia de músicos
Además de Ramsés Juárez, el instrumento ha sido analizado por Alejandra Quintanar-Isaías y Ana Teresa Jaramillo-Pérez. Además de Ramsés Juárez, el instrumento ha sido analizado por Alejandra Quintanar-Isaías y Ana Teresa Jaramillo-Pérez. (Cruz Hector Lopez Guerrero)

En el Museo Casa de la Bola, ubicado en la Ciudad de México, se resguarda un clavecín hecho en Italia, a inicios del siglo XVIII, instrumento que actualmente replica el constructor de clavecines y doctorando de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Ramsés Juárez Callejas, gracias a un estudio previo de maderas que realizaron las biólogas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Alejandra Quintanar-Isaías y Ana Teresa Jaramillo-Pérez.

“Entre la comunidad de clavecinistas se sabe que en este museo de iniciativa privada hay un clavecín. El Museo Casa de la Bola es un espacio que no está abierto al público todos los días, sino que se realizan visitas guiadas los domingos y, como ya había escuchado entre maestros y otros constructores, acudí varias veces a observar este instrumento original”, narra Juárez Callejas.

En esas visitas, el personal mencionó que el clavecín era un clavicordio que es otro instrumento de tecla del mismo periodo, el Barroco. “Sin embargo, es un clavecín, entonces traté de definir su origen, cuándo se hizo, dónde y quién lo construyó”, señala.

Hasta el momento, en el país se conoce la existencia de dos clavecines históricos, uno está en el Museo Arocena de Torreón y el otro es el que estudió Juárez Callejas, instrumento que perteneció al coleccionista Antonio Haghenbeck y de la Lama (1902-1991).

“El clavecín sigue siendo poco conocido en nuestro país y somos pocas personas quienes lo tocamos, aunque se enseña profesionalmente en México desde hace más de 40 años. Desafortunadamente, no es que la cartera cultural programe veinte conciertos de clavecín al mes, por lo que sigue siendo escaso y las personas lo llegan a asociar con un piano chiquito porque tiene teclas”, detalla el músico.

Juárez Callejas explica que el clavecín es un instrumento de cuerda pulsada, es decir, que las cuerdas se rasgan con una especie de uña para producir el sonido.

“Su sonido característico es más parecido al salterio o al arpa. En el Barroco podía tener uno o dos teclados porque en cada región de Europa se construían con ciertas características, por ejemplo, en Italia la gran mayoría era de un solo teclado a diferencia de Francia donde era más tradicionales los de dos”, indica.

Antes de que se inventara el piano, el clavecín era el instrumento que acompañaba a orquestas, óperas y cantantes. Una de las diferencias con los pianos es que este instrumento barroco es de madera casi en su totalidad.

“Para cada parte del instrumento se utilizan maderas dependiendo de sus propiedades mecánicas, físicas y acústicas. La tapa armónica amplifica las vibraciones del sonido producido por las cuerdas, entonces requiere de una madera que sea flexible pero que no se deforme, el clavijero que es donde se soporta la tensión de las cuerdas necesita ser una madera muy rígida y dura en las teclas como son la parte de mayor contacto con los dedos necesita una madera resistente a la abrasión”, detalla.

MADERAS FRUTALES

El clavecín del Museo Casa de la Bola mide 2.04 metros de largo por 83.8 centímetros de ancho y 18.6 centímetros de profundidad; consta de un solo teclado y posee dos juegos de cuerdas por nota. La mayoría de sus teclas se han perdido, en su estado actual se conservan tres teclas naturales y seis sostenidos.

La extensión original del instrumento es de cuatro octavas, teniendo un total de cincuenta teclas, disposición que concuerda con la usanza de los constructores italianos del siglo XVII y principios del XVIII.

–¿Qué elementos les hicieron inferir el origen italiano?

–Visualmente la curva pronunciada que tiene, que sea de un solo teclado, sus dimensiones nos remiten a Italia y a partir de estudios que realizamos encontramos que ciertas estructuras son exclusivas del diseño y construcción italiana, el cómo están sujetas las estructuras y cómo se extrae el teclado.

Para mayor precisión, las biólogas de la UAM-Iztapalapa, Alejandra Quintanar-Isaías y Ana Teresa Jaramillo-Pérez extrajeron muestras de madera de ocho partes del clavecín.

“Cuando nos solicitan estudios relacionados con el patrimonio cultural tenemos que sacar astillas que comúnmente son del tamaño de una uñita que analizamos en microscopios y comparamos con bases de datos para identificar qué grupo taxonómico es”, explica Ana Jaramillo-Pérez.

Al respecto, Alejandra Quintanar-Isaías comenta que en Europa no existe tanta diversidad de especies maderables por lo que les llamó la atención el uso de árboles frutales para la construcción de este clavecín.

Los resultados de las muestras de madera arrojaron siete diferentes especies, de las cuáles resaltan cuatro frutales: ciprés (Cupressus sp.) en el panel frontal, olivo (Olea sp.) en el clavijero, nogal (Juglans sp.) en la tecla sostenida y puente, y peral (Pyrus sp.) en el saltador.

El resto son maderas templadas: pinabete (Picea sp.) en la tapa armónica, álamo (Populus sp.) en el costado de la caja y boj (Buxus sp.) en la tecla natural, este último con cualidades de resistencia mecánica.

“Este clavecín es el representante del uso de la biodiversidad en la cultura, el hacer instrumentos con lo que tienes, con las maderas de la región, es una posición interesante antes de que existiera tanta globalización”, afirma Quintanar-Isaías.

FIEL CONSTRUCCIÓN

Ramsés Juárez Callejas realizó un plano del instrumento estudiado para construir una réplica para la cual está utilizando las mismas maderas que el original, y una vez terminado el clavecín quedará para su uso en la Facultad de Música de la UNAM.

“Habemos pocas personas que nos dedicamos a construir clavecines. En la Ciudad de México somos tres y en Querétaro y Guanajuato uno respectivamente, aunque por edad algunos ya se están retirando del trabajo. También hubo un constructor muy importante que fue el primer constructor de clavecines en México en el siglo XX: Martín Seidel, quien ya falleció. Sí hay una tradición de construcción en México, pero nunca ha sido amplia”, destaca el clavecinista.

–¿Se puede determinar el año específico de la construcción del clavecín?

–En un principio, habíamos acotado su construcción hacia finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, pero con los avances de la investigación pudimos circunscribir la cronología aún más: a los primeros 30 años del siglo XVIII. Además, logramos establecer que el instrumento fue construido muy seguramente en la ciudad de Nápoles.

–¿Cómo determinaron que es de Nápoles?

–Uno de los elementos importantes es la manera en cómo se sujetaba una pieza que se llama riel, la cual permite que el mecanismo del instrumento se mantenga en su lugar. Esta manera de sujetar el riel es parte de lo que nos ayuda a determinar que probablemente fue construido en Nápoles. Además de la manera en cómo se extrae el teclado: de forma horizontal, como si fuera un cajón, eso solamente existió en Nápoles.

“Por otro lado, el trabajo de Alejandra y Ana Teresa en la identificación de las maderas fue fundamental porque nos permitió establecer que todas las maderas de las que está hecho el clavecín son de origen mediterráneo, lo que confirma que el instrumento proviene de Italia”.

El músico platica que los constructores de este instrumento tradicionalmente colocaban una inscripción visible en el panel frontal, por encima del teclado, que incluía el nombre del constructor, así como el lugar y año de construcción. A veces ponían esos datos en los costados del teclado o de alguna de las teclas.

“Este instrumento tiene piezas faltantes y fue redecorado en algún momento de su historia, entonces no tenemos esa información. Lo que encontramos fue un par de constructores con quienes existen ciertos paralelismos entre los instrumentos: Onofrio Guarracino (1628-c.1698) e Ignazio Mucciardi, ambos de Nápoles”, señala. 

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