Autoridades culturales evocaron este viernes el legado educativo, cultural e intelectual que Gabriela Mistral dejó a su paso por México hace 100 años, compartiendo su poesía en el Palacio de Bellas Artes.
La escritora chilena vino a nuestro país, a invitación de José Vasconcelos, en 1922, los versos de Mistral cobraron vida en las voces de las poetas mexicanas Kary Cerda, María Vázquez Valdez, Eurídice Román de Dios y Dulce Chiang,
Con De ceniza y firmamento, las autoras evocaron a la también diplomática chilena, selección de poemas completos y fragmentos de la obra poética de la primera autora latinoamericana en ganar el Premio Nobel de Literatura en 1945, por lo que compartieron Raíces, Los sonetos de la muerte, Nocturno, La maestra rural y Decálogo del artista.
La subdirectora general de Bellas Artes, Laura Ramírez Rasgado, moderó la actividad en torno a una de las figuras más representativas de la cultura y la literatura hispanoamericana del siglo XX, y recordó la labor educativa y cultural que Gabriela Mistral llevó a cabo durante su estancia en estados como Hidalgo, Morelos, Puebla, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Veracruz, como parte de las Misiones culturales encabezadas por José Vasconcelos.
“Fue un trabajo extraordinario de una mujer sensible extraordinariamente creativa, como lo fue Gabriela Mistral para todos”, apuntó.
Las autoras que prestaron voz al compendio de 22 poemas escritos por Mistral, subrayaron la dura infancia que la autora chilena afrontó y destacaron las acciones que desempeñó en las comunidades de México, así como su preocupación para que las niñas tuvieran acceso educativo.
“Para ella, la educación era fundamental. Fue una gran maestra de tiempo completo y una gran poeta que supo invitar a la población a entender que la belleza y la educación no estaban divorciadas, sino que son lo mismo y ella, a través de la poesía, supo filtrar perfectamente la esencia de la palabra para conectar”, agregó Eurídice Román al respectó.
En tanto, Kary Cerda reconoció la lucidez en el trabajo de Mistral, de quien señaló su lucha dentro y fuera de la literatura por la apertura de espacios para las mujeres en distintos ámbitos. “Gabriela Mistral era muy clara en cuanto a la participación de la mujer en la vida; no en la vida cotidiana, sino en todos los ámbitos y en todas las vidas”.
En este sentido, la senadora chilena Yasna Povoste, quien también asistió al homenaje, tomó la palabra para agradecer el reconocimiento al legado de Gabriela Mistral a 100 años de su labor en México, y coincidió en la preocupación y destacado trabajo para cerrar la brecha educativa que padecen las mujeres y niñas en Latinoamérica.
“En la esencia de Gabriela destacaba un gran esfuerzo para que las mujeres pudieran tener más educación. Por ejemplo, la primera mujer nicaragüense que llegó a ser médico, pues fue gracias nuevamente a esta alianza entre México con una mujer como Gabriela Mistral, una mujer que no solo le pertenece a México, sino que le pertenece al universo”, agregó la legisladora y ex ministra de Educación de Chile.
Gabriela Mistral nació en la ciudad de Vicuña, Chile, el 7 de abril de 1884, registrada con el nombre de Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga; sin embargo, su obra trascendió bajo el seudónimo que usó por primera vez al publicar el poema Del pasado, en 1908, y que tomó en homenaje a dos de sus poetas preferidos: Gabriele D´Annunzio y Frédéric Mistral.
En 1922, a invitación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) dirigida por el intelectual mexicano José Vasconcelos —quien propuso llevar educación a todos los sectores sociales, particularmente a las comunidades rurales y rurales indígenas—, Gabriela Mistral llegó a México para formar parte de esta iniciativa académica, a la cual se conoció con el nombre de Misiones culturales.
A partir de julio de ese año y hasta 1924, la autora de obras como Ternura (1924), Taia (1938) y Lagar (1954), quien además se desarrolló como educadora y maestra rural, impartió charlas y brindó orientación sobre el sentido de las clases, el material de enseñanza y el uso de las bibliotecas, al cuerpo docente ubicado a lo largo del país.
Además del Premio Nobel de Literatura, la obra de Mistral fue reconocida por la Academy of American Franciscan History de Washington en 1950, con el premio Serra de las Américas, y por el gobierno de su país con el Premio Nacional de Literatura de Chile, en 1951, entre otros; e impartió clases en el Bernard College, Vassar College y Middlebury College, de Estados Unidos, así como las universidades de Puerto Rico, La Habana y Panamá.
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