
Poemas traducidos (El Colegio Nacional, 2022) es un volumen de Gabriel Zaid que reúne poemas que el colegiado ha traducido y composiciones suyas traducidas a distintos idiomas. A propósito de la presentación virtual de la obra, que se realizará mañana 12 de septiembre a las 18 horas, compartimos con los lectores de Crónica el fragmento de un poema de Zaid recopilado en el libro.
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FÁBULA DE NARCISO Y ARIADNA
Al Pequeño Larousse Ilustrado
(Fragmento)
A ti, pequeño entre las ironías
que escolares festejan y acarrean.
A ti, velero de lejanos días
por islas de papel que se voltean.
A tu felicidad de mar abierto
que, navegando, se olvidó del puerto.
Jardines universitarios, tarde melancólica. Narciso busca en un pesado diccionario. Desesperado, empieza a arrancar las hojas. Inspirado, las recoge: hace avioncitos de papel que va lanzando al aire. Desconsolado, al fin, se echa al césped de codos mientras pasa una nube: nueva promesa y nuevo desconsuelo.
Eran ya de la fiebre las finales
páginas que presienten su derrota,
cuando da el diccionario horizontales
decepciones filosas y alborota
una impaciencia comunicativa
de kilogramo en peso de misiva.
Por la izquierda y en venas puntiagudas
diminutas estrellas transitaban
despiertas por aquello de las dudas
aunque de puro sueño parpadeaban
hasta punzar las yemas si en bostezo
graves caían por su propio peso.
Paralelas subían a las sienes
breves iras en láminas delgadas,
desbordamiento amargo de dos trenes
que cuesta arriba trepan las quijadas
si en el venero doble del que nacen
presión en fila los convoyes hacen.
¡Qué sabio en espirales es el gato
buscando el lado del ratón ya muerto!
¡Qué argucia rebanar el pan y el dato!
¡Qué verdad amistosa para el tuerto!
Adámica malicia, lateral
tentación de diluvio universal.
El escolar amante no comprende
la verdad de perfil tan manifiesta.
Pide razones de la voz que atiende,
encarcelando el corazón en fiesta.
Flores de ves, sus manos, se acongoja
buscando en ves que tienen vuelta de hoja.
Aparece una pista, sin embargo.
Un presagio de nube que desliza
índice y medio, esquís, aunque a lo largo
el despegue impotente se eterniza
y fracasa en el vuelo que quisiera,
alternamente, sobre su ladera.
Alterna duda, pertinacia alterna
que en un tacto nostálgico persiste;
cuestionario redondo, flor eterna,
presagio que en los dedos entendiste,
arrancando, sí, no, dudas cuadradas
en sucesión al viento abandonadas…
Pero de pronto el rostro se ilumina
descargando el presagio por un trueno
y a recoger las hojas se encamina
dáctil urgencia de febril tungsteno
mientras palpitan aves en sus manos,
en pliegues de papel, en aeroplanos.
Ya rápidos arranques, vuelos lacios,
espirales crecientes inauguran
rutas abriendo y enredando espacios
pero sus ves fugaces no perduran;
huidizos prefacios del instante
que se va de los dedos del amante.
Vedlo ahora de codos y de bruces
en el césped, mirada cejijunta,
indagar indiscreto a todas luces,
sosteniendo en las palmas su pregunta
por el contorno de la nube sola
que de verse mirada se arrebola.
Vedla pasar, doncella ensimismada,
mientras él desespera de su encuesta.
Ved cómo va nublando su mirada
la sombra de esta virgen sin respuesta.
Mas dejemos en esto a nuestro amigo
para que llegue el llanto sin testigo.
Un destello delata la puntera inminente de Narciso, que acecha el amanecer tras un árbol. Y así lo descubrimos al paso de Ariadna: Diana que lleva los albores en traílla, los hilos del suspiro por el que Narciso sale de su laberinto, aunque al suspiro grita sobre el agua de su repentina desconfianza, y se hunde.
IBA UNA VEZ EL ALBA ALBOROZADA
por los festejos y hasta por las riñas
de lilas y violetas, disputada
en un balón minúsculo —de niñas—
cuyo estreno médico era senda
de no caer jamás, por no dar prenda.
Retozaban los hilos del estreno,
destellos en jauría suscitando,
encabalgados, sí, mas con el freno
suelto al doblar sorpresas, y, doblando,
si décimas cerrando abriendo flores
vírgenes entre espinos ladradores.
Noches en pie rodaban submarinas
y a ras del suelo —vértigo sin viaje—,
hipócritas en fila o peregrinas
damas de medio luto en el paisaje,
dominós erizados que los gallos
desterraban picados de desmayos.
“Sigilo tras el árbol cada aurora,
que donaires tan tímidos postulas
porque temes a diario la invasora
sorpresa vegetal y capitulas,
niego de ti la luz de esta puntera
que equivoca la paz de tu bandera.”
“Si bote del balón que de improviso
hilvana en punto el hilo que amanece,
es tu viatico diario y tu bautizo;
pero si firme pie, como parece,
es un acecho oculto de charol
que pisa descuidadamente el sol.”
Al pisotón levísimo, en efecto,
la emoción del incógnito en impacto
atropella su pulso más recto
—él, que sabía teclear al tacto—
y ha enseñado la oreja con que escribe
su confesión de galgo detective...
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