En su reciente novela “Extrañas” (Alfaguara, 2023), el escritor y cineasta Guillermo Arriaga explora la pugna entre ciencia y religión del siglo XVIII sin usar una sola palabra que no existieran en ese entonces.
“Quise que sonara al siglo XVIII, que tuviera la elegancia: no vas a encontrar ni un sólo “que”, “aunque” ni “porque” en la novela, ni en contraportada, ni en la biografía, ni en citas. No hay ningún adverbio – en “mente”-, ninguna palabra que se acuñara después de 1790: palabras como torso, sífilis, escalpelo, escupitajo y consultorio que tuve que quitar”, detalla el autor, vía zoom, mientras bebe refresco de una lata, desde lo que parece ser su estudio en CDMX.
“Yo siempre he sido un obseso del lenguaje, en cualquiera de mis trabajos”, continúa respecto del reto de no utilizar palabras fundamentales hoy en día para entender aquella época de la ciencia. “Deben haber sido unas 500 palabras que tuve que cambiar”.
Para poder realizar este ejercicio, el escritor consultó en la página de la Real Academia Española donde se indica la primera vez que se usó una palabra y cuándo apareció en un diccionario.
“Por fortuna, el primer diccionario es de 1780, entonces yo sabía en qué año se usó una palabra; y uso también formas antiguas de decir -como venino en vez de veneno o ‘subseqüente’”.
Asimismo, el ritmo de esta novela que prescinde de la mayoría de puntos para privilegiar las comas y frases contiguas es también un guiño a los textos del siglo XVIII, en los que las imprentas ponían palabra por palabra y ahorraban espacios para no gastar tanto papel.
“Empecé a poner puntos, pero no quería que el lector respirara, sino que siga y se meta en la historia. Al principio se van a sentir incómodos, pero mi reto es que después empiecen a respirar al mismo ritmo de la novela. Al fin y al cabo la puntuación es la manera en que nosotros podemos hacer que respire el lector/la lectora”.
CONVERSACION CON EL AUTOR.
“Llegó en un viaje de carretera. Estaba yo manejando cuando pum, llegó. Dije, voy a escribir esta novela. Se la platiqué a mi amigo Sergio y me dijo estás bien loquito”, relata Guillermo en cuanto a la idea que surgió hace 11 o 12 años, cuando estaba escribiendo “El salvaje”.
“Luego llegó Salvar el fuego y hasta ahora tuve oportunidad”, continúa. Para él, la escritura de novelas son procesos que se trabajan en el inconsciente por largo tiempo (de 20 a 40 años o incluso más) antes de materializarse en libros de un solo arrancón.
“No les doy muchas vueltas, yo sé que la historia está ahí, confío mucho en el inconsciente, no necesito estar pensando en la historia, sé que mi inconsciente la está resolviendo mientras hago otras cosas. No sé qué va a pasar con la historia, pero una vez que me arranco parece que alguien me está dictando y meto mucho de lo que me sucede en el día a día”.
Su rutina creativa contempla escribir de 12 a 14 horas al día y fijarse metas de media a tres cuartillas para no levantarse hasta terminar.
“Me fuerzo a escribir y aprendí a hacerlo en todos lados: viajo mucho y aprendí a escribir en los taxis, por ejemplo, en los metros, en las cafeterías, en los aviones, estaciones de tren. Es más, platicando con mis amigos me pongo a escribir porque soy adicto”.
“Esto no es un trabajo para mí, de esto vivo, evidentemente, pero es una adicción, una pasión brutal por contar historias. No sé de dónde viene, pero no puedo parar de escribir, tengo la necesidad y compulsión de crear”, expresa quien ya se encontraba en proceso de escribir otra novela, ahora que se junta la promoción por este libro y próxima gira internacional con Alfaguara.
Ante la perspectiva de numerosísimos carruseles de entrevistas y conferencias de prensa en Uruguay, Argentina, Perú, Chile, España, Guatemala y Panamá, entre otros lugares donde presentará “Extrañas”, el autor deja entrever su agobio y cansancio.
“Es un privilegio que me entrevisten, no me quejo en lo absoluto, no cualquiera tiene oportunidad de que le quieran preguntar cosas. Tengo amigos que morirían o matarían por que los entrevistaran y yo tengo el privilegio. No me quejo, pero llega un momento en que es cansado querer parecer inteligente”, confiesa.
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