Cien artistas y personas dedicas a la cultura accedieron a tomarse una muestra genética para conocer si en su ADN existe un origen indígena o una mezcla de muchas migraciones y a partir de los resultados crearon diversas obras de artes que se muestran en la exposición “Mosaico genético en México: una mirada desde las artes”, en el Museo de la Ciudad (Pino Suárez, número 30, en el Centro Histórico, CDMX).
Algunos de los artistas que participaron en dicho proyecto son: Mario Bellatin, Hersúa, Vivian Abenshushan, Demián Flores, Mardonio Carballo, Mónica Nepote, Sergio Hernández, Luigi Amara, Fernando Rivera Calderón, Rodrigo Murray, Yael Weiss, Guadalupe Nettel e Yvonne Dávalos.
“Es un proyecto que nace en 2018, la exposición es la última fase de este proyecto. Hicimos una selección de casi cien artistas mexicanos a quienes se les hizo una prueba de ancestría genética, una muestra genética por medio de saliva. Ahí empezamos la colaboración con la ciencia, artes y las implicaciones que tiene un gesto de esta naturaleza para ambas”, narró la curadora Doreen A. Ríos.
Todo el proyecto se hizo en colaboración con el Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen), además de contar con el apoyo del Fondo Institucional para el Desarrollo Científico, Tecnológico y de Innovación, así como del Programa de Arte, Ciencia y Tecnologías de la Secretaría de Cultura y la Universidad Nacional Autónoma de México.
“En esta exposición sólo está la mitad de los aristas participantes, es una exposición de dos, la otra parte de las obras se mostrarán a finales de mayo en el Museo de las Culturas del Mundo”, comentó Doreen A. Ríos.
CAMINO.
El primer proceso fue recolectar las muestras genéticas, después analizarlas y compartir los resultados de manera confidencial a cada uno de los participantes.
“Hubo un periodo de producción y acompañamiento en donde dependiendo de lo que sus resultados evocaran empezaron a producir obra. No había un límite ni de materiales, ni de formatos ni de nada, solamente responder la pregunta de qué manera esta información que es absolutamente científica, una cuantificación de porcentajes o números, tiene un impacto en lo sensible”, detalló.
La curadora comentó que cada resultado de ancestría afectó de diferentes maneras a las subjetividades de los artistas.
“Afectó dependiendo de lo que esperaban que pudiera suceder, de lo que realmente sucedió que en algunos casos fue reafirmar una identidad, una auto adscripción a algo, y en otros casos no. En los casos que no, hubo un acompañamiento desde cuestionar por qué, cómo, dónde, qué historias familiares hay, o cuáles migraciones existieron”, explicó Doreen A. Ríos.
Para algunos artistas el tema del origen étnico era un elemento que antes no estaba presente en su proceso creativo, para otros significó reforzar algo que ya estaba muy latente y por tanto siguieron encaminándolo a la proximidad que ya tenían, añadió.
“En algunos casos la reflexión tenía que ver con que realmente no importa, ese contenido ahí no cambia quien eres, eso va fluyendo y cambiando. El reflejo de esas reflexiones es lo que vemos en la exposición”, indicó Ríos.
FIRMA GENÉTICA.
A la pregunta de si la mayoría de artistas resultó con algún origen indígena, la curadora comentó que los resultados de las muestras se asociaban a zonas de país: al centro, norte o sur; “en algunos casos recuerdo haber visto una fuerte carga maya”, dijo.
Las obras que se puede observar van desde la escultura “Punta de cobre”, de Hersúa; hasta el cartel con audio “Alba”, de Rodrigo Murray; la instalación textual que reúne 22 fragmentos extraídos de la página 22 de 22 libros negros que hablan sobre los derechos civiles de los africanos y afrodescendientes, de Vivian Abenshusha; la cerámica “Na (Yo soy)”, de Demián Flores; y la instalación “Mis nuevas escrituras”, de Mario Bellatin
DIVERSIDAD.
La exposición inicia con la explicación del dogma central de la genética: el transcurrir del ADN que a partir de la variación, se replica, se transcribe, se traduce y se sintetiza en una proteína que da lugar a todos los procesos biológicos de nuestro cuerpo.
“Utilizando su definición biológica y la metáfora del ADN empezamos a agrupar reflexiones de los artistas, verán que son muy subjetivas, unas hablan de memoria, de datos, de herencia, de variación, de identidad. Fue la manera de hacer cruces entre el arte y la ciencia”, indicó la curadora.
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