Cultura

La insoportable maldad del ser

"Todo esto nos ha llevado a vivir en un mundo sin lazos, sin conexiones, sin espíritu; una sociedad que agoniza sin rumbo"

opinión

Fotograma de la película “La insoportable levedad del ser”.

Fotograma de la película “La insoportable levedad del ser”.

Reiterando el título de la novela de Milan Kundera, La insoportable levedad del ser (1984), me propongo reflexionar sobre esta “insoportable y gratuita maldad” que expresa, cada vez más, el modo de ser de una sociedad decadente de valores, pospandémica y agonizante. Violencia, agresividad, prepotencia, indiferencia, hipocresía, ambición, envidia, crueldad, resentimiento, estas son las actitudes que se reflejan con mayor énfasis, reflejando que los seres humanos viven desposeídos por la libertad espiritual, y por lo tanto de valores. Estas vivencias manifestadas a través del miedo, del fanatismo (de cualquier índole) y por la estrechez mental (es decir, aferrarse a aquello que da seguridad), no sólo que va degenerando al ser, despojando su esencia, pero crea un ambiente que da lugar a la agresividad física y verbal.

Miremos alrededor: ¿en qué tipo de sociedad vivimos? Violencia, feminicidios, narcotráfico, maltrato animal, maltrato laboral, maltrato de género, corrupción, falta de seguridad, agresividad de los ciudadanos, etcétera. ¿Por si acaso, el mal es algo “de los otros”? ¿En qué medida contribuimos cada uno, a través de las actitudes que tenemos ante los hechos, como la indiferencia, de la hipocresía, a todo este mal social que es, en el fondo, el reflejo, como en un espejo, del mal individual?

Además, siendo testigos de eventos mundiales como guerras y conflictos étnicos armados, también nos preguntamos ¿qué pasa? ¿hacia dónde vamos? Desafortunadamente pensamos que el mal está “ahí afuera”, “lejos de mí”, y no analizamos nuestros propios comportamientos y nuestras formas de pensar. Nos hemos preguntado ¿cuándo hemos sentido envidia la última vez? ¿cuándo hemos contestado con malicia? ¿cuándo hemos tratado algo con indiferencia? O ¿cuándo hemos sido hipócritas? Si hiciéramos este ejercicio nos daríamos cuenta de que el mal está en nosotros mismos, siempre latente porque, como bien afirmaba el filósofo ruso Nikolai Berdyaev, es una condición de la libertad, igual que el bien.

En la filosofía, aunque el tema del mal ha sido una preocupación constante de los filósofos -pasando de las visiones maniqueísta, hasta llegar al mal radical de Kant, o a la banalidad del mal de Hannah Arendt-; en las dos tendencias dominantes de la ética, no ha sido así, sino que el problema del mal o se evita -como pasa en la ética formal y legalista, porque no tiene formas adecuadas para enfrentar este problema-, o adquiere un valor conveniente a los interés o preferencias, como en el utilitarismo.

No extraña entonces que, aunque desde una visión sombría y apocalíptica, otro filósofo ruso llamado Vladimir Soloviev, imaginaba al final del siglo XIX al hombre del futuro al que llama, sin evitar, el Anticristo. El retrato de este hombre del futuro es relevante: un ser poseído por el egoísmo, la envidia y el deseo de autoafirmación, que ha cortado cualquier relación espiritual, que vive sin valores y que ha mandado a Dios en el exilio; es decir, vive desposeído de su proprio corazón. No ama a nadie, sólo se ama a sí mismo (¡exactamente como las nuevas tendencias posmodernas con sus discursos positivistas y psicologizantes están predicando: “el amor propio”; y cuyas consecuencias representan la barbarie porque aumentan el narcisismo). ¡El Anticristo es un narcisista y este futuro del cual hablaba Soloviev es “hoy”! Este este hombre del futuro/que ya es hoy es, así como lo Soloviev es el pequeño burgués, capitalista y progresista que ha sustituido la nobleza del espíritu y los valores con mezquinos intereses acomodaticios, por lo tanto, con una vida sin nobleza espiritual; pero esto sí, predica hipócritamente la paz, el amor, la tolerancia de tipo: “no tengo nada en contra del otro, pero no lo soporto”. El filósofo ruso, se preocupaba de que en el futuro estos anticristos se multiplicarán como la cara oculta del mal.

El compatriota de Soloviev, el filósofo Nikolai Berdyaev, consideraba que el problema del mal es un problema de la libertad: el ser humano tiene en sí la posibilidad de hacer tanto el bien como el mal. ¿Qué elegimos? Y esto por una condición intrínseca a nuestra naturaleza: la caída que, si bien es un símbolo, es a la vez la raíz de toda la ética y refleja nuestra condición trágica. Si hubiéramos vivido en el “paraíso” no sería necesaria la ética. Dado esto, el mal está en las infinitas posibilidades de la libertad. Vencer este mal es la tarea ética y existencial por excelencia que implica un esfuerzo y un examen de conciencia que debemos hacer todos los días.

Pero mientras se vive desde la condición, no tanto económica, sino mental, del pequeño burgués o el “new rich”, el “parvenu”; es decir, mientras se vive desde esta actitud de comodidad egoísta en la cual sólo miramos nuestro mundo (mientras que en realidad ¡hay muchos mundos, miles y millones de mundos¡), mientras nos importa sólo nuestro “clan”, “tribu”, “familia”, “Yo” y “los míos”, no hay solución. No se trata de clasismo aquí, pero tengo la capacidad de comprender que ahí dónde sólo reinan: el egoísmo, el confort, el pragmatismo y dónde único valor es el dinero, no hay ningún otro valor; y, a los que viven de esta única manera, llamó “pequeño burgués”. Para este pequeño burgués los demás no importan; y si importaran y tratarían de hacer algo valioso se le debe impedir. Esto es, en el fondo, el peor mal, como decía Nietzsche, “cuando te ven volar, no lo soportan y entonces trataran de obstaculizar tu camino”. Nietzsche tenía también una caracterización para estos acomodaticios: los llamaba “los últimos hombres”, miedosos, apegados a su confort que le llaman “felicidad”.

Todo esto nos ha llevado a vivir en un mundo sin lazos, sin conexiones, sin espíritu; una sociedad que agoniza sin rumbo, seres humanos que ponen su “fe” sólo en lo conveniente, pasando unos por encima de los otros; radicalizando sus ideas, petrificando sus corazones, viviendo sin rastro de sensibilidad y sin respeto a la vida en general.

Esto es lo que llamo la insoportable maldad del ser. El cambio está en una elección que cada ser humano debe hacer: luchar contra el Anticristo que está en nosotros mismos, que mora latente en nuestros corazones, estancando nuestras vidas, llevándonos al autoengaño y a una sociedad estancada en un tiempo vacío y sin retorno. Ningún salvador vendrá, ningún Estado solucionará, ningún gobierno traerá “el paraíso”. Los verdaderos cambios vienen del corazón, de la tarea de recrear la vida de modo espiritual, de buscar los valores que borramos de un plumazo y recrear los nexos con la vida. 

Catalina Elena Dobre.

Catalina Elena Dobre.