Qué se vendía durante el siglo XIX en los cerca de 400 comercios de ropa e indumentaria sobre las hoy llamadas calles de Madero y 5 de febrero en el Centro Histórico de la Ciudad de México, por qué era importante que una mujer tuviera acceso a ejercicios propios de un atleta y cómo una mujer libre podía ser bella y al mismo tiempo asalariada, son algunas preguntas que respondió la cronista Laura Méndez de Cuenca en sus columnas “Para las damas” y “Palique”.
Dichos textos sobre temas de moda, higiene doméstica, corrupción y desaciertos en la educación, fueron publicados durante diez meses de 1890 en “El Universal”, con los seudónimos Carmen y X.I.; así como en “El Correo Español” (1890), “La Raza Latina” (1892) y “El Mercurio” (1893).
Hoy, esas crónicas las recupera Roberto Sánchez Sánchez, investigador egresado de la UNAM, en el libro Para las damas. Palique. Moda y modas en la Ciudad de México (1890) de la colección Al siglo XIX, ida y regreso.
“Conocí a un heredero de la escritora que me mostró parte de la biblioteca de Laura Méndez y en ese acervo encontré una libreta roja, una suerte de diario donde apuntó algunas correcciones de sus textos y ahí pegó dos recortes periodísticos con los seudónimos que integran este volumen: Carmen y X.I.”, platica en entrevista el investigador.
Sánchez Sánchez ahondó en la obra de esta intelectual mexicana y encontró que el director de El Universal le encargó una sección para mujeres los días lunes, día en que las prensas paraban.
“Laura fue una mujer liberal, después transitó hacia una mujer antiimperialista que estuvo en contra del imperio de Maximiliano y de otros regímenes autoritarios, después se convirtió en demócrata y, en el siglo XX, transitó a un feminismo. Ella se preguntó: ¿por qué una mujer no puede bailar?, ¿por qué no puede vestir bien, verse bonita?”, menciona el investigador.
La también poeta habla en sus crónicas que las mujeres deben enfrentar tres fases para emanciparse del hombre o estar a la par de él: educación, ser instruidas y ganarse el pan de cada día.
En marzo de 1890 relató en Efecto de los vestidos apretados que una mujer murió de asfixia por usar un corsé apretado, texto en donde critica los sacrificios que deben hacer las mujeres en nombre de la belleza.
“El tema de la moda no es superficial para ella ni para su generación, recordemos que una característica de ese tiempo es la instrucción laica que iba en contra de la prohibición, del enclaustramiento, de esta parte que sometía a las mujeres a un régimen de sendas y a un cúmulo de enfermedades dentro de los claustros y habitaciones cerradas, a una suerte de corsé ideológico”, comenta Sánchez Sánchez.
El investigador detalla que parte de laicismo y del liberalismo fue romper con las ataduras de la religión católica institucionalizada, no anti religiosa, sino anti institucionalizada, ruptura que permitió a Laura hacer una crítica exacerbada porque dentro de la República Restaurada y del Porfiriato se mantenían esas prisiones ideológicas sobre el cuerpo de la mujer.
Otro tema que aparece en las crónicas de quien fuera musa del poeta Manuel Acuña, es la higiene a través de clases de gimnasia y actividades al aire libre.
“En el siglo XIX abundaron los circos, los baños termales y las albercas como la Alberca Pane. Laura tiene muchos textos en torno a las artes escénicas, a los títeres, a la zarzuela, ejercicios que le dan libertad al cuerpo. Hace una distinción entre el turista y el viajero, el turista es el que va guiado por alguien y el viajero es el que errabunda. Laura sabía que el movimiento mantenía una salud estable, hay que leerla entre líneas para saber que alude a Manuel Acuña, es decir, a la idea de luchar a pesar de la adversidad y una de esas formas era mediante el ejercicio”, indica el investigador.
“Laura Méndez era una caminante solitaria y eso le permitió mirar detalladamente la realidad, además de que ella cambiaba constantemente de domicilio, se la pasaba errabunda por todas partes, conocía la vida de los vecindarios, de sus habitantes”, indica Sánchez Sánchez.
Por ejemplo, además de describir las periferias (San Ángel y Santa Anita), o el cajón de Berthe Manceai especialista en la confección de sombreros o al gabinete de lectura del Libro Mayor, critica temas que padeció como el rentar una casa porque el arredramiento, decía, es “arreglar un contrato que significa renunciar a la dignidad personal”.
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