Pese a las ventajas que ofrece la digitalización del conocimiento, el papel continúa como la mejor forma de preservación a largo plazo, lo cual se demuestra con textos impresos o escritos recuperados que tienen cientos de años y hoy pueden ser consultados por investigadores, consideró la directora del departamento de Historia en la Universidad de Harvard, Ann Blair.
La profesora de la Cátedra Carl H. Pforzheimer comentó sobre el tiempo que podrían perdurar los materiales digitalizados, sobre todo porque su mantenimiento es caro y cómo los arqueólogos del futuro podrían recuperar algo de los servidores, en especial de aquellos que quedan en desuso.
La experta participó en el segundo ciclo de conferencias “Una cita con la Biblioteca Nacional de México: Historia de la lectura y del libro en la pospandemia. Reflexiones sobre un porvenir incierto”, organizado por el Instituto de Investigaciones Bibliográficas, que se transmitió a través del sitio de Facebook de esa entidad académica, donde comentó que la digitalización ha resuelto un problema de almacenamiento pero genera un gasto económico importante para las instituciones.
A largo plazo, precisó, la tinta en el papel mantiene el conocimiento cultural, por ejemplo textos hallados o escritos en el Renacimiento pueden ser consultados, pese a los siglos transcurridos.
“Pero vivimos en la era digital y la transición al libro electrónico está aquí y necesitamos mejorar constantemente el acceso, calidad y durabilidad de estos materiales. Considero que las bibliotecas son y seguirán siendo cruciales para ofrecer acceso ahora y transmitirlo a futuro”, sostuvo la también investigadora.
La experta en Historia del Libro y en Historia Moderna Europea detalló que aún para instituciones como la Universidad de Harvard el almacenamiento de documentos es un desafío. Construyó varios espacios de almacenamiento, el más reciente en New Jersey, con capacidad para albergar hasta 19 millones de obras; abrió en 2000, ha sido ampliado en varias ocasiones y en la actualidad se encuentra casi lleno.
Otro ejemplo es la Widener Library, construida en 1915, de la cual se estimó en un inicio que sus 10 pisos destinados al almacenaje de documentos tardarían bastante tiempo en llenarse. Sin embargo, en 1940 se presentaron nuevamente problemas por la gran cantidad de libros, razón por la cual en 1942 comenzó la construcción de un depósito en New England, que alcanzó su máxima capacidad en poco tiempo.
De ahí la importancia del almacenaje digital que ofrece múltiples ventajas, aunque enfrenta inconvenientes, como es el caso del uso de microfilms que son delicados en su cuidado, no siempre tienen la mejor calidad en los textos y tampoco se pueden ver a color.
La autora de “El teatro de la naturaleza: Jean Bodin y la ciencia renacentista” reconoció que las bibliotecas de universidades e institutos de investigación son y han sido clave para el acceso digital a algunos materiales.
Al respecto, manifestó que HathiTrust Digital Library cuenta con fondos digitales de textos importantes durante la pandemia porque debido a que las bibliotecas estaban cerradas, ahí podían consultarse las obras.
Asimismo, el “Latin American Pamphlet Digital Collection” que la Universidad de Harvard ofrece en su sitio de internet para revisión de manera libre, con seis mil documentos de Latinoamérica a partir de 1857, de los cuales aproximadamente 600 proceden de México.
“No podemos pensar que la digitalización reemplazará al libro físico, pues como en mis propias investigaciones he encontrado hay documentos que han perdido algunas páginas y eso no se nota en la digitalización. Un texto de 1555 que consulté físicamente y al final contiene una tabla que, inclusive, es más grande que el libro en sí mismo, pero que aún en las digitalizaciones de mayor calidad no se encuentra, y esto es solo una pequeña muestra de por qué el libro impreso es la mejor fuente de información y es irremplazable”, enfatizó la investigadora.
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