
Imagina que el parque o la plaza que está frente a tu casa es una gran cisterna y que cuando hay escasez de agua ésta se puede conectar a la red de edificios para que no padezcas desabasto. Loreta Castro, arquitecta mexicana, hace posible ese imaginario al diseñar espacios públicos donde el agua es el centro de los proyectos urbanísticos.
En entrevista, con motivo del libro “Al amparo de mujeres”, editado por Arquine, Castro platica sobre el parque hídrico propuesto para Iztapalapa en la Ciudad de México, el rescate de un arroyo en Tijuana y de la creación de terrazas filtrantes en 20 hectáreas de la Sierra de Guadalupe en el Estado de México.
El panorama que para la arquitecta y su socio José Pablo Ambrosi fueron vitales al fundar Taller Capital en 2010 es que la mitad de la población del planeta vive en ciudades y hace 12 años eso significaba 3,500 millones de personas, pero la proyección para 2030 es que lleguen a ser 5,000 millones de personas.
“El 95 por ciento de la mancha o del tejido urbano está por construirse y eso se hará en las próximas décadas principalmente en el mundo en desarrollo, en ciudades en Asia, África y América Latina ¿Cómo podemos, desde la arquitectura, empezar a crear esas condiciones dignas desde ahora?”, cuestiona.
–¿Qué tanto la arquitectura debe de prever esos escenarios?
–Más que prever un problema es abordar una oportunidad, ¿cómo puedes hacer que la arquitectura tenga algo que decir en términos de ciudad, de agua y de espacio público?
Un primer tema que trabajamos en Taller Capital es la densificación de vivienda, la densificación de las áreas urbanas construidas. El otro tema es el espacio público y estamos convencidos de que sí hay algo que puede hacer la arquitectura en el siglo XXI para transformar la manera en que se han construido las ciudades es mirar al espacio público como parte de la infraestructura de la ciudad.
Ni siquiera creo que sea un problema de seguir haciéndolas más grandes sino de cómo trabajar con lo que ya tenemos. El espacio público no sólo es hacer parques de recreación y esparcimiento.
Loreta Castro mira el espacio público en términos de agua, es decir, convertirlo en lugares de captación de agua de lluvia, de tratamiento de agua residual, de almacenamiento de agua.
“La arquitectura es construir espacios ya sea un lugar cubierto como un edificio o uno abierto. Normalmente nos enseñan a diseñar edificios, casas, escuelas, hospitales y a la ciudad”, indica.
Pero la ciudad es un contexto que no entiendes bien y cuando la estudias y tratas de entenderla, se te abre otra gama donde la arquitectura deja de ser sólo el objeto arquitectónico y se convierte en una pieza que crea ciudad, añade.
“Desde ese lugar me acerco, siempre pensando en cómo el impacto de las obras, ya sea un edificio de vivienda o un espacio público, pueden construir o mejorar el entorno urbano o semiurbano. Al final, las intervenciones en esos lugares los vemos como sitios de identidad, de dignificación del espacio, de cómo ofrecer un mejor lugar y mejor calidad de vida a los que habitan alrededor de ese lugar”, expresa.
OASIS URBANOS
El primer proyecto que desarrolló Loreta Castro en la UNAM fue el Parque Hídrico La Quebradora, en Iztapalapa, CDMX, éste inició como investigación en 2013 y hoy sigue en construcción.
“Se desarrolló un proyecto muy ambicioso que incluía captar el agua de escurrimientos de lluvia e infiltrarla al subsuelo en dos concavidades, pero además tener una planta de tratamiento de agua para regar jardines y abastecer baños públicos y tener un espacio de encuentro comunitario”, detalla.
Castro narra lo difícil que fue venderlo y una vez aceptado, lo tardado que resultó la gestión con gobierno. “La mayor parte del tiempo fue convencer que sí podía funcionar y con el cambio del gobierno se paró la obra, después la retomarían, entre otros motivos, por la presión de los vecinos”.
–¿Cómo funciona La Quebradora?
–Se junta agua de los escurrimientos, llega a un espacio donde el agua se filtra paulatinamente como lo ha hecho siempre porque antes ahí era un vaso regulador. Está funcionando bastante bien.
Hay una piscina pública que se abastece con agua potable y es parte de los cambios que sufrió el proyecto al haberse desarrollado y construido en el cambio de administraciones. La planta de tratamiento de aguas residuales es una obra que realizarían este año, es probable que ya se esté construyendo.
–¿Qué tan difícil es el financiamiento de estos proyectos?
–Es complicado pero hasta cierto punto porque una vez que el gobernante entiende el porqué del trabajo, se suben al barco y te apoyan. La Quebradora fue el más difícil de todos porque fue el primero pero a partir de ése ya no son tantas las complicaciones.
Por ejemplo, Loreta Castro habla del Parque Bicentenario Hank González, en el municipio de Ecatepec: un espacio de 20 hectáreas que está en las laderas de la Sierra de Guadalupe en donde no hay ciudad, pero al otro lado sí y abraza toda la sierra.
“Son terrazas filtrantes donde el municipio no tiene que hacer nada, las propias terrazas captan el agua que escurre de la montaña y en lugar de que ese gran volumen de agua erosione el terreno, creamos las terrazas rellenas de tezontle”, comenta.
La arquitecta ha desarrollado dos proyectos más con el Programa de Mejoramiento Urbano (PMU) de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbana. El primero, el rescate de un represo en Nogales, Sonora, único cuerpo de agua de la ciudad que era el basurero de todas las casas que lo rodean. El segundo: trabajar el cauce de un arroyo en Tijuana que había sido rellenado de cascajo y escombros llantimuros.
–¿Si se masificaran estas construcciones podrían suplir o aminorar construcciones de presas o drenajes profundos?
–Estoy convencida en que la manera de trabajar y de gestionar el agua tiene que ser paralela. Las infraestructuras tradicionales ya existen y tan sirve que en la Ciudad de México vivimos más de 9 millones de personas, lo que creo que es que no se tendrían que seguir haciendo ese tipo de infraestructura, sino que se les debe de dar una oportunidad a esta otra manera de gestionar al agua a través del territorio.
El gran error de estas infraestructuras es que ocultan al agua, entonces las personas están acostumbradas que la manera de ver el agua es abriendo la llave del lavabo sin pensar demasiado en si es época de lluvia o de secas. La gente que tiene escasez sí sabe de esas épocas y es un tema de mucho estrés porque hay que esperar una la pipa. Si la ciudad tuviera la oportunidad de mirar el agua a través de espacios públicos, la relación sería más amable.
Hay países que ya lo hacen como Australia, es algo que nos debemos de dar oportunidad los mexicanos porque no se necesitan grandes ni costosas tecnologías, se necesita pensar y de eso somos capaces tanto australianos como mexicanos.
¿Quién es Loreta Castro?
Loreta Castro Reguera estudió Arquitectura en la Facultad de Arquitectura de la UNAM, cuenta con una maestría en Arquitectura por la Academia de Arquitectura de Mendrisio, y una maestría en Diseño Urbano con honores, por la Graduate School of Design de Harvard. En 2010, fundó Taller Capital, junto con José Pablo Ambrosi. Su trabajo se enfoca en el diseño de las ciudades mediante la densificación y los espacios públicos infraestructurales, abarcando diferentes estrategias para el manejo del agua. Han recibido diversos reconocimientos y premios, tales como la instalación del Pabellón El Eco 2015 y la medalla de plata de la Bienal de 2017.
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