Cultura

“Si mañana se despenalizara el homicidio ¿tú saldrías a matar? Yo no”

El académico y abogado publica “Leyes, neuronas y hormonas”, donde explica por qué la biología redefinirá el Derecho y a las humanidades

El presentador de televisión Stephen Colbert sonríe a la cámara.
Gerardo Laveaga es autor de varios libros, además de tener una amplia trayectoria como abogado y titular de organizaciones, como el INAI. Gerardo Laveaga es autor de varios libros, además de tener una amplia trayectoria como abogado y titular de organizaciones, como el INAI. (La Crónica de Hoy)

“Lo que hace que estés con tus hijos es tu cariño, es decir, tu oxitocina y vasopresina. Lo que hace que una gente mate es su desconexión con la amígdala y su corteza prefrontal. Entonces, ¿se puede castigar desde el derecho ese mal funcionamiento de los órganos?, es la pregunta que lanza Gerardo Laveaga (Ciudad de México, 1963) en su libro “Leyes, neuronas y hormonas”.

En la obra editada por Taurus, el autor y abogado cuestiona hasta qué punto la toma de decisiones obedece a procesos químicos en el cuerpo y hasta dónde depende de cuestiones morales.

“¿Qué mueve nuestra conducta? Cuando estudias derecho te enseñan que son las normas jurídicas, pero cuando lo vives, lo padeces, estudias y reflexionas te das cuenta que no es así”, asegura Laveaga.

“Pensemos en las drogas, todas generan una hormona que se llama dopamina, es un neurotransmisor. Todo lo que hacemos, dicen los científicos, lo hacemos para conseguir dopamina, ¿cómo la conseguimos? algunos practicando un deporte, otros con el sexo, otros leyendo, otros cantando u escribiendo, cada quien la genera de manera distinta”, detalla.

Pero hay personas que no logran generar dopamina y tienen que recurrir a la química, a sustancias como la heroína o cocaína, que tienen consecuencias horribles, pero lo que la gente está buscando es liberar dopamina, añade.

“La pregunta es ¿puede el Estado castigar a alguien que busca liberar dopamina?, ¿me pueden castigar a mi por ser diabético, por ser canceroso o por ser hipertenso?, ¿soy una persona vil por usar anteojos? No, yo uso anteojos porque los necesito”, indica.

Pero Gerardo Laveaga hace una aclaración: ninguna persona normal mata o viola. “Si mañana se despenalizara el homicidio ¿tú saldrías a matar? Yo no. Si mañana se quitaran las responsabilidades para quien abandona a sus hijos, ¿tú los abandonarías? Yo no. Vamos, la gente que mata o viola o abandona a sus hijos lo hace con ley o sin ley”.

La diferencia ahí es la oxitocina y vasopresina –sustancias que provocan el apego– y la amígdala y la corteza prefrontal, comenta el autor.

En su libro, Laveaga explica que la amígdala se ubica en el lóbulo temporal del cerebro y es la encargada de preparar la respuesta que nuestro cuerpo da a distintos estímulos vinculados con las emociones.

Y la corteza prefrontal es la encargada de lo que hasta hoy se llama razón o inteligencia, por tanto, una falla en esa zona impide que racionalicemos reacciones, que podamos tomar decisiones y que quedemos a merced de la amígdala.

“La pregunta es ¿se puede castigar ese mal funcionamiento de los órganos? Sería como castigar a un miope o a un sordo. La gente que golpea, hombres y mujeres, quien comete homicidio y el que lesiona tiene que tener algún chip descompuesto, como se dice coloquialmente”, afirma Laveaga.

El abogado pone otro ejemplo: existe un ratón de montaña que genera muy poca oxitocina y es una especie polígama, en cambio, un ratón de campo que genera mucha oxitocina es una especie monógama. Ambos roedores fueron sometidos a un experimento de la Universidad de Emory, Estados Unidos: los machos fueron separados tres días de sus familias.

“En el caso del ratón de campo, los ratoncitos corrieron hacia el papá. En el caso del ratón de montaña, los ratones siguieron comiendo como si nadie hubiera llegado. ¿Por qué fue esto?, ¿por valores, por moral, porque unos tienen una educación más sólida? No, por sustancias químicas… y oigan esto que es asombroso: cuando le inyectaron oxitocina y vasopresina a los ratones de montaña, éstos se volvieron monógamos”, narra.

Esos argumentos son contrarios a lo que se ha enseñado y entonces se enojan curas, psicólogos, sociólogos y grupos políticos, indica Laveaga.

“Cuando la gente se suicida, a veces, deja carta diciendo que lo dejó la novia o que lo corrieron de su trabajo, pero hay mucha gente a quien la deja su novia o quiebra su negocio y no se suicida, ¿por qué?”, cuestiona el autor.

Hoy sabemos que eso está determinado por una hormona denominada serotonina, que se genera en nuestro intestino grueso y la generan dos bacterias, señala Laveaga.

“Hay gente que se suicida como Ernest Hemingway o Marilyn Monroe y la gente pregunta ¿pero por qué si tenían todo, si eran la encarnación del éxito? Resulta que no tenían todo, les faltaba serotonina. Es una ingenuidad que la gente diga: vamos a hablar con él, le vamos a dar terapia, no te suicides, el sol brilla, tu mamá te quiere. No es un tema de que te quiera tu mamá o la luna brille, es un tema de que te falta serotonina”, expresa.

–¿Se necesita cambiar la enseñanza del derecho?

–Todo va a cambiar, no es una cosa voluntaria. Hoy en las clases de derecho los alumnos siguen aprendiendo tonterías como Derecho Romano y las 17 formas de manumitir esclavos en latín. La gente no va cambiar eso voluntariamente, pero cuando se den cuenta de cómo van avanzando las cosas, estoy convencido de que todo enfoque jurídico, prácticamente todas las humanidades, van a tener que ser multidisciplinarias.

“Ya no se entiende el derecho si no se entiende la ciencia y la tecnología, sin inteligencia artificial o neurociencia; te aseguro que en lo futuro, los jueces van a ser farmacólogos y químicos, ya no serán abogados, por lo menos, los penales”, responde.

–¿Los juicios cambiarán?

–El delito será un tema de salud pública, ya no de derecho penal. Hoy nadie pensaría meter a la cárcel a un hipertenso o epiléptico, la gente diría, pobre, cúrenlo… falta ver si hay dinero para curarlo y políticas públicas.

“Hoy, con lo que tenemos, si yo sé que en mi colonia anda un asesino serial, que lo metan a la cárcel, pero creo que en el futuro tendrán que decidir que si anda un león suelto, no es que el león sea mala onda, hay que llevarlo a un zoológico”.

–¿Hay países que ya consideran aspectos de la ciencia en los juicios y castigos penales?

–En todos los países estamos en pañales, en Chile acaban de emitir una legislación para salvaguardar los neuro derechos, es decir, que nadie va a interferir mis conexiones cerebrales a través de la tecnología artificial. Hay miedo de eso, en el futuro eso será un tema de debate.

“Lo que creo es que en el futuro vamos a ver la conducta humana con una gran naturalidad. La gente que mata, la gente que viola, la gente que comete un montón de delitos lo hace también como un resultado de sustancias.

“Entonces, mientras más preparados estemos tendremos más apertura a los cambios, pero habrá políticos y líderes religiosos que no les conviene esto porque están dejándolos sin chamba”, responde.

CIENCIA EN LA DEFENSA

Uno de los personajes que menciona Laveaga en su libro es Cesare Lombroso, médico italiano y considerado el padre de la criminología, quien relacionó ciertas actitudes humanas con la fisonomía y ciertas sustancias.

“Fue un hombre que se adelantó a su tiempo, él no sabía todo lo que hoy sabemos de neuronas y genes, pero iba por buen camino, no en balde se le considera el padre de la criminología. Llegó a conclusiones demenciales: hay que meter a la cárcel a una persona antes de que cometa el delito; imagínate, si alguien dice que vas a ser homicida o yo incendiario nos meten a la cárcel, es una chifladura. Se debe castigar a la gente por lo que hace”, dice.

El Derecho no sólo puede ser reactivo, tiene que ser preventivo, añade el autor.

“Antes, la paternidad de un hombre sólo era posible si el padre reconocía al hijo, pero hoy existe la huella genética de Alec Jeffreys. Hoy, la pena de muerte vuelve a ponerse en duda con la huella genética; hace algunos años, en Estados Unidos detectaron que había un montón de gente en la fila de la muerte, una treintena de personas, y cuando comprobaron su semen con el semen de la víctima resultó que no era de ellos, ellos no habian sido los violadores. La ciencia está haciendo que esto se sacuda de manera entusiasta, no sólo en el ámbito penal, sino civil”, señala Laveaga.

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