
El día de las madres es una oportunidad magnífica para celebrar la fuerza vivificante que aportan las mujeres al mundo. La maternidad expresa de forma inequívoca el poder que tiene la mujer para dar vida. Desde luego, no solo vida en sentido biológico, sino vitalidad humana en todos los niveles. Con su ternura, empatía y hospitalidad, es capaz de transformar todo y de hacerlo habitable y acogedor. En ese sentido, existen muchas formas de maternidad, pues la fuerza femenina puede vivificar el mundo de muchas maneras. Me gustaría aprovechar el día para recordar la invitación que nos hizo Joseph Ratzinger a redescubrir la riqueza de la línea femenina que atraviesa las Sagradas Escrituras.
El teólogo alemán estaba convencido de que era indispensable comprender correctamente el rol fructífero de la mujer para poder hacer una lectura acertada de la Biblia. De hecho, por eso celebró con tanto entusiasmo cuando Juan Pablo II publicó la encíclica Redemptoris mater, pues le parecía que la modernidad había sido testigo de la exclusión de lo femenino del mensaje bíblico. El énfasis en la figura de Jesucristo se había convertido en una ceguera negligente ante la línea femenina que puede trazarse desde Eva hasta María –pasando por las grandes matriarcas de Israel, como Deborah, Esther y Ruth–, y que tiene su culminación en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, en el que el mundo redimido y coronado por Dios es representado en la novia engalanada que sale al encuentro de su creador. Esta línea femenina representa ni más ni menos que a la totalidad de la creación que recibe de Dios una existencia prodigiosa y que está llamada a enriquecer el don recibido por medio de una receptividad amorosa y fructífera. La naturaleza creada colabora fecundamente con la gracia recibida y se convierte así en un don de correspondencia con el creador. Por eso, la mujer, esencialmente materna, es un ícono que simboliza a la creación entera delante de Dios, la cual es capaz de dar fruto abundante con su receptividad fructífera.
Si realmente queremos descubrir lo que la revelación tiene que enseñarnos acerca de la mujer es necesario volver a mirar esta línea matriarcal. Por otro lado, solo en la correlación de la línea masculina y la femenina puede salir a la luz la verdad plena acerca de Dios. Hoy, día de las madres, es una gran ocasión para contemplar con renovados ojos a la Madre del que es la Vida misma. Con exquisita receptividad femenina, ella representa el sí radical de la creatura al don de Dios que se nos ofrece en libertad. Por eso se ha convertido en un ícono de fecundidad que sirve como modelo para toda creatura, para hombres y mujeres, para padres y madres, para todos aquellos que quieren servir y ser fuente de vida para los demás.
Una madre nos ayuda a comprender que Dios no ofrece al mundo un amor violento, sino una propuesta que espera la colaboración de la creatura que ha sido convocada al amor libre. La próxima vez que miremos a una de ellas, recordemos que estamos delante de una imagen viva de la vocación del mundo entero, el cual está llamado a recibir y fructificar el don de Dios y, de esta forma, a convertirse en una imagen de Dios mismo.
*Profesor investigador del Instituto de Humanidades de la Universidad Panamericana..
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