“En México comprendí que la violencia es lenta, es decir, no es un estallido, es un estado de cosas. Esa mezcla de violencia y ternura, de crueldad y generosidad, de orgullo y fraternidad que he encontrado siempre en México me ha hecho entender al ser humano”, expresó el escritor español Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) a propósito de su reciente novela “Revolución”.
Esta obra, editada por Alfaguara, narra la historia de Martín Garret Ortiz, un joven español ingeniero que en 1911 llega a trabajar a Ciudad Juárez, no obstante, se encuentra con la Revolución, en específico con los villistas, y este joven es seducido no por el movimiento armado sino por los hombres y las mujeres que hacen la revolución.
“Tengo una deuda con México. En este país entendí que el gris es el color de la vida no el blanco ni el negro. ‘Revolución’ es un balance, es un rendir cuentas, es decirle a los mexicanos: esto he aprendido de ustedes, lo bueno y lo malo, muchas gracias”, indicó Pérez-Reverte en conferencia de prensa.
El escritor confesó que se horroriza de lo cruel que puede ser el mexicano, pero también se asombra de lo brillante, divertido, generoso y valiente que puede ser el mexicano, contradicciones que, en su opinión, se reflejan en Francisco Villa. “Lo que yo detesto y amo de México está en Villa”, reconoció.
El autor narró el por qué en la novela Villa tiene más presencia que Emiliano Zapata.
“No puedes juzgar a Villa por su suicida obstinación y sangrienta en Celaya, ni a Zapata por sus errores cometidos. En esta novela debía de elegir con qué me quedaba, con norte o sur. Para lo que quería contar el sur era demasiado triste, el sur campesino, ese Zapata culto pero silencioso, era una parte demasiado triste”, dijo.
Mientras que el norte se acoplaba a su novela. “Era bestial, cruel, fanfarrón, mujeril. Preferí a Villa como el personaje que más aparece”, señaló y reveló que leyó sobre ese personaje, en especial la biografía hecha por Paco Ignacio Taibo II. “Mi Villa es el correcto, no creo que Taibo tenga reproches que hacer”, agregó.
El también miembro de la Real Academia Española indicó que Villa es un bandolero medio analfabeto, cruel, mujeriego, elemental y a quien las circunstancias lo convierten en líder.
“Tuvo un instinto guerrillero, táctico extraordinario, es un hombre providencial y eso lo hace fascinante y repulsivo, lo eleva y lo rebaja; es cruel, es impulsivo, es generoso, es la mezcla de todo lo que es muy mexicano. Villa encarna lo peor y lo mejor del mexicano, esa violencia tamizada por la ternura, esa crueldad tamizada por la lealtad, esa personalidad orgullosa, indomable”, afirmó.
Arturo Pérez-Reverte que se desempeñó como corresponsal de guerra y quien en sus novelas aparece de manera constante el tema de movimientos armados expresó que las revoluciones son necesarias, aunque éstas terminen con ilusiones destrozadas.
“En mis 21 años como reportero estuve en 18 guerras en las que siete fueron revoluciones, es decir, tengo un cierto conocimiento de primera mano sobre qué es una revolución y cómo se comportan las personas”, dijo.
Lo que interesa al autor de “La Reina del Sur”, “El capitán Alatriste” y “El pintor de batallas” de la Revolución Mexicana no es la revolución en sí porque no cambió las condiciones de vida de la sociedad mexicana de manera radical.
“Me interesa el comportamiento de los seres humanos que lucharon, que fueron crueles, leales, valientes y cobardes, que fueron seres humanos”, indicó.
Cuando fui a la guerra por primera vez, descubrí que la guerra es una escuela de lucidez importante, añadió Pérez-Reverte.
“En la vivencia de la guerra descubrí cosas que en la vida normal tardaría años en descubrir, mirando a los seres humanos que un mismo día hacían lo bueno y lo malo de ahí uno aprendía, acercándome a ellos podía completar mi formación como ser humano. Y a mi personaje en esta novela le presto esa mirada”, señaló.
¿Cuál es su opinión de la utopía?
No tengo buen concepto del final de las revoluciones, creo que son necesarias para que los de arriba no duerman tranquilos.
Cuando los de abajo llegan arriba, a menudo, se convierten en gente de arriba y se olvidan de los de abajo. Toda esa escéptica melancolía, esa desilusión, esa falta de esperanza, ese resultado final de la Revolución también está aquí, México tuvo esos años necesarios y uno se da cuenta que no cambió tanto.
Toda esa gente que murió, luchó, peleó, aquí estamos, cruza la calle y buena parte de ese esfuerzo y esa lucha mezclada con lo que es la condición humana, no cambió gran cosa, aún siguen los de abajo y los de arriba. Esa falta de ilusión es algo que plantea el libro.
Pérez-Reverte detalló que para escribir la novela leyó toda la narrativa de la Revolución Mexicana, desde “Cartucho” de Nellie Campobello hasta “Gringo viejo” de Carlos Fuentes.
“Además, tenía que reconstruir a México de los años de 1911 al 1920 y para eso trabajé con fotografías antiguas, con archivos como el Casasola, conseguí un mapa de Ciudad de México de 1920 donde aparecen líneas de tranvía, comercios, hoteles”, compartió.
Por esos escenarios camina su personaje Martín Garrett para contar su aprendizaje, de cómo un joven técnico, un ingeniero no romántico, un gachupín no lector queda seducido por la Revolución y, por tanto, México le cambia la vida.
“Uno de mis bisabuelos paternos, ingeniero de minas que dirigía unas explotaciones primero en Linares y luego en La Unión y en Cartagena, tenía un amigo, compañero en la Escuela de Minas, que fue a trabajar a México en esa época. Desde allí le escribía cartas a mi bisabuelo contándole que habían llegado Pancho Villa y Zapata, y todo lo que allí veía”, dijo.
Entonces para el autor, la Revolución Mexicana fue muy familiar desde que era niño, y aclaró que si habla con tanta holgura del país es porque él no se siente un extraño, un gachupín turista, sino alguien que puede comentar opiniones entre sus amigos.
“Disculpe que hable de México con cierto calor e insolencia, aquí no estoy en el extranjero porque igual que un mexicano en España, es un amigo y tiene el derecho de hablar. Tomen siempre mis declaraciones un acto de amor y no soberbia”, indicó.
“Estoy acostumbrado a oír hablar de las soldaderas como algo romántico. Uno ve ‘Enamorada’, la película de María Félix y está la imagen romántica, pero eso es mentira; tienen que ver ‘La soldadera’, con Silvia Pinal, es una película de verdad, donde está la amargura, la tristeza, el sometimiento, las mulas de carga”, dijo Pérez-Reverte.
La vida de ellas fue un horror. “Lo que me extraña es que no haya un monumento a la soldadera en la Ciudad de México, quizá lo hay pero no lo conozco, pero un monumento a una mujer con el rifle del hombre, con las carrilleras, con el bulto de la comida, con los niños agarrados a su falda y sola, sola, sola”, dijo.
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