Confeccionar ropa para los sacerdotes fue una importante industria durante el siglo XVIII y un ejemplo de ese ramo artesanal se exhibe en el Museo Nacional del Virreinato (MNV) con la exposición “Miguel Gregorio Molero, un tejedor de ultramar”, donde se muestran por primera vez 37 capas tejidas con hilos de oro y plata procedentes de España.
Crónica presenta una entrevista con Alicia Martínez, gestora del patrimonio cultural de comunicación educativa del MNV, quien detalla la vida de este personaje toledano y el significado de la vestimenta clerical.
¿Quién fue Miguel Gregorio Molero?
“Miguel Gregorio Molero fue un tejedor de Toledo que vivió en el siglo XVIII, su familia siempre se dedicó a la indumentaria, él fue la tercera generación, entonces tuvo toda la experiencia y nosotros resguardamos una colección que inicialmente formó parte de la Catedral Metropolitana, ésta después pasó a ser del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y luego al Museo Nacional del Virreinato”, narra.
Dicho recinto ubicado en Tepotzotlán, Estado de México, conserva 70 piezas manufacturadas por Miguel Gregorio Molero, de las que se exhiben 37, en especial las que fueron adquiridas por la Catedral Metropolitana.
“Este personaje tiene una característica muy importante: a finales del siglo XVIII, el rey de España le dio el nombramiento de Real Fábrica de Miguel Gregorio Molero. En España existieron las reales fábricas dedicadas a productos especializados, algunos eran del rey y otros particulares”, detalla Martínez.
Gregorio Molero se dedicó sólo a confeccionar ornamentos sagrados, es decir, toda la vestimenta que usaban los sacerdotes en misas, por ejemplo, las capas pluviales que como su nombre lo indica son capas para cubrirse de la lluvia, hechas con oro y plata, bordadas con seda fina y también usadas en las iglesias durante la ceremonia litúrgica.
MATERIAS PRIMAS Y COMPRAS
La exposición inicia con la explicación de cómo era la ciudad de Toledo, España, en el siglo XVIII y coloca las primeras piezas hechas por este tejedor para que el visitante pueda comparar el bordado a mano con la manufactura del telar.
“Los telares son más antiguos que a la época de Gregorio Molero, pero con él hubo avances, hizo una renovación para producir las mejores prendas y obtener el nombramiento de Real Fábrica”, indica Martínez.
La especialista detalla que este tejedor inventó una lanzadera llamada espolín que se usaba en el telar. “Él podía trabajar pequeñas decoraciones de flores de forma independiente en el telar principal, es decir, en un telar se usa una lanzadera que pasa de lado a lado, pero el espolín es una lanzadera que solamente pasa formando un dibujo específico, por ejemplo, una flor”, explica.
Después, en otra sala, los visitantes entenderán de dónde se obtenían las sedas preciosas y los tintes naturales.
“Verán que la seda se produce de gusanos, los cuales generan enormes cantidades de filamentos que se organizan en el capullo, después éstos se ponen en agua caliente y pueden tener el animal adentro vivo o no, depende de qué tipo de calidad de seda se quiera obtener”, agrega la gestora del patrimonio cultural.
El tercer núcleo explica el momento en que Gregorio Molero mandó cerca de 30 capas pluviales a la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
“Alonso Núñez de Haro y Peralta fue quien compró las piezas en España para la Catedral Metropolitana, después él llegó a ser parte de la iglesia novohispana y en la exposición podrán ver cuánto costaron esas piezas, hay un contrato que indica que 12 personas durante 15 días trabajaron para hacer una capa pluvial y detallan cómo trasladaron las telas por barco, cuidándolas para que no llegaran dañadas al puerto de Veracruz”, menciona.
La exhibición también explica el simbolismo de los colores litúrgicos ya que las indumentarias de los sacerdotes podían ser rojas, verdes, moradas, blancas y negras.
“Eso se define de acuerdo al calendario litúrgico, en Navidad podían usar tanto el blanco como el rojo, todavía en la Catedral Metropolitana de México los podemos ver así vestidos; y en los días ordinarios usan indumentarias color verde, pero en Semana Santa ocupan negro o morado”, indica Martínez.
En la última sala se cuenta la historia de la Real Fábrica de Molero y Hernández. El maestro tejedor protagonista de esta muestra murió iniciado el siglo XIX, en 1801, entonces dejó su fábrica a un familiar de apellido Hernández Delgado, por lo que la real fábrica modificó su nombre a Real Fábrica de Molero y Hernández.
MÁS PIEZAS
Otras piezas que se exhiben en “Miguel Gregorio Molero, un tejedor de ultramar” son casullas, una especie de capas redondeadas que llevan bordados en el centro, cálices de plata fundida, cincelados y dorados, copones con tapa donde los sacerdotes guardan elementos que utilizan en las misas y algunas pinturas.
Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .