Un edicto en contra de Miguel Hidalgo y Costilla fechado en octubre de 1810, un mes después de que estallara la Independencia, fue pegado en las puertas de las iglesias para advertir que los sermones del insurgente eran contrarios a la fe. Ése documento es uno de los 50 que se exhiben en la Biblioteca Nacional de México (BNM) con motivo de la exposición “La censura en México a través del tiempo. De la Inquisición al Tribunal Liberal”.
La muestra que se inaugurará este viernes y permanecerá hasta el mes de diciembre en el Fondo Reservado del BNM (Circuito Centro Cultural, Ciudad Universitaria), evidencia que tras la extinción de la Inquisición la censura de libros continuó mediante autoridades como los arzobispos y gobiernos liberales.
“Quisimos abordar la censura más generalizada, más de largo plazo, porque cuando hablamos de censura pensamos en la Inquisición, pero cuando ésta se suprime, en 1820, es hasta el siglo XX cuando aún hay un régimen que sigue censurando libros en el ámbito religioso y civil”, expresa en entrevista el investigador Manuel Suárez Rivera.
Para ejemplificar lo anterior, la muestra exhibe un impreso que advierte a la gente que la Inquisición “se quitó, pero sus usos se quedaron” en el país.
“En México, en la época novohispana, la censura corrió a cargo de la Corona Española. El Papa le dio permiso al rey de ser una especie de Papa en América. Entonces la Inquisición se convirtió en la institución perfecta para controlar lo que estaba circulando, era el tribunal de la fe, el que controlaba los textos a través de listas”, detalla Suárez Rivera.
Para saber qué títulos estaban prohibidos, se editaron índices, es decir, un listado de libros no autorizados, algunos de los autores que figuraron fueron: Lutero, Calvino, Erasmo de Rotterdam, Montesquieu y Rousseau. Estos índices se vendían en librerías y era libros de cabecera tanto de los censores como de cualquier persona que se dedicara a la producción y distribución de libros.
El investigador del IIB detalla que la confiscación del libro fue la primera manera de censurar libros, después la Inquisición optó por tachar párrafos de la obra o arrancar páginas de los libros. Lo que nunca ocurrió fue la quema de libros, los títulos eran resguardados en la cámara secreta de la Inquisición.
¿Cuáles fueron los métodos de censura?
En los índices las obras de Calvino y de Erasmo de Rotterdam estaban prohibidas al cien por ciento, al igual que los libros de todos los reformistas como Lutero, pero después se dieron cuenta que era una medida dañina a pequeños productores de libros.
“Un autor que produjera una obra en donde un párrafo se considerara incorrecto, no era motivo de censurar todo el libro, entonces empezaron a censurar pequeños párrafos o pasajes, a eso se le llamó expurgo y fue una forma de no confiscar los libros sino una parte para que pudieran seguir circulando. Lo que tenemos hoy son libros con huellas de la censura a través de un tachón o de alguien que les arrancó páginas”.
En la exposición se muestran el expurgo de cuatro ejemplares de la misma obra (“Propinomio evangélico”) y a un lado el índice que indica las partes del libro que debían censurarse.
¿Cuánto tiempo se mantuvo el expurgo?
Hasta el siglo XVIII. La Inquisición se suprimió en 1820 y el expurgo se hizo hasta esa época. Después, los arzobispos continuaron ejerciendo esta potestad diciendo que ciertos libros tenían que pasar antes por una censura.
¿Qué medidas debían acatar los editores o libreros?
El libro en esa época se producía en un 90 por ciento en Europa. México tuvo su imprenta en 1539 pero era de funciones de papelería social. Se calcula que a la Nueva España, en el siglo XVIII, llegaban varias decenas de libros por cada flota y era a través de listas que se controlaba su ingreso.
“Había una máxima entre los comerciantes: la verdad sabida, buena fe guardada; es decir, tenías que confiar que lo que estaba en lista era lo que había en el paquete y eran los libros permitidos”.
Sánchez Rivera explica que los libros salían de España para llegar a México y en ambas fronteras, las aduanas hacían revisiones. En el caso del país ésta se ubicaba en el actual edificio de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
“Tenemos indicios de que los propios libreros se convirtieron en defensores de la religión, es difícil entrar en el terreno de la ideología pero cuando decimos que existía la Inquisición y había censura pensamos que todos estaban en contra de la Inquisición, pero por lo que he podido estudiar sucedía es al revés: la gente estaba convencida de que la religión católica era la correcta y no había por qué tener otras ideas, claro, no todos pensaban lo mismo”, indica.
Ya sea por esa ideología o porque el librero temía de la confiscación de libros, éste se convertía en un personaje que cuidaba sus libros.
“Si un librero no estaba a favor de la Inquisición tampoco estaba a favor de que le quitaran sus libros porque el castigo era que te confiscaran la mercancía, entonces perdías mucho dinero porque el libro implicaba costos que iban desde pagarle al cargador que llevó los libros de la playa al barco hasta el pago impuestos de fletes…era una mercancía cara”, afirma.
PERSISTE LA CENSURA
En el siglo XIX uno de los autores más prohibidos fue el español Juan Antonio Llorente, comenta el investigador Felipe Bárcenas.
“Muchos piensan que los más censurados fueron los pertenecientes a la literatura gala como Voltaire y Rousseau. En los archivos de las iglesias regionales como la de Monterrey se comenta que debían tener cuidado con Llorente”, detalla.
Por ejemplo, añade el experto, su libro “Los discursos de la constitución religiosa” plantea que los estados americanos deben formar iglesias nacionales supeditadas al soberano nacional antes que al Papa, eso implicaba que el gobierno civil tuviese facultad para intervenir en la administración de los cleros locales, nombrar obispos y destinar recursos para las iglesias.
“Eso causó incomodidad y dijeron que Llorente quería provocar un cisma como Lutero. En el siglo XIX también se prohibieron libros procedentes de Francia como los escritos por Holbach, un ateo que abiertamente planteaba que la religión era un mito, que no servía para nada”, señala Bárcenas.
Otro autor prohibido fue Voltaire, quien sí creía en Dios, pero planteaba que la racionalidad humana no daba para comprender la existencia de la divinidad, agrega. “Entonces una conclusión es que había cosas que se podían conocer y otras que no; en su libro ‘La Henriada’ se mofa del clero por suponer que los curas conocen todo”.
¿La Independencia no marcó el fin de la censura?
Gran parte de la historiografía liberal de los siglos XIX y XX en ese afán por enaltecer el sistema republicano federal, el liberalismo, van a suponer que la censura es incompatible con el México de la primera mitad del siglo XIX, pero no siempre fue así.
“He consultado documentos en los que presidentes como Vicente Guerrero, héroe popular, ordena a un obispo prohibir libros. Es decir, la Inquisición se quitó pero no el supuesto de que la religión jugó un papel importante porque se concibió como el principal nexo que mantendría unido al estado nacional. Después de 1821 a 1855 no existe un régimen formal de censurar libros pero sí habrán ciertas disposiciones legales (de un sistema censor)”.
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