“El silencio es terrible en el sentido político e histórico porque es callar la verdad y no permitir que se aprenda de algo que sucedió; a lo mejor las personas no estamos hechas para aprender mucho porque siempre repetimos los mismos errores”, expresa en entrevista Ximena Santaolalla (Hidalgo, 1983), autora de “A veces despierto temblando”.
La novela que resultó ganadora del Premio Mauricio Achar Literatura Random House 2021, es una historia contada a 12 voces sobre la militarización y la violencia que vivió Guatemala a partir de 1982, cuando el general Efraín Ríos Montt tomó el poder e inició el genocidio de comunidades indígenas.
“Creo que sería mucho peor si todas las cosas se mantuvieran ocultas, silenciadas y una de las maneras de sanar es simplemente decir las cosas como fueron, reconocer que estas cosas pasaron. Es un primer paso para sanar cualquier dolor”, expresa Santaolalla.
Sin embargo, la autora indica que a veces el silencio también da paz porque, en lo individual, el obsesionarse con un dolor destruye.
“No hay que sentir que la vida de una persona tiene que ser solamente lo que le dolió y que esa persona no puede ser más que dolor y memoria del horror. No solamente éramos un día de masacre”, comenta.
Santaolalla expresa que la dictadura de Ríos Montt fue de las dictaduras más sangrientas en la historia en América a pesar del corto tiempo que duró, de 1982 a 1983 hubo una gran cantidad de personas asesinadas y desaparecidas.
-¿Por qué los militares no permiten hablar lenguas indígenas?
-Una de las violencias que más me han impactado es la prohibición de hablar la propia lengua en los entrenamientos militares, no sé si todavía sucede ahí, pero esto sucedía durante la dictadura de Ríos Montt. Se les prohibía hablar lenguas mayas.
“Muchas personas, no sólo las que decidieron entrar al servicio miliar sino aquellas que por la fuerza entraron porque se las robaban en el camino, en áreas rurales para meterlos a la fuerza, a veces ni sabían hablar en español”, responde.
Mantener privilegios, tener miedo de perderlos y tratar de que nadie más los tenga, es otro tema que aborda la autora.
“En el caso de Guatemala, el querer mantener privilegios para las personas de la población blanca, la manera de hacerlo fue usar a las personas de los pueblos originarios para poder mantener ese privilegio. Las personas en el servicio militar y en niveles más bajos eran personas que pertenecían a pueblos originarios”, detalla.
Pero para poder llevarlos al grado de asesinar a su propia gente e incluso, a sus familias, debía existir un discurso de racismo, añade Santaolalla.
“Los convencieron de que eso se debía de hacer por el país. Durante la dictadura de Ríos Montt hubo mucho enfoque en lograr un discurso donde se manipularan a las personas tratando de que se odiaran a sí mismas, no se logró en todos los casos pero fue una propaganda de decir: para que este pueblo salga adelante, hay que destruir a quienes son como tú, a quienes piensan como tú, hay que matar a quienes se parecen a ti”.
De esa manera Ríos Montt llegaría a su objetivo: desaparecer a los pueblos originarios.
“Él consideraba que atrasaban al país, que no permitían el desarrollo y les parecía un problema por donde estaban ubicados como el pueblo ixil, en la franja transversal del norte porque que quería adueñarse de esas tierras que eran de indígenas, las quería para dárselas a quien consideraba que las debía de tener”, narra.
Esa idea de exterminio la realizó con militares de élite que aterrorizaban a la población con muertes y torturas. “Un poco como grupos de crimen organizado en México, mientras más terrible sea la forma de matar o de torturar a alguien, más terror le da a los demás y la población hace lo que ellos quieren”.
El entrenamiento kaibil
“A veces despierto temblando”, de Ximena Santaolalla narra los entrenamientos militares y cómo ven de manera natural las violaciones y secuestros.
“Creo que sigue existiendo esa forma de entrenar a los militares de élite, es una idea de que deben ser armas de matar o robots que matan y que no van a tentarse el corazón ante ninguna situación. Guatemala tiene uno de los entrenamientos más sanguinarios y más efectivos para deshumanizar a las personas: el entrenamiento kaibil junto con entrenamientos en Estados Unidos e Israel”, comenta.
La autora indica que los detalles de ese entrenamiento que incluye en el libro no es ficción, está basado en datos.
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