La guerra de Independencia modificó la vida de los niños, en especial de quienes vivían en la zona del Bajío y en Veracruz, ya que sus familias se sumaron a las filas insurgentes y, por tanto, vivieron en campamentos, algunos fueron fusilados, otros enjuiciados, raptados o usados como canje para la libertad de comandantes realistas.
El movimiento que formó al país visto desde la mirada de los niños es una investigación que realiza Aurea Ávila, historiadora del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM).
“Estos niños, la mayoría, sus papás se unieron a la insurgencia en los ejércitos de Hidalgo, Morelos y Guerrero, fueron con sus familias a la guerra y en los campamentos hicieron su vida cotidiana”, señala la investigadora.
Los niños eran los encargados de acarrear la leña para encender el fuego, repartían la pastura para los caballos, transportaban agua, cuidaban a los caballos; y las niñas ayudaban a las mamás a hacer la comida, a cuidar a los hermanitos y padecieron el rapto.
“Tenemos documentado el caso de una hija de un insurgente, de dos años, de nombre Guadalupe Moreno y que capturó el comandante realista José Brillanti, quien le escribió una carta al padre para decirle que le devolvía a la niña a cambio de un sargento realista que había capturado. Pero Pedro Moreno le respondió que había matado al sargento y para él eso era importante, seguir la causa”, narra Ávila.
La niña se quedó con el militar realista, lo que implicó un duelo para los padres porque su hija recibiría los ideales contra los que luchaban, añade.
La historia de Pedro Moreno tiene otro registro sobre infancias.
“Su esposa se fue con él al Fuerte del Sombrero, en Lagos, en 1817, y ahí la esposa creó un pequeño hospital con las mujeres de los soldados para ayudar a los enfermos y ver toda la cuestión del alimento. Ellos tienen un hijo, el mayor, Luis Moreno Pérez, de 11 años, que pierde la vida en la defensa de la fortaleza”, cuenta. En ese fuerte se han rescatado más testimonios de niños, agrega la investigadora.
“Cuando los realistas tomaron el fuerte, los niños fueron apresados. Por ejemplo, Carlos Contreras de 10 años quien acompañaba a su padre Dionisio cuando estalló la guerra en San Juan de los Llanos y pidió indulto que le daban los insurgentes para ver si encontraba a su padre y madre”, platica.
Otro testimonio es del niño Mateos Villegas, de 11 años, que declaró que subió con su mamá al fuerte, “por el amor a un hermano que andaba de insurgente y que se hallaba solo y que ignoraba el paradero de su mamá y de su hermano”.
La investigadora señala que las infancias no se sumaron por convicción propia a la Independencia, “son niños en formación y se unieron con sus familias a la guerra e indudablemente les cambió la vida”.
Otro dato que comenta Ávila es el de José María Morelos y Pavón que en 1812, durante el sitio de Cuautla, nombró a su hijo Juan Nepomuceno Almonte capitán de la Compañía de Emulantes, integrada a las filas insurgentes.
“Se llaman emulantes porque van emular lo que los adultos hacen: la guerra. En este sitio también recordamos a Narciso Mendoza, El Niño Artillero”.
–¿Qué les pasaba a los niños presos?
–A los hijos de caudillos insurgentes tomados presos, se les hacían juicios como adultos y eran fusilados, tal es el caso de Timoteo Rosales, hijo del insurgente zacatecano Víctor Rosales capturado en 1811 por los realistas.
Está el caso de un niño indígena, Pedro Bernardino Alquisiras, lo capturaron en 1817, le hicieron un proceso judicial y su condena fue internarlo en el hospicio de pobres de la Ciudad de México, que en ese tiempo funcionaba como un reformatorio.
Infancias en el siglo XIX
Aurea Ávila platica que cuando inició el movimiento de Independencia, en 1810, había diversas infancias. “No era lo mismo un niño criollo a un niño indígena o afrodescendiente mestizo; podemos ver que los niños eran concebidos como producto del pecado original y la gente buscaba sacarlos de ese pecado, de esa infancia, y convertirlos lo más pronto en adultos”.
Además, en ese tiempo los recursos alimenticios, la higiene y la cuestión médica era muy diferente a la actual, “debemos de pensar que un embarazo era de alto riesgo, muchos niños morían en el parto y era muy raro el niño que llegaba a sobrevivir más allá de los tres años”.
La investigadora impartirá dos charlas sobre las infancias en la Independencia: una el 23 de septiembre en el Palacio del Ayuntamiento de la CDMX, y otra el 30 de septiembre en el INEHRM.
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