Paralelamente a los Nómadas Digitales, empleados extranjeros que ganan en dólares y se mudan a la Ciudad de México gentrificando colonias como la Condesa o Roma, en el mundo del arte local ha surgido un fenómeno paralelo donde han llegado galerías extranjeras que aprovechan la diferencia de poder entre el dólar y el peso para rentar amplios locales a bajo costo y vender arte vía digital hacia sus países de origen o en todo el mundo.
En mi columna, Chilanglobal, (ver Artgenetic 06Sep2014), se describe cómo la llegada de extranjeros ha cooperado a renovar al arte y su entorno en México. En la feria de arte nómada, Condo, efectuada —entre otras capitales— en 2018 y 2019 en la CDMX, galerías de todo el mundo fueron alojadas con una exposición temporal por galerías mexicanas.
Sin embargo, lo que está sucediendo actualmente ha comenzado a dejar de ser un intercambio cultural o global, para sutilmente convertirse en una mera estrategia de sobrevivencia comercial y de gentrificación local. Por supuesto, hay muchos matices entre galerías extranjeras en México, y que van desde Deli Gallery, Adhesivo Contemporary, JO-HS gallery, Marianne Ibrahim, etc. hasta Moran Moran o Nordenhake, entre otras; pero donde parece ser que el común denominador han sido diversas exposiciones dedicadas la mala pintura producida por artistas muy jóvenes.
Más allá de ciertas excepciones o intercambios relevantes entre artistas y pintores locales y globales a través de galerías foráneas establecidas en México; la pintura “buena onda”, comercial y decorativa, de colores bonitos, políticamente neutra, sin fundamento histórico-estético que todavía puede ser categorizada como Formalista Zombie, es lo que priva local e internacionalmente, justo en un momento que anuncia ya una severa crisis y el arribo al callejón sin salida del arte actual, situación derivada en parte por mala pintura que se ha convertido en el mecanismo de gentrificación del arte contemporáneo y su ecosistema.
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