Cultura

El racismo produjo la formación de las lenguas criollas: Luis Fernando Lara

El lingüista, miembro de El Colegio Nacional, dictó la última sesión de su curso “Las lenguas romances. Una introducción a su historia”

conferencia

El lingüista Luis Fernando Lara, miembro de El Colegio Nacional.

El lingüista Luis Fernando Lara, miembro de El Colegio Nacional.

Colnal

La segregación racial tuvo implicaciones en la forma cómo las lenguas se fueron conformando en el territorio americano: “Hay que atribuir al racismo y al aislamiento de los esclavos por parte de las sociedades hablantes de lenguas romances, y también de las ingleses y holandesas, la formación de las lenguas criollas”, afirmó el lingüista Luis Fernando Lara, miembro de El Colegio Nacional.

Con la ponencia “Las herencias románicas”, el colegiado concluyó el curso “Las lenguas romances. Una introducción a su historia”, que dictó durante seis sesiones en el Aula Mayor de la institución, transmitidas también a través de sus redes sociales.

Las lenguas criollas, explicó Lara, fueron resultado “de los procesos de expansión del español, el francés y el portugués por el mundo” y, aunque se trata de nuevas lenguas, ya no son descendientes directas del latín, ni se dan a partir de evoluciones propias de las lenguas romances, ya que estas “no han dado lugar a lenguas diferentes resultantes de su propia evolución: el español no ha dado lugar a una lengua diferente a partir del español y lo mismo podemos decir a propósito de todas las demás”.

“Son verdaderamente nuevas, en las que las romances han tenido una influencia determinante en su conformación junto con algunas lenguas africanas y asiáticas”, y se dieron, principalmente, a partir de la expansión del esclavismo.

Así, la expansión portuguesa por la costa oriental de África le creó enclaves comerciales desde Senegal hasta Angola. Esa franja geográfica incluía “los nombres de Costa del Grano, en la actual Liberia; Costa del Oro, Costa de Marfil y Costa de los Esclavos, regiones que se encuentran entre las desembocaduras de los ríos Volta y Níger, correspondientes, aproximadamente, a los actuales países de Ghana, Togo y Benín”.

Las regiones eran las más visitadas por los portugueses en busca de especias, oro, granos y de esclavos. “Los esclavistas portugueses compraban africanos a algunos reyes de la región o ellos mismos los capturaban, diezmados en razias que hacían entre los habitantes de las costas; vendían esos esclavos en Europa y, tras el descubrimiento de nuestro continente, ampliaron su actividad vendiendo esclavos a las colonias españolas y exportándolos al territorio brasileño”.

Para administrar el comercio de esclavos, señaló el colegiado, “crearon puestos de concentración en las islas de Cabo Verde y San Tomé, Santo Tomás, antes deshabitadas, desde allí los transportaban cruzando el océano para venderlos en Veracruz y Campeche, Portobelo en Panamá, Cartagena en Colombia, en la Habana y por las costas brasileñas y del Río de la Plata”.

Citando a Germán de Granda en su artículo “Un temprano testimonio sobre las hablas criollas en África y América”, el lingüista señaló que “la mayor parte de los esclavos traídos a nuestro continente durante el siglo XVI procedía de la margen izquierda del río Senegal y la parte alta de Guinea, durante los siglos XVII y XVIII y parte del XIX los esclavos provenían, sobre todo, del Congo y Angola”.

Obviamente, los esclavos africanos tenían diversas lenguas maternas, “una diversidad que aprovechaban los esclavistas para dificultar la comunicación entre ellos e impedir algún brote de rebeldía. Si todos estos procedieran de pueblos cercanos o del mismo pueblo donde hablaran su misma lengua sería más fácil que se pusieran de acuerdo y rebelarse en contra de sus esclavizadores, pero puesto que los diezmaban, tomaban unos cuantos de cada pueblo y estas lenguas eran diferentes entre sí, casi no se podían comunicar y eso les ayudaba a controlar cualquier rebeldía”.

De esta manera, lenguas de la familia bantú, sobre todo kikongo y kimbundu, permitían a los esclavos traídos a América alcanzar cierta intercomprensión, mientras que, en el caso de Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y Brasil, fue predominante la lengua yoruba de Nigeria. Una nueva forma de hablar y darse a entender con ellos, sin embargo, comenzó a implementarse.

“Para comunicarse de manera rudimentaria con los esclavos africanos y los comerciantes asiáticos de sus enclaves en la India y en China, los portugueses comenzaron a utilizar un portugués simplificado, una jerga de características similares a las de la lengua franca medieval, a base de formas verbales solamente en infinitivo, de pronombres personales y demostrativos, pero sin inflexiones, concordancias o alguna complejidad sintáctica que supuestamente harían más comprensible su lengua a los nativos”.

Está manera simplificada, para Lara, fue también producto del racismo. “Las características de ese portugués rudimentario no obedecían a las maneras en que los africanos lo interpretaban, es decir, no eran producto de una incapacidad de comprensión de los africanos mismos en relación con el portugués o el español, o poco más tarde con el francés, el inglés o el neerlandés, sino de las grandes diferencias tipológicas que hay entre las lenguas africanas y las lenguas romances, y de la idea que se formaban los portugueses acerca de esa capacidad”.

Este fenómeno sucedió de manera similar “a la tendencia de mucha gente de hablar a los extranjeros con una lengua simplificada, aunque en el caso de los esclavos africanos haya sido una manifestación de racismo; estas lenguas simplificadas incluso aparecen en las películas de Tarzán, cuando dice: ‘Yo Tarzán’, ‘Tú Jane’, son estas lenguas simplificadas”.

Las jergas así difundidas, enfatizó, “fueron adquiriendo formas léxicas y sintácticas del portugués y después del español, el francés, el inglés o el holandés, así como de las diversas lenguas africanas, de las de la India o del chino, lo que dio lugar a dos procesos, a veces sucesivos. El primero consistió en cierta estabilización de las jergas entre amplios grupos de esclavos”, lo que en términos técnicos de la lingüística se denomina pitching. El segundo proceso consistió en la gestación de nuevas lenguas a partir de las jergas: las llamadas lenguas criollas.

“Dado el papel que asignaban los hacendados coloniales a los esclavos y la separación resultante en relación con las sociedades de lenguas romances, era difícil que los africanos aprendieran estas lenguas y, a la vez, la mezcla de africanos de diferentes etnias y lenguas dificultaba mucho la posibilidad de que alguna de ellas les sirviera para comunicarse entre sí. Hay que atribuir al racismo y al aislamiento de los esclavos por parte de las sociedades hablantes de lenguas romances, y también de las ingleses y holandesas, la formación de las lenguas criollas”, recalcó el especialista.

Fue así que, “una vez que comenzaron a nacer hijos de los esclavos en América, las jergas o pitchinges con que se comunicaban sus padres se convirtieron en sus propias lenguas maternas, es decir, en las únicas lenguas que podían hablar, puesto que las de sus padres africanos ya no tenían funcionalidad social y el contacto pleno con las lenguas romances era muy reducido”.

Una mezcla muy marcada

Mientras en el territorio brasileño la población que predominó fue la africana, debido a la extensión de su territorio y a la poca presencia de portugueses, en la Nueva España “los esclavos, y después sus descendientes afromestizos, formaban parte de las sociedades coloniales. El crecido número de matrimonios o concubinatos entre indias y negros favoreció el aprendizaje del español, y aquellos esclavos que preferían huir de los cañaverales de Veracruz o de Morelos, los llamados negros cimarrones, no eran muy numerosos”.

Esta escasa presencia, dijo Luis Fernando Lara, derivó en “que no hay ninguna huella de la existencia de alguna lengua criolla en nuestro territorio, incluso en las regiones de refugio de la costa oaxaqueña y guerrerense, así las llamó el antropólogo Aguirre Beltrán, ‘regiones de refugio’, donde la comunidad afromestiza de Cuajinicuilapa, estudiada por él, y un par de lingüistas, no conserva ninguna lengua criolla, su español es el propio de esa región”.

“En el caso de Veracruz, en cuya población predominaban los africanos, el historiador Antonio García de León demuestra en su libro Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento, 1519-1821 que, aunque se formaron algunos poblados llamados mocambos, estos tuvieron corta duración, incluido el pueblo de Yanga, debido a la política tolerante e integradora del gobierno virreinal, por lo que no hay huellas de la existencia de una lengua criolla en esa región”.

En cambio, en Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, la situación poblacional era semejante a la de Brasil. “Pocos colonos españoles, prácticamente ningún indio, exterminados por las enfermedades que les contagiaron los europeos y la sobreexplotación laboral y el interés por el cultivo de la caña de azúcar o el añil hizo que la llegada de esclavos africanos fuera copiosa, incluso durante la primera mitad del siglo XIX”.

Sin embargo, “la integración de los africanos a las sociedades coloniales en las Islas Antillanas redujo las posibilidades, y con el paso del tiempo, la existencia de alguna lengua criolla”. Aun así, de acuerdo con el lingüista estadounidense John Lipski, “fue la lengua yoruba la que predominó entre los esclavos de las Antillas españolas, sin embargo, tampoco hay huellas de la existencia en ellas de alguna lengua criolla. Del yoruba se conserva en Cuba una variedad llamada lucumí o anago, que hasta la fecha utilizan los ritos de la santería cubana”.

Con el escaso estudio que el racismo produjo sobre estas lenguas, agregó Lara, “el campo de estudio de las lenguas criollas constituye una fascinante disciplina de la lingüística. Desde el punto de vista histórico, su formación a partir de los romances portugués, español y francés, junto con las aportaciones del neerlandés y varias lenguas africanas, entre ellas kikongo y kimbundu, contribuye a comprender mejor las características de los pueblos y las sociedades que se formaron sobre todo en América y en algunas otras regiones de la tierra, como las Filipinas, a las que llevaron o trajeron esclavos africanos”.

Las lenguas criollas, “con todo lo primitivas, entre comillas, o hasta caricaturescas que nos parezcan, son resultado de la interacción entre sus hablantes que desarrollaron sus propios sistemas; esos sistemas criollos no discrepan, e incluso coinciden, con muchos de los procesos que se dieron en las demás lenguas de la Tierra”, dijo Luis Fernando Lara.