Cultura

“Recupero, de manera colectiva, historias que han sido borradas…”

La artista Adela Goldbard expone retrospectiva en “Puesta en escena”, en el Centro de la Imagen

Exposición

De la serie El Juicio Final (The Last Judgment). Fotografías/Photos: Dan Williamson & JI Yang. 2019-2020

De la serie El Juicio Final (The Last Judgment). Fotografías/Photos: Dan Williamson & JI Yang. 2019-2020

Centro de la Imagen

¿Cómo transformar las huellas de un conflicto en efigies que recuerden la violencia del Estado y la resistencia de las comunidades? Es la pregunta que responde la artista Adela Goldbard (Ciudad de México, 1979) en cada uno de sus proyectos, por ejemplo, utiliza la quema de toritos para hablar de la violencia policiaca en Arantepacua, Michoacán, y ocupa la pirotecnia para remitir el nacimiento del volcán Paricutín.

El trabajo interdisciplinario que ha hecho Goldbard durante 14 años se reúne en el Centro de la Imagen en la exposición “Puesta en escena”, donde se muestran 10 proyectos con obras que abarcan desde series fotográficas, textiles, esculturas, instalaciones, video y piezas sonoras.

“Recupero, de manera colectiva, historias que han sido borradas, obviadas e incluso tergiversadas por el gobierno, por los medios de comunicación y por la historia hegemónica. Me he dedicado a que se conozcan a través del arte porque muchas de esas historias son historias violentas”, destaca en entrevista la artista.

De la serie La isla de la fantasía (Fantasy Island). 2012

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Uno de los proyectos que se observa en la exposición es sobre la comunidad de Arantepacua, en la meseta purépecha de Michoacán, un pueblo indígena que fue atacado por la policía estatal dejando un saldo de cuatro muertos y una organización para obtener el autogobierno.

“Trabajando de manera cercana con el Consejo Indígena de Arantepacua recolectamos, a partir del archivo de ellos mismos y de un fotógrafo de la comunidad, una serie de obras, por ejemplo, hay bordados que son una cronología de la resistencia y también hicimos, a manera de torito, un rinoceronte que representa a la policía que los atacó, entonces es una efigie de la policía que (como en la quema de Judas) se incendió en la plaza principal para purgar el mal que representa la autoridad”, detalla Goldbard.

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En el trabajo de la artista, una constante es el fuego ya que sus procesos creativos incluyen a colectivos de Tultepec dedicados a fabricar pirotecnia.

“Desde hace muchos años he trabajado con estas tradiciones pirotécnicas y de quema de efigies porque he tenido muchas colaboraciones con colectivos de Tultepec, la capital de la pirotecnia”, señala.

Por ejemplo, su proyecto “Furia sin enemigo, Zapanduka”, como su nombre lo dice, remite a zapanduka, una pelota de fuego que juegan en la región purépecha.

De la serie Kurhirani no ambakiti (quemar al diablo): porque sólo así nos escuchan.

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“A partir de esa referencia, con ayuda de un colectivo de Tultepec hicimos una esfera de carrizo, pero es una esfera de fuego porque tiene pirotecnia dentro. La esfera está volando y se hace una analogía con una crónica que hizo Revueltas cuando surgió el Paricutín y habla del fuego, de lo que representó para una de las comunidades purépechas de la región y a partir de eso se hace una metáfora del surgimiento del volcán, la pirotecnia y la bola de fuego”, detalla.

Otra serie de Goldbard es “Nochixtlán” que narra cuando en el 2016 el magisterio de Oaxaca bloqueó la carretera para manifestarse contra las reformas educativas y los policías iniciaron un enfrentamiento que provocó más de ocho muertos

“Ese proyecto lo inicié porque di con un video del magisterio en el que estaban promocionando su guelaguetza magisterial y utilizaron los camiones que quemaron como fondo para el video, entonces salen bailando encima y enfrente de los autobuses y camiones quemados. Me pareció interesante el uso del anti monumento como conmemoración y también como como protesta y resistencia”, explica la artista.

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Goldbard se dio a la tarea de buscar imágenes del momento del conflicto, seleccionó seis cuadros que fueron transferidos a la técnica textil de afelpado que consiste en insertar lana teñida en un fieltro.

“Es una técnica que tiene muchas similitudes, desde mi punto de vista, con la pintura. Trabajé en colaboración con Marcela Ortega en el taller de afelpados del Centro de las Artes de San Agustín, Etla, Oaxaca”, comenta.

–¿La prohibición del conflicto qué tanto afecta a la memoria?

–Además de la poética de la violencia me parece que algo importante en mi trabajo es la política de la memoria, es decir, quién tiene derecho y quién no tiene derecho a narrar lo que ha pasado, además de cómo, cuándo y por qué. Sabemos que las estructuras de poder son las que generan la historia, la historia con H mayúscula.

Me parece interesante desconfigurar la política de la memoria desde el arte. De pronto a través de los textiles, de la fotografía, del video e incluso de la escultura encontrar maneras de narrar estas historias para que no queden ocultas y que a lo mejor es menos frontal y por eso es más permitida, pero no por eso es menos importante. 

El rinoceronte de la serie Kurhirani no ambakiti (quemar al diablo): porque sólo así nos escuchan.

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