Hace 12 años, colonos del Penal Federal Islas Marías, ubicado en Nayarit, dedicaron parte de su vida a la danza. Al inicio se negaban a usar pants, les apenaba que los vieran disfrutando de su cuerpo, pero con el paso de los meses hallaron en las artes una forma de externar sus emociones. Ese aprendizaje derivó en el montaje “Caleras” que este 30 de julio a las 20:00 horas se presentará en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes.
Que los presos del fuero común, es decir, acusados de delitos como narcotráfico, secuestro y homicidio se acercaran a las artes fue gracias a Vicente Silva Sanjinés, miembro de VSS Compañía de Danza, agrupación que cumple 35 años de vida.
“En 1992 y 1993 hice una inmersión en la cárcel de Islas Marías, significa que no entré y sólo di clases a los colonos, no sólo monté algo y se acabó el taller, todo lo contrario, me quedé ahí nueve meses, dormí con ellos, viví con ellos, comí con ellos, hacíamos clase juntos y después de nueve meses estrenamos la coreografía ‘Caleras’ en la cárcel”, narra el bailarín y coreógrafo.
El mayor castigo en ese penal, hoy desaparecido, era el olvido y la soledad, afirma Silva Sanjinés, es por ello que la obra aborda esos temas.
“Habla de la represión, de los murmullos que implica la vida en la cárcel, es una vida muy fuerte porque está la soledad. El mayor castigo en Islas Marías no era físico porque a mí no me tocó verlo ni vivirlo ni saberlo de parte de ellos, había una dirección muy buena con el capitán Manuel Calero Salazar. Lo más grande a lo que se exponían era al olvido”, narra.
Los presos decían que preferían estar encarcelados en un Centro de Reinserción Social (Cereso) en Yucatán, Michoacán, Tijuana o cualquier parte de la República, querían la posibilidad de tener visitas.
“Uno de los colonos revisaba cada viernes la lista de correspondencia, la repasaba desde la A hasta la Z, siempre la ordenaban por alfabeto. Un día le pregunté por qué no buscaba su letra para ahorrar tiempo, y me dijo: ‘no mairo, porque yo ya me encontré una vez hasta el final, éstos son bien pendejos’. Pero la última carta recibida había sido 6 años atrás, sin embargo, revisaba la lista con la esperanza de encontrar una carta”, recuerda.
Esas vivencias, Silva Sanjinés las transformó en movimiento para presentarlas en “Caleras”.
“Cuando salí de la inmersión, monté una versión que tuvo mucho éxito, se presentó en varios espacios, posteriormente pasó el tiempo, se enlató el número y ahora con la celebración de 35 años de la compañía y de que he tenido contacto con dos de los colonos que estuvieron en el proceso original, se presentará con un nuevo elenco y producción en Bellas Artes”, detalla.
En palabras del bailarín, hoy más que nunca se necesitan este tipo de proyectos para los jóvenes, “para que vean las autoridades que el arte, en este caso la danza contemporánea, sí puede ser reformadora”.
“Me llamó el director del penal y me dijo: ‘he probado de todo y nada resulta, ¿crees que el arte pueda cambiarlos? Le dije que no, pero sí le garantizaba que tendría criminales más sensibles. Aunque, para mi sorpresa, la gente sí cambió”, narra Silva Sanjinés.
Un colono actualmente es entrenador profesional, otro se dedica a la actuación y uno más siguió bailando dentro del penal, agrega.
–¿Hubo rechazo de ellos por la danza?
–Al principio para hacer clase ni siquiera se podían poner unos pants, hacían clase con su pantalón de mezclilla, por más que les explicara que era más cómodo hacerlo con pants (porque el penal nos proveía el material que necesitáramos) no lograba convencerlos; después terminaron hasta posando desnudos para hacer fotografía y videos.
Había mucha reticencia al movimiento y pena con otros colonos, que los vieran hacer clase; mucha gente se arremolinaba para ver las clases, no faltaban como mirones.
Silva Sanjinés platica que el movimiento físico fue lo que atrajo a los presos. “El ejercicio, el reto de las cosas que no podían hacer como hacer un split, un giro o un determinado salto, entonces los practicaban casi hasta que les salían llagas. Con el tiempo improvisábamos en toda la isla, en las partes selváticas, en las playas, en diferentes campamentos”.
El coreógrafo recuerda que, dentro del penal, inició el programa Miércoles de ventana abierta al mar que se mantuvo hasta el cierre del penal en 2019.
“Consistía en que si tú sabías un poema, podías tener un espacio de 8 a 9 de la noche para declamar, si la mayoría tocaba guitarra iniciaban a interpretar o si alguien se le ocurría hacer una secuencia de movimiento la hacía”, señala.
–¿Cuántos colonos tomaron sus clases?
–Lo más que llegué a tener fueron 25 alumnos y 8 terminaron bailando en Caleras.
Finalmente, ahora que Islas Marías es un complejo turístico al bailarín no le interesa hacer una remembranza de su proyecto, le gustaría que se retomaran las artes entre los jóvenes en reclusión y desea que tanto gobernadores como la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, vean el beneficio de ello.
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