Sin que nadie lo esperara, el 28 de enero de 1911 los mexicanos afines al floresmagonismo tomaron Mexicali con ayuda de indígenas y estadounidenses. Un mes antes, el indígena mayo Fernando Palomares, el tarahumara Pedro Ramírez y el cucapá Camilo Jiménez fijaron caminos estratégicos mientras que en Los Ángeles el escritor John Kenneth Turner reunió 60 rifles.
Esas armas se enviaron como “implementos agrícolas” a Jim Edwards quien las transportó en mulas a Baja California, ahí el indígena cucapá Camilo Jiménez las enterró en Laguna Salada donde el 27 de enero de 1911 las tomaron un grupo de 14 hombres que, al siguiente día, iniciaron una revolución.
La historia de ese movimiento la narra Gabriel Trujillo Muñoz en el libro “Los salvajes de la bandera roja”, editado por el Fondo de Cultura Económica.
“La revolución floresmagonista en Baja California es una revolución de exiliados mexicanos que están viviendo en Los Ángeles, en la zona de San Diego, en el Valle Imperial, que ven muy de cerca el México de la dictadura porfirista y que son amigos de Kenneth Turner, autor de “México bárbaro”. Ellos quieren liberar al país y llegan a México como voluntarios, traen armas y municiones de contrabando”, narra en entrevista el también ensayista.
A estos revolucionarios, que entre 1911 y el primer trimestre de 1912 eran 200 combatientes, se sumaron los sindicalistas –en su mayoría migrantes trabajando en Estados Unidos– de la IWW (Industrial Workers of the World) quienes querían mejorar condiciones de vida en las minas, en los campos de cultivo y en las fábricas.
“Era un grupo de radicales anarcosindicalistas que eran italianos, afroamericanos, chinos, europeos, canadienses, estadounidenses y mexicanos. Ellos más los integrantes del Partido Liberal Mexicano (PLM) llegaron a Baja California a luchar por romper la tiranía y establecer un reino de la libertad”, destaca.
Quienes se opusieron a esta revolución fueron empresarios, comerciantes y contrabandistas porque inmediatamente Estados Unidos puso a sus sheriffs a vigilar la frontera para después desplegar a su ejército y evitar la salida armas. Otros enemigos fueron los dueños de Colorado River Land Company y los negocios de la industria del vicio (casinos, cantinas y burdeles).
El medio por el que los magonistas difundieron sus ideas y el curso de su revolución fue “Regeneración”, periódico que contó con páginas en inglés.
“‘Regeneración’ ayudo al PLM a establecer contacto con muchísimos medios marginales de Estados Unidos, con prensas obreras y escritas en español donde los mexicanos tenían gran presencia en zonas de California, Arizona, Nuevo México y Texas. El periódico tenía tres páginas en español y una última en inglés que escribía Ethel Duffy, esposa de Kenneth Turner”, comenta.
Ethel fue una defensora de México, una feminista y anarquista que vivió sus últimos años en el país. “Se necesita investigarla y sacar una biografía de ella porque es una antecesora de las luchas actuales”, expresa Trujillo Muñoz.
Otra mujer de la revolución floresmagonista es Margarita Ortega, oriunda de Sonora y que en el movimiento de Baja California fungió como mensajera, propagandista y enfermera.
“Hubo mujeres que no sólo apoyaron en la propaganda o distribución de ‘Regeneración’ poniendo en peligros sus vidas, y Ortega es un ejemplo. Ella tenía una hija con problemas físico-mentales, ella la cuidaba, de ahí la enfermería. En 1913 cuando los constitucionalistas intentan tomar Baja California, ella es atrapada en medio del fuego, la atrapan los huertistas, la torturan para que diga nombres de los magonistas, ella no dice nada y le dan Ley fuga (fusilamiento extrajudicial) en la Laguna Salada”, narra.
El autor comenta que en esos años hubo muchas revoluciones en marcha, pero la que dominó fue la maderista y después, cuando se estableció una historia de la Revolución Mexicana, esos otros movimientos quedaron de lado, en los márgenes. “Mi libro intenta rescatar no sólo a Flores Magón, sino a la revolución floresmagonista como parte de la Revolución Mexicana”, indica.
Flores Magón contra el sistema
El pensamiento del floresmagonismo no era quitar a un gerente del partido para poner a uno nuevo, era una visión de cambiar todo el sistema, algo muy radical, añade Trujillo Muñoz.
“Por eso, cuando a Flores Magón le ofrecen la vicepresidencia de México, a mediados de 1911, teniendo como presidente a Madero, él se enoja porque no entienden que están viendo la Revolución como un botín para obtener algo, él no quiere la presidencia, dice no querer ser un verdugo de sus propios compatriotas”, indica.
Esa postura aún es radical para nuestro tiempo, el decir, que el poder no está en el partido, está en los mexicanos, añade el autor. “Es una ruta de un México posible que nadie tomamos y sigue estando abierta a nosotros”.
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