
Desde que se publicó la obra maestra de C. S. Lewis, "Cartas del diablo a su sobrino", miles de lectores han encontrado en ella un provocador aliciente para la autocrítica y la reflexión. El diablo veterano aconseja a su sobrino para que “su paciente” haga el mal sin darse cuenta, para que destruya su vida pensando que, por el contrario, le está sacando el mejor provecho.
El diablo sabe que, para meter al hombre en la trampa del mal, tiene que hacer que el mal parezca algo bueno. “Hay que retorcerlo todo para que nos sirva de algo”, le escribe al tentador novato.
El poder de la obra de Lewis está en su capacidad para desenmascarar esos trucos retorcidos que hacen que las acciones destructivas de la naturaleza humana parezcan convenientes. Al leer las cartas de Escrutopo, uno tiene la impresión de que sus procesos de autoengaño han sido descubiertos. Los pequeños pretextos con los que nos solemos justificar salen a la superficie con todo su cinismo y se pone de manifiesto el maquillaje ridículo con el que adornamos nuestras más siniestras intenciones.
En otras ocasiones, se nos ofrece una interpretación de la acción humana que nos provoca a cuestionarnos si realmente lo que parecía la mejor opción en realidad lo era. Algo semejante ocurre cuando experimentamos el magnífico guion de la película Nefarious.
El Dr. James Martin es un joven y exitoso psiquiatra que recibe el encargo de determinar si el asesino Edward Wayne Brady, quien alega estar poseído por un demonio, es apto para sufrir la pena de muerte o, por el contrario, debe recibir un tratamiento por padecer una enfermedad mental. El thriller es fundamentalmente un gran diálogo entre ambos personajes: un demonio llamado Nefarious (que posee el cuerpo de Edward) y el psiquiatra ateo que no logra descifrar el misterioso caso.
El demonio le expone a James su visión de la historia. En un inicio, Dios creó a una serie de entidades espirituales con libre albedrío. Por lo tanto, dice Nefarious, “tenemos derecho a la autodeterminación… Tenemos derecho a ser libres”. Sin embargo, la entidad maligna objeta que la libertad que recibió del “Enemigo” no es realmente derecho a determinarse como cada uno quiera, sino que está asociada a un propósito.
¿Para qué entonces nos da una voluntad si nos dice que no la podemos utilizar como queramos? Desde la perspectiva demoniaca, si Dios nos creó para servirle y adorarle, en realidad nos hizo para ser esclavos. Una multitud de ángeles se rebela contra el “Enemigo” y decide castigarlo destruyendo lo que Él más ama, esto es, el ser humano. “Los hizo a su imagen. Pero nosotros los rehacemos a la nuestra”. El objetivo diabólico es satanizar al hombre.
La estrategia consiste en llevarnos a rechazar de una vez por todas la ley mosaica, es decir, los diez mandamientos. De este modo, Nefarious sugiere que nos quitaremos las cadenas serviles que nos atan a una moral y así alcanzaremos completamente la libertad que buscamos y lograremos alcanzar nuestro máximo potencial.
El Dr. James provoca al demonio diciéndole que su equipo no parece estar siendo muy efectivo en ese intento de destruir al ser humano porque evidentemente, piensa el psiquiatra, “nunca hemos sido más libres. La alfabetización es más alta que nunca. Estamos trabajando para eliminar el racismo, la intolerancia, la desigualdad de género. La gente puede amar a quien quiera, ser quien quiera, hacer lo que quiera.
La diversidad ya no es un sueño. Ya no se tolera la incitación al odio. Y políticamente estamos recuperando el terreno moral”. Nefarious no puede más que estallar en risas malignas. Se le queda mirando como enamorado y le dice: “creo que te amo”. A continuación, con una burla soez le va indicando ejemplos de cómo el mundo es en realidad analfabeta, cómo hay terribles formas de discriminación y desigualdad, cómo hay discurso de odio encubierto, intolerancia disimulada, esclavitud sexual en niveles grotescos.
Lo mejor del caso, piensa Nefarious, es que el mal se ha vuelto imperceptible. Exista ahora en todas partes: “lentamente con sus películas, y su TV, y sus medios de comunicación, los insensibilizamos, redirigimos su visión del mundo hasta el punto de que ni siquiera pueden reconocerlo incluso cuando está justo delante de su cara.... Ni siquiera pueden sentirlo cuando lo están haciendo”.
En el fondo de la crítica que sugiere la película está la idea de que una libertad entendida como anarquía, asociada con una idea de que el hombre debe ser capaz de elegir lo que quiera para sí mismo, conduce a la destrucción del ser humano. Manifiesta un deseo de total autonomía e independencia que equivale a no querer ser creatura ni depender de ningún Dios. El hombre quiere ser su único Dios. El diálogo entre James Martin y Nefarious nos hacer pensar si realmente esa libertar es lo mejor para nosotros.
Detengámonos un momento a considerar de dónde viene la ley más fundamental de nuestra existencia. Cuando tenemos en la mano un objeto con poco valor, inmediatamente percibimos que, precisamente por su poco valor, podemos hacer con esa realidad lo que queremos. Con una servilleta de papel, por ejemplo, puedes hacer lo que quieras: un avión, un dibujo o simplemente tirarla en el basurero.
Pero ¿qué ocurre si el papel que pongo en tus manos es un billete de 1000 pesos? Puedes también hacer lo que quieras, pero percibes que por su valor amerita que tengamos con él cierto cuidado. ¿Y si te presto el manuscrito de la novena sinfonía de Beethoven? Esos manuscritos son muy valiosos: por eso hay que cogerlos con guantes, a cierta temperatura, con determinada luz, con mucho cuidado. Es decir, entre más valor tiene una realidad, tanto más cuidado hay que tener con ella; tanto menos podemos tratarla a capricho, sin ningún tipo de norma.
Si el ser humano tiene realmente ese valor incalculable que llamamos dignidad, eso implica que requiere de un trato cuidadoso, de una custodia, de una normatividad que lo proteja, es decir, de una ley. Los 10 mandamientos, que Nefarious nos invita a abandonar, no son una imposición externa a nuestra realidad que pretenda constreñir nuestra existencia.
Por el contrario, son la custodia de nuestro ser que es realmente valioso, que es precioso y digno. Los 10 mandamiento, que nos exhortan a proteger todo lo que es bueno para la existencia humana, brotan de la exigencia de reconocer y custodiar nuestra dignidad. Son la ley de nuestro ser. Protegen al hombre que es imagen de Dios y le invitan a introducirse en la dinámica del ser para otros, desde otros y con otros.
La anarquía propuesta por el diablo se resume en un mandamiento: “Haz lo que quieras. Esta será toda la ley”. Lejos de liberarnos, el mandamiento diabólico nos convoca a destruirnos mutuamente, a olvidar que somos responsables unos de otros porque vivimos en un tejido de coexistencia en el que solo es posible vivir si se vive solidariamente, respondiendo unos por otros. El triunfo del mal depende de que olvidemos que nuestra libertad está orientada al servicio y al amor, no a la autodeterminación individualista que sólo puede ver en el otro un obstáculo o una oportunidad para mis propios fines, como ejemplifica paradigmáticamente el caso del aborto. Le llamamos, como James, derecho de autodeterminación, rescisión electiva. James se queja con Nafarious que lo provoca llamándolo asesino.
¿Quién eres tú para juzgarme? Es el cuerpo de mi pareja, es mi vida. Puedo hacer lo que quiera con ella. Y el demonio replica, “Sí. Yo no podría haberlo dicho mejor. Pero sigue siendo asesinato […] El creador crea, y nosotros destruimos, y lo hacemos todo a través de ustedes.” ¿Puedes imaginar la agonía del "Enemigo cuando despedazamos a un niño dentro del vientre de su propia madre? […] Tu hijo no nacido está ahora en nuestro altar [...] Y todo el infierno se regocija”.
Independientemente de las convicciones de cada persona, los invito a ver la película con capacidad de autocrítica y a intentar mirar la trama de la historia desde un nuevo punto de vista.
* Profesor investigador del Instituto de Humanidades de la Universidad Panamericana
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