Cultura

Selma Ancira: El traductor tiene la responsabilidad y júbilo de no dejar morir a los autores

Presenta su libro “El tiempo de la mariposa”, en el cual narra los viajes que hizo a Creta para traducir “Zorba, el griego”

Retrato de una mujer sonriente
Cuando traduzco un libro es porque me gusta mucho, porque creo que ese libro aporta algo, dice Selman Ancira. Cuando traduzco un libro es porque me gusta mucho, porque creo que ese libro aporta algo, dice Selman Ancira. (Nitzarindani Vega Hernandez)

Selma Ancira (Ciudad de México, 1956) es una narradora eterna porque gracias a su trabajo de traducción los mundos de siglos pasados, a veces desaparecidos, son traídos al presente; además en su labor de acercarnos literatura rusa y griega hay una defensa del lenguaje cuando plasma palabras olvidadas.

En entrevista a propósito de su reciente libro “El tiempo de la mariposa”, la Premio Nacional de Artes y Literatura 2022 comparte el amor a su profesión y narra los viajes que hizo a Creta para traducir “Zorba, el griego”, de Nikos Kazantzakis.

¿El traductor es un intermediario entre el pasado y presente?

Me gusta mucho traducir autores del siglo XIX y principios del siglo XX por una sencilla razón: me siento mucho más a gusto en ese mundo que en el que vivimos ahora.

He dado preferencia a los autores que utilizaban palabras que ya no ocupamos en la vida cotidiana y si yo no salpicara, por ejemplo, a Tolstói de palabras que se usaban en la lengua española a finales del XIX y si ustedes, los lectores, no tuvieran esas salpicados con discreción, no sentirían la pátina del tiempo, el tiempo que ha pasado entre que se escribió la novela y el presente.

Selma Ancira ha traducido obras de autores como: Lev Tolstói, Yannis Ritsos, Antón Chéjov, Nikos Kazantzakis, Alexandr Pushkin, Maria Iordanidu, Theodor Kallifatides y Marina Tsvetáeva.

En el libro editado por Gris Tormenta, la autora narra que durante su viaje a Creta escuchó música de Vasilis Skulás, un trovador que se entregó a la tarea de rescatar las palabras que poco a poco iban cayendo en el olvido y por eso las incluía en sus canciones para no dejarlas morir.

“A ese músico que tocaba la lira, le gustaba recuperar palabras. Con la traducción es lo mismo, a mí me gusta recuperar palabras de nuestro idioma, devolverlas a la vida, si ya fueron en su momento populares a lo mejor toman un segundo aire o no”, señala.

¿Es responsabilidad del traductor no dejar morir a los autores?

Es responsabilidad y júbilo. He tenido la suerte de dar a conocer algunos autores, de insertarlos en mi cultura, como es el caso de Marina Tsvetáeva que no se conocía en español o de María Iordanidu, es una satisfacción enorme cuando sientes que estás contribuyendo a tu cultura de la lengua española. Es un placer inaudito dar a conocer autores y mantenerlos vivos.

¿Cómo traducir sin influencias de modas y correcciones?

Cuando traduzco un libro es porque me gusta mucho, porque creo que ese libro aporta algo, por ejemplo, con “Zorba, el griego” me han dicho que era machista y que le daba mal trato a las mujeres, pero no me quedo con eso.

Tenemos que entender que la historia de la humanidad ha pasado por diferentes etapas y que no podemos pedirle a Kazantzakis que escriba de un personaje real que sea políticamente correcto.

El libro original está insertado en un momento histórico del cual no podemos ni tenemos el derecho de sacarlo, si yo hiciera una limpieza de todas las cosas incorrectas, ¿qué sería de mi trabajo?

¿Te preocupa la pérdida de palabras en el habla cotidiana?

Si los traductores bajamos el nivel del lenguaje para ser más accesibles a las nuevas generaciones, estamos empobreciendo nuestra lengua. En cambio, si los obligamos a buscar de vez en cuando algunas palabras, ahora la buscas en el teléfono y ya está, tampoco es un gran problema, esas palabras pueden llegar a formar parte de los nuevos lectores.

Estamos haciendo un trabajo también en favor de nuestra lengua. No empobrecer la lengua, siempre enriquecerla y siempre dar a los lectores la posibilidad de encontrar en las páginas de los libros palabras que no conocen, que buscan y que espero hagan propias.

Selma Ancira afirma que traducir es comprender y comprender es escribir, pero no se puede escribir de lo que no se conoce. Es por ello que las palabras llevan las riendas de su día, por ejemplo, visitó una mina para comprender todo el contenido de las palabras que Kazantzakis usó para describir el trabajo de los mineros.

“Cuando leo en español y si de repente no encuentro una palabra, me la imagino. El reto es realmente conseguir que la traducción en español funcione para los lectores con los que comparto lengua nativa. Eso es el trabajo de desentrañar, es como ir a la mina, sacar las palabras y luego quitarles todo el polvo para hacerlas que quepan en el tejido del texto”, afirma.

Es un trabajo fascinante, añade. “Los libros fáciles y los autores que no implican reto, no me gustan, me aburren. Siempre voy buscando aquello que me ayude a mí misma a crecer, a superarme, pueden ser retos muy distintos, pero en cuanto a las palabras cada libro te propone retos distintos”, concluye. 

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