Cultura

Tatiana Bilbao: "El cuerpo requiere de historias, culturas, espacios compartidos y espacios íntimos" 

Una casa nos dice que debemos dormir en este cuarto y en otro comer, pero necesitamos otras cosas, añade la arquitecta 

fil de monterrey

La arquitecta Tatiana Bilbao.

La arquitecta Tatiana Bilbao.

FRAM

Sostener un cuerpo y que cada individuo ocupe el espacio para sus necesidades físicas y sociales es la base de la arquitectura con la que trabaja Tatiana Bilbao (Ciudad de México, 1972) ya que para la ganadora del Premio Marcus 2019 el cuerpo no sólo se alimenta de vitaminas y proteínas, también necesita de historias, culturas, espacios compartidos y espacios íntimos.

En el marco del Festival Internacional Santa Lucía, y con colaboración de Cuadrante, Bilbao ofreció la conferencia "La arquitectura de los otros", a unos pasos de un desarrollo que su despacho proyectó: Robles 700, en San Pedro Garza García, municipio de Nuevo León.

Ahí la académica compartió los trabajos que su estudio realiza actualmente, entre éstos, un monasterio en Alemania, el Centro Cultural Álvaro Carrillo en Oaxaca y modelos de casas en Saint Louis Misuri, Estados Unidos, y Apan, Hidalgo.

“Llevamos siete años diseñando un proyecto para hacer un monasterio para 50 monjes, en el este de Alemania, y hemos tenido dos grandes aprendizajes. El primero es que toda la arquitectura debería ser un espacio pensado para sostener todas las necesidades de un cuerpo físico, aspirar a vivir la vida que ese cuerpo desea tener”, indicó.

El segundo aprendizaje es reflexionar sobre la idea que se tiene del edificio: un ente que impone necesidades.

“Una casa dice que debemos dormir en este cuarto y en otro comer, pero el cuerpo no sólo se alimenta de vitaminas y proteínas, el cuerpo se alimenta de historias, de culturas, charlas y espacios. El monasterio entiende eso y ahora así lo miramos en el estudio”, indicó.

Bilbao habló del proyecto de 22 casas en una cuadra en Saint Louis Misuri, “una ciudad arquetípica en Estados Unidos que se desarrolló con un centro muy denso, que en los 40 empezó a declinar estableciendo vidas en los suburbios y estableciendo núcleos residenciales de casas únicas que dan a la calle y nunca promoviendo una relación entre sus habitantes”.

En ese caso, la arquitecta propuso establecer niveles de espacios que permitan relaciones entre la cuadra y a nivel doméstico. Este proyecto, dijo, lo realizan su estudio y otros tres: Productora (México), Mos (Estados Unidos) y Macías Peredo (México).

Otro ejemplo de provocar convivencia a través de la arquitectura e integración al paisaje es el Centro Cultural Álvaro Carrillo en Oaxaca.

“Presentamos una propuesta para un concurso en 2018, decidimos unirnos con otros dos despachos, el de Kalach y Mauricio Rocha. La propuesta es que en lugar de hacer un teatro cerrado, proveer el espacio de distintas formas, que el teatro pueda tenga distintos eventos culturales pero también sociales. Lo entendimos como un jardín con una estructura que a veces está cerrada pero que hay veces que está abierta y se relaciona con la plaza aledaña”, detalló.

Prácticamente ya está terminado, tiene algunos faltantes y temas políticos difíciles porque es un edificio público, añadió Bilbao.

HABITAR A TU MANERA

La arquitecta habló también de un proyecto en Apan, Hidalgo, donde la apuesta fue no determinar el uso de cada espacio doméstico a partir de módulos que la gente puede construir en momentos distintos.

“Creo que hemos asumido que todos debemos de habitar de la misma forma, no es así. Pensamos que la casa es una cocina, un baño, dos recamaras y una sala de estar, pero a mí me costó mucho tiempo cuestionarme ¿por qué y por qué tendríamos que imponer que todo el planeta viva así?”, dijo.

Bilbao comentó que la vida es cambiante y esas modificaciones se reflejan en la vivienda.

“A veces estamos solas, después llega alguien a vivir con nosotros, hay niños que después crecen, luego nosotros nos hacemos viejos o llegan los padres que necesitan cuidados. La vida cambia cada día, sin embargo, nuestras casas están hechas para un momento muy específico en la vida de muy pocos: para la familia de mamá, papá y uno o dos hijos del mismo sexo, cuando eso sucede es de cero a 15 años, cuando la vida pasa de 0 a 100”, explicó

¿Cómo hacer un edificio que permita hacer esos cambios?, cuestionó la arquitecta. “Hemos entendido que la forma de habitar hoy es insostenible si no tenemos espacios que sean flexibles, que nos permitan hacer actividades en común, en colectivo para poder sostener la vida de reproducción. Si llegas a un edificio, subes al elevador, abres y miras un enorme pasillo con 400 puertas y una es la tuya, ahí no hay manera de promover una comunidad”, respondió.