“Nosotras vendíamos en un mercado, éramos mujeres que nos considerábamos muy fuertes, muy vergonas como decimos en San Salvador a la bravura, a la fuerza al no te queda de otra; pero al sentarnos de frente, entre nosotras mismas, nos sentíamos vulnerables y no nos gustaba”, narra Magdalena Henríquez, actriz de La Cachada Teatro, compañía nacida en 2011 en El Salvador con mujeres comerciantes.
La experiencia de estas trabajadoras del sector informal es compartida en el Hay Festival Querétaro 2022 con la obra “Si vos no hubieras nacido”, hecha en colaboración con FITU (Teatro UNAM), La Casa del Teatro y Fundación Sertull. La puesta en escena aborda temas de maternidad, sexualidad y violencia a partir de las experiencias de las integrantes de la compañía.
La Cachada Teatro la forman cinco mujeres que nunca imaginaron dedicarse al arte. Magdalena Henríquez platica en entrevista que su primer acercamiento al teatro terminó en lágrimas y al igual que sus 25 compañeras, decidieron abandonar el taller que les impartía Egly Larreynaga.
“Nosotras nos conocimos antes de conocer el teatro, por lo menos cuatro, éramos vendedoras informales de los mercados de San Salvador y coincidíamos en una organización civil que es donde dejábamos a nuestros hijos pequeños para que los cuidarán mientras íbamos a vender. Fue ahí donde llegó Egly, nuestra directora, a trabajar con los niños de la guardería y después eso se interesó en las mamás”, narra Magdalena Enríquez.
TALLER
Las mujeres comerciantes tomaron un taller de autoestima, eran 25 alumnas y realizaron un ejercicio que las hizo abandonar las sesiones: sentarse en una silla viendo de frente a sus compañeras. Acción seguida: todas empezaron a llorar.
“Era ejercicio de teatro de clown, nada complicado, pero fue conflictivo. Sólo era pasar delante del resto de compañeras, sentarse en una silla, respirar lo más tranquila posible y empezar a ver el rostro de las demás mujeres. No pudimos hacerlo sin llorar, lo que fue muy extraño porque ninguna llevaba esa intención, era tan difícil de poder mantener la mirada con las otras personas”, recuerda.
No éramos mujeres a las que le sobrara el tiempo o interesadas en las artes, vendíamos cerca del Teatro Nacional de San Salvador pero nunca habíamos entrado como le pasa a la mayoría de gente, agrega.
“Se nos cayó lo vergonas. No nos gustó llorar frente a otras mujeres porque las íbamos a ver en el mercado e iban a contar que nos habían visto llorar. Ya no regresamos al taller la siguiente semana, ninguna”, platica.
COMPAÑÍA
Egly Larreynaga las buscó y sólo cinco regresaron, entre ellas, Magdalena Henríquez. Así nació La Cachada Teatro, con obras que narran las historias de ellas.
“La exposición de nosotros ante otros la empezamos tomar como un disfrute, de llorar sí pero dentro de un círculo de confianza y de saber que casi todas teníamos historias muy parecidas, sobre todo no sentirnos juzgadas ni por nuestras historias ni por haber sido madres tan pequeñas”, narra.
El teatro nos dio libertad de ser quienes nosotras quisimos ser y que por diferentes razones, desde la infancia, no se nos había permitido, añade.
“También empezamos a soñar porque no éramos mujeres que soñáramos con cosas diferentes a las que hacíamos y conocíamos. El teatro nos permitió soñar, a no tener miedo de la exposición a otras personas a poder hablar”, afirma Henríquez.
La actriz narra sentirse culpable de los golpes que vivió desde niña, de su padre y marido. “El teatro me ayudó a entender que no aceptaba lo que me pasaba porque mi mamá es muy religiosa y nos crió de esa forma: todas las cosas se le dejan a dios, uno sólo tiene que aceptar, ser lo más obediente y sumisa posible. Me costó hacerme responsable de mi destino, de mis decisiones”.
Cuando está en el escenario, Magdalena piensa que su historia y la de sus compañeras es la historia de las mujeres de Latinoamérica: mujeres que difícilmente no se han visto tocadas por la violencia.
Cambio Amor al teatro
Magdalena Henríquez platica que ella vendía tortillas en una ciudad que está a la par de la capital de San Salvador, ésta se llama Mexicanos. “Ahí vendía tortillas con mi hermana que también formaba parte de la compañía, pero falleció en 2020. De verdad, por mucho tiempo pensé que no podía hacer otra cosa más que eso”.
Después por el reordenamiento en las calles, los puestos fueron retirados y Magdalena empezó a hacer limpieza en casas de personas que había conocido gracias al teatro. Ahora ella es facilitadora de talleres sobre violencia de género y crianza.
“Cuando no hay teatro nos dedicamos a otras cosas, una compañera limpia casas y yo le ayudo a mi mamá a hacer tortillas, pero reconocemos que nuestra prioridad de vida es el teatro”.
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