“El amor no es ñoño, es una potencia tremenda que se opone con gallardía a la violencia y lo vemos aquí en México con las madres que salen a buscar a sus hijos, ellas se enfrentan a los narcos, sólo tienen sus cuerpos y no se les dan ni palas. Nadie tiene ese valor sólo quien ama”, expresa en entrevista Verónica Murguía (Ciudad de México, 1960).
A propósito de la reedición de sus cuentos “El ángel de Nicolás”, la autora comenta que hoy existen muchos héroes sin armas que son vistos como personas ingenuas, idea que plasma en sus relatos: el poeta perseguido por sus críticas, la mujer condenada por elegir el placer y las madres que se oponen a encontrar a la idea de pureza original.
“No hay nada más punk que la bondad y la bondad no es paternalista ni condescendiente. La bondad mira los ojos del otro y los ejemplos más espectaculares me enmudecen empezando por los dos sacerdotes que murieron en Chihuahua defendiendo a un guía de turistas y de quien Presidencia habló mal”, señala.
Murguía comparte que leyó sobre un misionero irlandés católico en Tailandia que trabaja en un lugar donde están personas que consumen metanfetamina y una droga local, ahí el señor reparte medicinas y comida de noche, pero quienes lo han visto dicen que va iluminado por un halo de amor.
“Es un señor amenazado por la policía y por los narcos. Su existencia nos parece milagrosa a los mexicanos que entendemos lo que es vivir amenazado, pero qué puede ser más punk. El hombre que escoge hacer eso es mucho más fuerte que quien escoge la pistola y eso es lo que está detrás de todos mis cuentos”, expresa.
La autora sabe que quienes valoran al otro son vistos como gente tonta.
“Sí, te mirarán como un ser inferior por insistir en cumplir la ley, por no pagar mordida, por recoger la basura ajena, pero mis ídolos son aquellos que miran al otro, ese hombre de Tailandia y tantos voluntarios como Las Patronas que avientan comida a quienes van en La Bestia u Homero el defensor de las mariposas monarcas”, indica.
Esos son los héroes, agrega. “Esa es la gente fuerte, la gente gruesa, la gente que está imbuida de humanidad. Los otros sólo tienen el valor torvo del hombre armado”.
CEGUERA HISTÓRICA
En uno de sus cuentos, un gobernador quiere descubrir el idioma original, el primero que habló la humanidad porque así cree que alcanzará la pureza, entonces aísla a unos bebés junto con sus nodrizas bajo una única regla: está prohibido hablarles y darles cariño táctil.
“Es tan absurdo tratar de modificar el pasado porque si la regamos o no tenemos que aceptarlo. Tengo una pasión por la historia porque no la puedes cambiar, puedes reinterpretar profundizando en ella, pero no cambiarla, puedes decir que este hecho se puede ver desde otro punto de vista”, señala.
Murguía lamenta que padecemos una ceguera histórica en este momento donde olvidamos que siempre han existido muchas maneras de pensar y de vivir.
“En este libro hay un poeta musulmán que es el más grande poeta de los árabes: Mutanabbi. En Egipto todas las grandes capitales árabes tienen una calle o una escuela o algo que se llama Mutanabbi. La diferencia entre cómo vemos el mundo las personas de religión musulmana y nosotros es enorme, todavía hoy no entendemos muy bien qué pasan en la psique de una persona en Irán”, comenta.
Otro error del presente es imaginarnos a los filósofos comiendo aceitunas bajo un árbol. “Eso es falso, a Sócrates se le ordenó beber cicuta, Platón fue vendido como esclavo, Sócrates participó en la guerra, quiero decir que eran hombres de acción, participaron activamente en la vida de sus ciudades”, indica Murguía.
“Podemos reconocer quiénes somos en los cuentos por más que hablen de gente que no ocupa el mismo lugar geográfico. Casi no puedo escribir del presente, siento mucha angustia cuando escribo del presente y siento una gran discordancia en este momento de la vida, aunque agradezco ser una persona del siglo XXI”
Sin embargo, añade, Murguía siento una profunda discordancia entre lo que sucede y lo que piensa que debería de estar sucediendo, “aunque sea mínimamente, que es mayor cuidado los derechos humanos, menos guerras, en México menos violencia”.
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