Cultura

“Viudas impresoras”, la historia de las mujeres en las imprentas novohispanas

No llegaron por casualidad a dirigirlas, porque eran mujeres muy calificadas en el trabajo editorial, dice Marina Garone

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Una de las impresiones. Una de las impresiones. (La Crónica de Hoy)

Entre 1541 y 1821 hubo poco más de 20 impresoras mujeres tanto en la capital del virreinato (Ciudad de México) como en Puebla, Oaxaca y Guadalajara, lo que descarta que ellas llegaran sólo por casualidad al mundo del libro mexicano, ya que una forma de que administraran este negocio era a partir de la muerte de su esposo impresor, expresó Marina Garone Gravier, investigadora del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM.

En el marco del coloquio El papel de las mujeres en Nueva España, organizado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, la especialista comentó que en varias fuentes las menciones de las impresoras son como viudas de algún impresor.

“Al ver la parquedad de la documentación fue la necesidad de restituirles identidad, en ese sentido, puedo decir con orgullo que hemos logrado darles nombre propio a varias impresoras anónimas. A pesar de las complejas circunstancias para trabajar con fuentes primarias, hemos podido localizar de ellas una somera descripción física en una carta de pasajeros de Indias”, explicó Garone Gravier.

Es el caso de Rosa Teresa Poveda, “blanca, pequeña de cuerpo, de ojos pardos y pelo negro”, impresora durante el siglo XVIII y más conocida como la viuda de Hogal.

Garone Gravier recordó que las actividades editoriales en la Nueva España empezaron en 1539 gracias al impresor sevillano Juan Cromberger, fundador de la primera imprenta en América, que envió al país a su emisario, el italiano Juan Pablos, quien llegó junto con su mujer Gerónima Gutiérrez.

“Cromberger murió en Sevilla y las responsabilidades de sus negocios recayeron en su viuda, Brígida Maldonado, iniciándose así la tradición de mujeres vinculadas con las imprentas americanas. Muchas de las impresoras contaban con conocimientos previos en la materia y varias habían nacido en familias del mundo del libro por lo que no podemos atribuir al matrimonio su aprendizaje y participación de la actividad librera”, destacó.

La investigadora de la UNAM compartió varios casos de impresoras como el de Feliciana Ruiz, nieta del impresor Juan Ruiz, que se dio a conocer gracias a Pérez de Salazar, quien publicó el testamento del impresor en donde se nombra como albacea a la nieta (en 1670).

“A la muerte de Ruiz, el inventario de sus bienes se realizó en agosto y en octubre (de 1670) Feliciana hace una solicitud para la impresión de pronósticos. En su testamento Juan dice: quiero y es mi voluntad que Feliciana, mi nieta, viuda de José Butragueño, por estar tan capaz y perita en el arte de la impresión, dejo en su poder de la susodicha los moldes y demás adherentes de imprenta para que con su mucho cuidado lo continúe y vaya en aumento”, leyó.

Otro caso, Garone Gravier, lo encontró en el Archivo General de la Nación: una solicitud del impresor poblano Pedro de la Rosa presentada ante las autoridades, en 1773, para que se le permita a su hija y otras mujeres imprimir.

“La petición se resolvió favorable y se le pidió al gobernador la implementación de la imprenta perteneciente a los Colegios de Puebla. La hija de Pedro era María Manuela de la Rosa, quien era nieta de la impresora poblana Manuela Cerezo, pieza clave en la preservación de los privilegios de impresión de la familia Ortega y Bonilla-Si bien no hay pies de imprenta con el nombre de María Manuela, aquí estamos ante un caso sobresaliente que pasó inadvertido”, dijo.

La investigadora Núria Lorente Queralt, de la Universitat de València, España, añadió que en caso de las viudas impresoras, ninguna volvió a contraer matrimonio, es decir, enfrentaron solas el negocio.

“Se define su participación en la imprenta a partir de su relación con los varones impresores de su familia, en la documentación histórica son incluidas en calidad de hijas, mujeres, viudas e incluso madres. Las mujeres impresoras no han tenido una historia propia”, dijo.

Mujeres migrantes. 

Una parte de las impresoras de los siglos XVI, XVII y XVIII fueron de origen europeo, se desplazaron con sus maridos a la Nueva España, fue el caso de Jerónima Gutiérrez, primera mujer vinculada al negocio de la imprenta, destacó Núria Lorente Queralt.

“Otras mujeres, si bien no viajaron desde el inicio con sus maridos, sí lo hicieron con el tiempo, esperando el llamado de sus esposos, por ejemplo, Catalina Agudo, la esposa del impresor Antonio Ricardo, que se trasladó a Nueva España”, agregó.

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